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Por la mañana, antes de que abrieran la puertas y llegaran los turistas, dimos una vuelta por fuera del castillo. Bajamos por un pequeño sendero que llega hasta la puerta “del servicio” y pudimos comprobar de cerca la magnitud del acantilado donde está situado.
Teníamos el desayuno incluido en la habitación y estuvo bastante bien, con crepes caseros (que repetimos) y pan con quesos y embutidos.
Nuestra primera visita de ese día eran las cuevas de Škocjan, patrimonio de la Humanidad. Hay varios recorridos: el 1, que es la que va por la cueva y el cañón subterráneo, el 2, que recorre otra parte del cañón, más pequeña; y el sendero educacional, que va por la superficie. Se puede comprar entrada para uno solo o para varios de ellos. Nosotros compramos para el 1, que nos costó 18 euros.
Llegamos a las 10:20 y como la siguiente visita era a las 11, dimos un pequeño paseo hasta un mirador, por un sendero que sale desde el restaurante a mano izquierda. Desde el mirador se ve Velika dolina, el acantilado con una cascada en la base, que se veía pequeña, aunque luego comprobamos que no lo era tanto.
A las 11 nos juntaron a todos y fuimos andando hasta la entrada de la cueva. Nos dividieron en 4 grupos por idioma (3 en grupos en inglés y uno en esloveno e italiano). La primera parte de la visita es la denominada cueva del silencio, nombre que se debe a la contraposición con la otra parte de la cueva, donde pasa el río con un gran ruido. Aquí se pueden ver algunas formaciones de estalactitas y estalagmitas, que son chulas, pero no tienen la grandiosidad de otras cuevas famosas. Pero esa no es la parte fuerte de Škocjan jama. Lo más espectacular es el cañón subterráneo. Era impresionante el estruendo del río, que pasaba con tal fuerza que generaba una neblina que difuminaba las luces que iluminaban la cueva. Impresionaba también la gran altura de la cavidad (que a veces se ha inundado), de unos 200 metros de altura en algunos puntos. El puente colgante nos ofreció una visión prodigiosa del cañón de agua, simplemente espectacular. ¿Habéis visto El Señor de los Anillos? Me recordaba a las Minas de Moria, cuando están corriendo para salir y cruzan el puente.
Me gustó mucho la visita, pero tengo que decir que me pareció un poco corta. El recorrido se hace con guía, que explica cosas, pero no mucho, y no se espera a que llegue todo el grupo. Nos llevaba a un ritmo en el que no podíamos recrearnos en las visitas, que es lo que un lugar así merece. En total se está una hora dentro de la cueva. No dejan hacer fotos, aunque dudo que saliesen bien, entre la poca luz y la neblina del agua. Solo pude hacer estas a la salida de la cueva:
A la salida, hay dos maneras de volver al punto de inicio. Hacia la derecha puede cogerse un ascensor y se tardan 10 minutos. A la izquierda se va por un sendero y se tarda una media hora. Ni nos lo pensamos, nos fuimos por el sendero, y eso que estaba lloviendo. Pero nos gustó mucho, a pesar de que el sendero tiene bastante desnivel y que nos mojamos un poco. Pero pasamos por unas pequeñas cuevas y vimos la cascada de Velika dolina desde varios puntos de vista. Incluso pudimos acercarnos a la propia cascada, merece la pena.
Comimos en el propio restaurante de las cuevas. Hay opciones para llevar y carta para comer allí. Pedimos unos calamares fritos, una salchicha con chucrut y unos štruklji, unos rollos rellenos de espinaca y queso. Nos costó acabar con todo, eran raciones abundantes. Para ser el restaurante de una de las mayores atracciones turísticas de Eslovenia no estuvo mal.
Desde allí cogimos el coche para ir a nuestro siguiente destino, Tolmin, en la parte sur del Parque Nacional del Triglav. Por el camino paramos en un supermercado para comprar provisiones para tener en el apartamento. La entrada a la garganta de Tolmin cuesta 5 euros y te dan un folleto donde está el recorrido muy bien explicado, solo hay que ir siguiendo los números.
Una vez se pasa la entrada el camino conduce al río. Cruzamos un puente, que según nuestro mapa es el número 3, con bonitas vistas tanto del río como del “Devil’s Bridge”, que une las dos paredes de la garganta y atraviesa un túnel.
Desde allí nos dirigimos al número 2, un manantial de agua termal. Al manantial no se puede acceder, pero el lugar donde está es precioso, donde el río está encañonado entre altas paredes y tiene un color azul precioso. Creo que en este punto lo de menos es el manantial.
Desandamos nuestros pasos para ir al número 4, que es la confluencia de los ríos Tolminka y Zadlaščica, que constituye el punto más bajo del Triglav. El punto número 5 hace referencia a la trucha mármol, una especie autóctona que habita en el río Zadlaščica. En este lugar se encuentra un puente colgante, el primero de los muchos que cruzamos en Eslovenia.
Subiendo unas escaleras se accede al punto número 7 (el 6 explica la flora del entorno), la conocida como “cabeza del oso”, un puente natural en la garganta del río Zadlaščica, formado por una piedra que se ha quedado encajada entre las paredes del estrecho cañón. Es una zona muy bonita.
Seguimos subiendo escaleras hasta llegar a un cruce de caminos. A la derecha se sube a la conocida como “cueva de Dante”, que dicen que inspiró a Dante Alighieri para crear el infierno de la Divina Comedia. Este punto nos lo saltamos, dado que la cueva no se visita, solo se ve la entrada. Nosotros seguimos hacia la izquierda, pasando por el “Devil’s Bridge” que habíamos visto desde abajo. Desde arriba hay una bonita vista del río. Lo que no me imaginaba yo es que este puente estaba abierto al tráfico rodado, menudo ruido hacen los coches al pasar. De ahí pasamos un túnel y la carretera nos llevó directos al punto de inicio.
En total tardamos algo más de una hora, una visita corta que merece mucho la pena. Si hubiésemos tenido más tiempo, quizá hubiese sigo mejor volver sobre nuestros pasos en lugar de coger la carretera, para volver a disfrutar de las vistas.
De allí nos fuimos a Kobarid, donde íbamos a alojarnos las dos siguientes noches. Cuando llegamos llamamos a Ana, la dueña, que nos indicó donde aparcar, ya que este apartamento está en el centro del pueblo, donde el aparcamiento está complicado, por eso valoramos mucho que tuviese parking. El alojamiento estaba muy bien, no le faltaba de nada y era muy bonito. Lo recomiendo.
Esa noche nos quedamos a cenar en casa, estábamos cansados y no teníamos ganas de salir.
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