De Tánger a Chefchauen ✏️ Travel Journeys of MoroccoEn aquellas primeras horas de un nuevo día y la tranquilidad que se respiraba me hacían lo suficientemente autónomo para no necesitar los servicios de un taxi en el aeropuerto de Tánger. Y lo que menos me apetecía era subir en uno, el transporte...Travelogue: UN VIAJE INESPERADO A MARRUECOS⭐ Points: 4.3 (3 Votes) Travelogues: 6 Localization: MoroccoEn aquellas primeras horas de un nuevo día y la tranquilidad que se respiraba me hacían lo suficientemente autónomo para no necesitar los servicios de un taxi en el aeropuerto de Tánger. Y lo que menos me apetecía era subir en uno, el transporte que menos me gusta con diferencia. ¿Por qué? Tal vez por la sensación de ir en una "burbuja diplomática" ,mi necesidad obsesiva de viajar como la mayoría de autóctonos , no aislarme de los olores característicos de humanidad de cada región que se producen en los transportes colectivos, no ser ajeno al bullicio y la vulnerabilidad que produce los transportes compartidos, las sonrisas y las preguntas de curiosidad, etc... , y todo lo que sucede en ellos que casi es la tercera parte de las experiencias gratificantes de mis viajes. Así que dejé atrás la fachada de la vetusta terminal del aeropuerto y cogí la ancha y única autovía que moría en el aeropuerto en busca de la parada del transporte público a dos kilómetros de allí. Los taxistas ni se molestaron en preguntar,nadie importuno al tío que llevaba una pequeña mochila de cuarenta litros a la espalda. El sol, a esas horas era clemente con el caminante, la autovía estaba flanqueada en un lateral por un polígono, y yo caminaba por la acera disfrutando de las primeras sensaciones con el poco equipaje que llevaba. No había facturado ninguna maleta o mochila grande. Llevaba lo justo y eso me daba todavía más libertad de movimientos. -Perdona, chico,¿dónde está la parada de autobuses urbanos al centro de la ciudad?- consulté en mi inglés sucio y sin entonación indígena a un muchacho con rostro de hastío que conseguía mantener la verticalidad gracias al apoyo del mástil que ondeaba la omnipresente enseña nacional. -Ici,ici...Monsieur!- Me indico en un francés elemental,quien respondió más por intuición que por comprensión. La parada, sin señalizar, enfrente de una rotonda y una gasolinera se encontraba. Pese a economizar en palabras y gestos en su respuesta, fue él quien me sacó de mis primeras cavilaciones y me indicó que aquel vehículo que venía hacia nosotros con un ronroneo agonizante era el que iba al centro. Alcé el brazo para que parara y accedí en la furgoneta adaptada para el transporte público. La primera impresión visual de Tánger era de una ciudad profundamente adormecida con la reminiscencia de un pasado más glorioso. Como si estuviera esperando al príncipe azul que la despierte de ese lapso desgarrador y amargo. Las avenidas por donde circulábamos eran anchas y modernas. No nos entendimos, quien se encargaba de cobrar y yo, era infranqueable el muro de ofuscación que nos separaba para cualquier intento por hacerme entender o el hombre,sencillamente, no quería perder su tiempo con aquel ejemplar ibérico. Así que me dejó, con la mayoría de pasajeros, en un lugar totalmente desconocido de la ciudad, sin referencias. Después de tomar un té calentito en un local, comencé mi interrogatorio ciudadano para lograr llegar a la estación de autobuses. Nunca pensé que podía ser tan difícil y enrevesado tal menester en conseguir llegar, pero lo fue. Pregunté como cuarenta tangerinos y cada uno de ellos me enviaban en una dirección diferente. ¡Tan difícil es decir no lo sé en vez de mandarme al lado opuesto! Todavía hoy no sé cómo llegué preguntando. Supongo que fue porque, visto el panorama, preguntaba cada diez metros que andaba y así.entre retrocesos y avances, conseguí contemplar el minarete afilado de la mezquita Siria próxima a la estación como perfectamente describía Lonely Planet. Una explanada polvorienta precedía a la estación por el área que la abordé. Era chiquita y destartalada con un patio interior curioso. En aquellas horas el trajín de gente era considerable, aunque me pareció insignificante para una ciudad como Tánger con una población de un millón de habitantes. Esa estación necesitaba urgentemente un lavado de cara, su aspecto hacía pensar que no la restauraban desde la época que el transporte se hacía en diligencias. - ¿Dónde vas? - Me preguntó un ansioso y acelerado marroquí. - A Chefchauen,amigo. Y en una repisa exterior invadida por una montaña de monedas de una las ventanas de venta de billetes le compre el ticket a uno de los vendedores de la compañía que también iba acelerado .Salí fuera, a los andenes, y pregunté de dónde salía mi autobús. La señalización era inexistente y el orden no era precisamente una cualidad en aquellas tierras africanas. Me alegró ver que mi autobús no era tan viejo como la estación, mas mi alegría duró poco cuando arrancó el autobús y siguieron sin poner el aire acondicionado y no tenía abertura los cristales. Al menos uno más viejo tendría ventanas y podría refrescarme un poco. El bochorno era insoportable en su interior, el trayecto de tres horas se conviertió en un infierno, en una fundición de hierro se debe estar mejor,pensé. La autovía de Tánger a Tetuán estaba impoluta e impecable, sus flancos bien cuidados e inseminados forzosamente de banderas flamantes del Estado marroquí ,como si estuviéramos en la época de los patriotismos más recalcitrantes y oscuros de la historia, le daban un toque verbenero y surrealista. Quedaba claro que estaba en Marruecos, que esto ya no pertenecía al protectorado español, por si había alguien que lo dudase después de tantas décadas. Dejamos a mano izquierda Tetuán, a lo lejos, y la autovía se transformó en una carretera estrecha y sinuosa que progresivamente ascendía. La existencia,definitivamente, se había transformado en más agreste y la pobreza se agudizaba.Los campesinos se veían de vez en cuando en los flancos de la carretera al lado de fardos amarillentos, de terruños grotescos para el cultivo o protegidos por la sombra de los escasos árboles de aquella zona; normalmente, con caras resignadas soportando estoicamente el calor insoportable de esas horas. Sin embargo, la peor parte se lo llevaban algunos asnos sujetos a estacas, obligados a soportar las altas temperaturas sin ninguna sombra que los protegiera,como si ellos fueran seres indoloros. Al final, la tortura se acabó cuando divise las primeras construcciones de Chefchauen, encastrada en una ladera y protegida por la accidentada geografía de las estribaciones del Rif. Ascendí a pie las calles más modernas de la población, en la parte más alta estaba la famosa medina que era una de las atracciones turísticas, y allí se dirigían mis pasos. En una de las callejones perpendiculares de la insulsa zona nueva unos adolescentes estaban embrollados en el inicio de una pelea.El más fortachon, que parecía el matón del pueblo, empujaba intimidatoriamente a uno de los chavales más frágiles del grupo. Cada vez se caldeaba más la situación hasta que aparecieron cuatro adultos y pararon lo que estaba a punto de desembocar en un torrente de golpes. No creí que la disputa tuviera nada que ver con chicas; sino, más bien, por cualquier estupidez relacionada con el sometimiento. Mientras iba siguiendo mi ascenso lastimero pensé qué espinoso debería ser los primeros escarceos sexuales, sobre todo, con el sexo opuesto para aquellos jóvenes y más, claro está, para el sexo femenino. La absurda coerción, probablemente, condujera a los más libidinosos, en el mejor de los casos, a relaciones homosexuales siendo heterosexuales. Y en los más trágicos..., mejor no pensé. Cedí, después de varios intentos infructuosos por encontrar el hotel que había reservado, a que me guiara un desdentado e insistente marroquí por las callejuelas azuladas de la medina. Y, esta vez sí, llegamos al Hotel Antonio. Le di la propina que esperaba y accedí al establecimiento. Un patio interior más recargado que el estilo barroco del siglo XVIII con unas escaleras de caracol que comunicaba con las plantas superiores. Aparte de estar todo muy recargado para mi gusto el sitio era acogedor. Me dediqué al atardecer, después de una merecida siesta, a explorar el encantador casco viejo. Según lo leído, aquí había mucho descendiente de los moriscos expulsados del Califato de Granada en 1942 por los reyes católicos e incluso en este lugar vivieron una importante comunidad de judíos sefardíes hasta que poco a poco fueron abandonándola hasta quedar a mediados del siglo XX el testimonio de su paso en el legado material. Una de las anécdotas más curiosas sobre los sefardíes fue cuando un contingente español llegó y ocupó, a principios del siglo XX, la localidad. Cual fue la sorpresa, después de siglos de aislamiento, que oyen hablar a algunos ciudadanos en un extraño español,eran los sefardíes, que pese a ser expulsados de España mantuvieron la lengua, generación tras generación. Me sorprendió ver las placas de las calles de la medina en árabe y español. Siendo la segunda una lengua no enraizada en aquella localidad y que tanto tiempo ya nadie tenía como lengua materna, a pesar de que había personas que lo hablaban bastante bien. Investigando por Internet descubrí que la junta de Andalucía derivó 600,000 euros para la pavimentación y arreglos de los espacios públicos, según un artículo del ABC de la edición del 21 de agosto del 2010, aunque no decía nada de las placas. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad de la junta, no le veía ninguna lógica ese cártel bilingüe, que parecía más una injerencia cultural que un acto de buena voluntad. Cené cuscús con verduras a las nueve de la noche en uno de los restaurantes del centro, plagado de extranjeros. Aquello era una extensión más de Port Aventura pero sin atracciones, es lo que se habían convertido muchas poblaciones del mundo ante el boom turístico. Y aunque todos tenemos derechos a ser turistas, esos movimientos migratorios transfiguraban inevitablemente el paisaje perdiendo uno de los grandes atractivos por los que se vieron atraídos los primeros viajeros: la singularidad idiosincrásica de los territorios. Antes de dormir, en la sobria azotea del hotel pero con una hermosa panorámica, estuve charlando con una pareja de australianos, delgados y con muy buena planta para la edad y el oficio que tenía el hombre: constructor. Habían cogido unos meses sabáticos para conocer en profundidad Marruecos y visitar a familiares en Suiza. Luego se unió una chica oriental a nuestra conversación y se atrevió a hablar en castellano con dificultad, comentándome que era una enamorada de España y que conocía muchos sitios del territorio. La chica, pese a no ser muy guapa, tenía un atractivo anhelante. Y aquella noche, en sueños, por supuesto, soñé en las lejanas tierras con escenas oníricas con ella que quedarían para siempre enterradas en mi memoria como un bonito recuerdo . Related images Index for Blog: UN VIAJE INESPERADO A MARRUECOS
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