CONTINUACIÓN DE LA ETAPA ANTERIOR.
SIERRA DE GATA (CÁCERES). 1ª PARTE. ROBLEDILLO DE GATA Y SAN MARTÍN DE TREVEJO.
TREVEJO.
Desde San Martín de Trevejo hasta Trevejo por la CC 1.2., señalada anteriormente, la más recomendable por las vistas y el recorrido, hay poco menos de 11 kilómetros, aunque se tarda unos 20 minutos ya que la carretera es muy virada y con continuos desniveles. A cambio, los paisajes son sumamente estimulantes y más, aquí sí, con el aliciente añadido de los colores otoñales.
Pasamos junto a Villamiel, municipio al que pertenece Trevejo desde 1859. Sin embargo, desde varios kilómetros antes, lo que atrae la atención es una figura pétrea fantasmagóricamente encaramada a un espolón rocoso, cuya historia se remonta a unas fortalezas creadas por los musulmanes allá por el siglo IX. Tras la conquista de estas tierras por los leoneses, se realizó su repoblación. El actual castillo de Trevejo debió construirse en torno al siglo XV sobre alguna fortificación anterior, seguramente de origen árabe. La guerra de Sucesión española y la de la Independencia contra los franceses terminó de asestarle un golpe casi mortal a sus viejos muros y cimientos.
El castillo de Trevejo está allí, arriba.
Vista parcial de Trevejo.
Antes de llegar al castillo, se pasa por el pequeño urbano, que incluye unas pocas casas de arquitectura popular. No obstante, vimos movimiento de gente y de máquinas, con lo cual parece que es una zona que va a incrementar su oferta turística y es que, según me pareció, la mayor parte de tales rehabilitaciones eran para casas rurales o similares.
Y la influencia turística se notaba hasta el punto de la cantidad considerable de visitantes que había (no masas, desde luego), dispuestos a subir hasta lo más alto de los restos del castillo. Y eso que un cartel avisa de que cada cual se adentra en el mismo bajo su propia responsabilidad.
Claro que, viendo lo que se ve y leyendo el cartel, parece que todavía sientes más atractiva la pequeña caminata, como un leve toque de aventura, vamos; y las sombras negras de los lienzos rotos a contra luz del sol añadían un peculiar toque misterioso a todo un conjunto prácticamente suspendido en lo alto.
Hay que trepar un poquito entre piedras, que conducen a la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, del siglo XVI. Aparte, se encuentra una torre campanario espadaña, que integraba la fortificación del castillo y que muestra el escudo de algún comendador. Unas tumbas antropomorfas no hacen sino añadir pimienta a tan pintoresco lugar. Y, por si fuera poco, las vistas son impresionantes hacia todos los lados del valle.
Villamiel
Cuando se pasa al lado de la Torre del Homenaje, salpicada de manchas ocres, que se eleva increíblemente erguida al cielo, no puedes por menos que pensar si no se te caerá de plano en la cabeza en ese preciso instante. Pero seguir, sigues adelante, no faltaba más. Tras hacer unas cuantas fotos, de pronto, me percaté de la traicionera huella en el objetivo. En fin, tocaba limpiar y recuperar lo recuperable.
Después de trastear un rato por las alturas (ojo con el calzado, nada de sandalias o tacones), regresamos al coche. El sol se estaba empezando a poner y paramos en un mirador, que nos ofreció unos panoramas de lo más sugerentes al atardecer.
HOYOS.
Por Hoyos pasamos varias veces y fuimos a parar en el momento menos oportuno, ya que estaba anocheciendo, el frío empezaba a atizar de lo lindo y no había nadie (bueno, otra pareja de visitantes tan despistados como nosotros) por las calles. Así que dimos un paseo, contemplando la Iglesia del Buen Varón, con su portada románica del siglo XIII, y algunas casas nobles y palacios, ya que buena parte de la nobleza y los obispos de Coria veían a Hoyos a “veranear”. En la Plaza Mayor, muy cerca de la Iglesia, se encuentra el Ayuntamiento.
Bajando por otra calle, se llega al río. Esta es otra de las zonas donde en verano se acondicionan las zonas recreativas con piscinas naturales.
GATA.
Después de otra noche de alojamiento en San Marín de Trevejo y del consiguiente desayuno en el hotel, salimos hacia nuestro última parada en la Sierra de Gata, que tendría lugar en la localidad que, precisamente, le da nombre a toda la comarca: Gata. Desde San Martín de Trevejo hay unos 37 kilómetros, que se hacen en poco más de media hora por la ruta más sencilla, las carreteras EX 205 y CC 6.1. En el horizonte, ya divisábamos un paisaje de lo más atractivo y las casas blancas medio colgadas en las laderas de la sierra.
Como los otros cuatro pueblos que habíamos visitado, Gata es también conjunto histórico-artístico y mantiene el trazado típico y la arquitectura popular de la zona, si bien aferrado a su idiosincrasia particular. Dejamos el coche en un aparcamiento público que estaba en construcción, en la parta baja del pueblo, bien pasada la Ermita del Humilladero (del siglo XVI, tiene pinturas murales, pero estaba cerrada), y que luego nos obligó a subir una cuesta considerable. Junto a la parada del autobús, donde hay un cartel informativo, se puede ver el Cedro Centenario de Gata, al que se le calcula una edad superior a 200 años, y de gran porte, nada menos que 30 metros de alto. No menos curiosa es una enorme palmera que está a su lado, vestido su tronco con las ramas desnudas de otro árbol.
Fuimos directamente hasta el Ayuntamiento, en la Plaza de la Constitución, donde se encuentra la Oficina de Turismo para pedir información. En la parte de atrás, se encuentra la monumental Fuente del Chorro, de granito y estilo renacentista, con el blasón de los Reyes Católicos y el toisón de oro del Emperador Carlos V.
En la Plaza se encuentra también la Iglesia Parroquial de San Pedro, de los siglos XVI y XVII, y a la que no pudimos ver el interior porque estaba cerrada.
Nos hubiera gustado hacer una ruta a pie hasta el Castillo de la Almenara, desde donde al parecer hay unas vistas espléndidas, pero pronto nos dimos cuenta de que el asunto no era tan sencillo como habíamos previsto pues la caminata requería unas tres horas, de las que no disponíamos. Por lo cual, nos dedicamos a dar un paseo por las calles, subiendo hasta la antigua judería y contemplando varias vistas panorámicas desde el Barrio del Regajo, para llegar al cual hay que tomar unas callejuelas empinadas pasada la Fuente Melona, que cuando llega a la vía empedrada cuesta casi más luego bajar que subir.
Lo más interesante del recorrido es curiosear por entre las callejuelas, algunas tan estrechas que casi hay que caminar de perfil. Las casas tienen dos o tres plantas, distribuidas del mismo modo que he comentado respecto a las de San Martín de Trevejo. Los materiales de construcción son el granito, la cal morena y la arena de río, empleándose el entramado de madera y el adobe en la parte superior de las viviendas. A partir del siglo XVI, se incorporó el balcón, como una forma de impedir el paso del sol que pudiera estropear el vino.
Gata me pareció menos bonito que Robledillo, que tiene un caserío y un paisaje con un encanto muy especial, y menos cuidado que San Martín de Trevejo, que parece haber pugnado por quitarle la marca de referencia en servicios, apostando por su inclusión entre los pueblos más bonitos de España. Gata parece haber optado por mantenerse tal cual, sin esforzarse por embellecerse, puede que artificialmente, para atraer al visitante. En cualquier caso, ni mucho menos le falta atractivo y una ruta por la Sierra de Gata estaría incompleta sin detenerse en la localidad que le da su nombre a la comarca.
Y este ha sido mi relato de los tres días (no completos) que estuvimos por la Sierra de Gata. Hubiésemos visto más cosas, como observación de aves en el Embalse de Borbollón o panorámicas desde varios miradores, y también alguna que otra ruta de senderismo, de haber estado en otra época del año, con más horas de luz. Sin embargo, para compensar, tuvimos muy buena climatología, con días despejados y sin niebla, aunque por las noches bajaba bastante la temperatura y no había demasiados sitios para salir a tomar algo o, incluso, a cenar.
Por lo demás, muy recomendable darse una vuelta por esta zona de la provincia de Cáceres que, como de costumbre, no decepciona.