A las 6.30 nos recogió el conductor de GoOpti, que nos dejó sobre las 9 en el asfixiante ambiente de Venecia, en Piazzale Roma. El calor y la humedad ya machacaban sin piedad en aquel hervidero de gente. Nuestro hotel, Casa Sant Andrea, estaba a solo dos minutos andando; la verdad es que nos fue muy cómodo llegar y marcharnos al día siguiente. No nos agradó nada ver a la gente arrastrando maletas entre el gentío, cruzando puentes con un mapa en la mano intentando dar con su hotel. Si volvemos a Venecia, que lo haremos, creo que nos alojamos de nuevo en este. Muy sencillito, en un antiguo monasterio, con vistas al canal, un ascensor que parece ir a manivela, pero muy limpio y con un personal que se desvive por ser amable.
No era la hora del check in, pero pudimos guardar las maletas, desayunar (aunque casi estaban ya recogiendo) y entrar al baño; el recepcionista nos dio un mapa de la ciudad y nos lanzamos a las 10 y pico a dar un suspiro en Venecia, casi 24 horas.
Íbamos sin grandes intenciones, nosotros ya habíamos estado, solo queríamos pasear para que nuestro hijo tuviera un contacto con la ciudad. No llevábamos idea de coger bono de transporte, si acaso alguno suelto para ver la ciudad desde el vaporetto, probablemente al atardecer, hacia San Marcos. Pero apenas abrió la boquita el niño con un “quiero subirme a un vaporetto” y viendo la que nos esperaba de calor, se desarmó su madre y compramos el de 24 horas. No nos cobraron por él, creo que nos hicimos un lío con el idioma y no nos entendimos con la edad, por lo que nos salió el suyo gratis. Y vaya que si agradecimos haberlos comprado, para de vez en cuando refugiarnos del calor mientras nos deleitábamos con la maravilla de edificios en las orillas de los canales.
Fueron unos paseos con los sentidos, desprovistos de fechas y datos históricos, solo dejándonos arrastrar por la magia veneciana. Queríamos huir en lo posible del gentío, así que nos centramos en Dorsoduro. Con el vaporetto 2 llegamos hasta la Isola de S. Giorgio Maggiore, donde visitamos su iglesia y subimos a su Campanile, para disfrutar de unas amplias vistas, con San Marcos y el Palacio Ducal enfrente.
Otro vaporetto nos llevaría hasta S. Zaccaría, donde nos vimos arrastrados por la marea humana. Las vistas hacia S. Giorgio desde aquí valen mucho también la pena.
Solo unos pasos necesarios para coger el siguiente barquito, para cruzar hasta Santa Maria Della Salute, un templo precioso, perfecto para ser admirado desde el agua.
Luego callejeamos por este sestiere, alejándonos de la iglesia y adentrándonos bajo el calor por otras calles menos transitadas, como la que lleva al Puente del Formager.
El paseo por Záttere ai Gesuati nos llevó hasta Squero di S. Trovaso, lugar donde está el taller de góndolas.
En cualquier rincón, una estampa imborrable que te atrapa y te cautiva mientras caminamos hacia la Accademia.
Cerca del mediodía, comimos un corte de pizza y unos helados en cualquier parte y seguimos hacia el Puente de la Accademia, en obras, y hacia Rialto. Una sombra en una de las orillas nos permitió deleitarnos con el ir y venir de las góndolas por el canal.
Teníamos hora, reservada con bastante antelación, en la terraza del centro comercial Fondasco dei Tedeschi, para ver, como si fuéramos pájaros, Venecia desde las alturas, sus torres, sus tejados, sus campaniles y las curvas de su canal.
Atravesando el atestado Rialto, huimos durante una hora al hotel, lo justo para descansar del calor que nos tenía machacados.
A media tarde, de nuevo aprovechamos el vaporetto para ir hacia San Marcos, dejándonos llevar en cada vaivén por la belleza de las fachadas venecianas que iban oscureciéndose con la bajada del sol.
Al día siguiente, antes de marcharnos al aeropuerto, bien temprano pasamos unas horas en el auténtico Cannaregio, sin apenas turistas, viendo despertar al barrio y su gente.
Una auténtica delicia ver levantarse las persianas de los negocios, la entrega de mercancía, el abrirse de las ventanas… hasta el Ghetto y sus alrededores.
Solo 24 horas, suficientes para sufrir el síndrome de Stendhal y necesitar volver.
Gracias por leernos y acompañarnos en nuestra aventura . Si quieres leer otros de nuestros viajes, aquí los tienes:
PARÍS: 11 DÍAS PARA ENAMORARSE DE PARÍS
LONDRES: 7 DÍAS EN LONDRES EN FEBRERO
AUSTRIA: UN PEQUEÑO BOCADO DE AUSTRIA EN 12 DÍAS
SELVA NEGRA: 7 DÍAS EN LA SELVA NEGRA: 1357 KM DE CONTRASTES
ALPES DE BAVIERA Y DEL TIROL AUSTRIACO: DÍAS BLANCOS EN LOS ALPES DE BAVIERA Y DEL TIROL AUSTRIACO CON NIÑO DE 2 AÑOS
ALPES DOLOMITAS (ITALIA): SENDERISTA DE 3 AÑOS POR LOS ALPES DOLOMITAS
VALLE DE LIÉBANA (CANTABRIA) Y COSTA ASTURIANA: SENDERISTA DE 4 AÑOS POR CANTABRIA (VALLE DE LIÉBANA) Y LA COSTA DE ASTURIAS
ISLANDIA: SENDERISTA DE 5 AÑOS POR ISLANDIA EN AUTOCARAVANA
SALZBURGERLAND, PARQUE NACIONAL DE HÖHE TAUERN Y DACHSTEIN SALZKAMMERGUT (AUSTRIA):
SENDERISTA DE 2,5 AÑOS POR LOS ALPES DE SALZBURGERLAND Y DACHSTEIN SALZKAMMERGUT
ALPES Y LAGOS DE CARINTIA (AUSTRIA): AUSTRIA CON NIÑO: SENDERISTA DE 6 AÑOS POR LOS ALPES Y LAGOS DE CARINTIA
No era la hora del check in, pero pudimos guardar las maletas, desayunar (aunque casi estaban ya recogiendo) y entrar al baño; el recepcionista nos dio un mapa de la ciudad y nos lanzamos a las 10 y pico a dar un suspiro en Venecia, casi 24 horas.
Íbamos sin grandes intenciones, nosotros ya habíamos estado, solo queríamos pasear para que nuestro hijo tuviera un contacto con la ciudad. No llevábamos idea de coger bono de transporte, si acaso alguno suelto para ver la ciudad desde el vaporetto, probablemente al atardecer, hacia San Marcos. Pero apenas abrió la boquita el niño con un “quiero subirme a un vaporetto” y viendo la que nos esperaba de calor, se desarmó su madre y compramos el de 24 horas. No nos cobraron por él, creo que nos hicimos un lío con el idioma y no nos entendimos con la edad, por lo que nos salió el suyo gratis. Y vaya que si agradecimos haberlos comprado, para de vez en cuando refugiarnos del calor mientras nos deleitábamos con la maravilla de edificios en las orillas de los canales.
Fueron unos paseos con los sentidos, desprovistos de fechas y datos históricos, solo dejándonos arrastrar por la magia veneciana. Queríamos huir en lo posible del gentío, así que nos centramos en Dorsoduro. Con el vaporetto 2 llegamos hasta la Isola de S. Giorgio Maggiore, donde visitamos su iglesia y subimos a su Campanile, para disfrutar de unas amplias vistas, con San Marcos y el Palacio Ducal enfrente.
Otro vaporetto nos llevaría hasta S. Zaccaría, donde nos vimos arrastrados por la marea humana. Las vistas hacia S. Giorgio desde aquí valen mucho también la pena.
Solo unos pasos necesarios para coger el siguiente barquito, para cruzar hasta Santa Maria Della Salute, un templo precioso, perfecto para ser admirado desde el agua.
Luego callejeamos por este sestiere, alejándonos de la iglesia y adentrándonos bajo el calor por otras calles menos transitadas, como la que lleva al Puente del Formager.
El paseo por Záttere ai Gesuati nos llevó hasta Squero di S. Trovaso, lugar donde está el taller de góndolas.
En cualquier rincón, una estampa imborrable que te atrapa y te cautiva mientras caminamos hacia la Accademia.
Cerca del mediodía, comimos un corte de pizza y unos helados en cualquier parte y seguimos hacia el Puente de la Accademia, en obras, y hacia Rialto. Una sombra en una de las orillas nos permitió deleitarnos con el ir y venir de las góndolas por el canal.
Teníamos hora, reservada con bastante antelación, en la terraza del centro comercial Fondasco dei Tedeschi, para ver, como si fuéramos pájaros, Venecia desde las alturas, sus torres, sus tejados, sus campaniles y las curvas de su canal.
Atravesando el atestado Rialto, huimos durante una hora al hotel, lo justo para descansar del calor que nos tenía machacados.
A media tarde, de nuevo aprovechamos el vaporetto para ir hacia San Marcos, dejándonos llevar en cada vaivén por la belleza de las fachadas venecianas que iban oscureciéndose con la bajada del sol.
Al día siguiente, antes de marcharnos al aeropuerto, bien temprano pasamos unas horas en el auténtico Cannaregio, sin apenas turistas, viendo despertar al barrio y su gente.
Una auténtica delicia ver levantarse las persianas de los negocios, la entrega de mercancía, el abrirse de las ventanas… hasta el Ghetto y sus alrededores.
Solo 24 horas, suficientes para sufrir el síndrome de Stendhal y necesitar volver.
Gracias por leernos y acompañarnos en nuestra aventura . Si quieres leer otros de nuestros viajes, aquí los tienes:
PARÍS: 11 DÍAS PARA ENAMORARSE DE PARÍS
LONDRES: 7 DÍAS EN LONDRES EN FEBRERO
AUSTRIA: UN PEQUEÑO BOCADO DE AUSTRIA EN 12 DÍAS
SELVA NEGRA: 7 DÍAS EN LA SELVA NEGRA: 1357 KM DE CONTRASTES
ALPES DE BAVIERA Y DEL TIROL AUSTRIACO: DÍAS BLANCOS EN LOS ALPES DE BAVIERA Y DEL TIROL AUSTRIACO CON NIÑO DE 2 AÑOS
ALPES DOLOMITAS (ITALIA): SENDERISTA DE 3 AÑOS POR LOS ALPES DOLOMITAS
VALLE DE LIÉBANA (CANTABRIA) Y COSTA ASTURIANA: SENDERISTA DE 4 AÑOS POR CANTABRIA (VALLE DE LIÉBANA) Y LA COSTA DE ASTURIAS
ISLANDIA: SENDERISTA DE 5 AÑOS POR ISLANDIA EN AUTOCARAVANA
SALZBURGERLAND, PARQUE NACIONAL DE HÖHE TAUERN Y DACHSTEIN SALZKAMMERGUT (AUSTRIA):
SENDERISTA DE 2,5 AÑOS POR LOS ALPES DE SALZBURGERLAND Y DACHSTEIN SALZKAMMERGUT
ALPES Y LAGOS DE CARINTIA (AUSTRIA): AUSTRIA CON NIÑO: SENDERISTA DE 6 AÑOS POR LOS ALPES Y LAGOS DE CARINTIA