Aún con las imagenes de la despedida nocturna de Reykjiaik, tras un estupendo desayuno y despedida de la simpática camarera, nos fuimos hacia el centro de la ciudad.
[align=center]El edificio Harpa
[align=center]El edificio Harpa
Queríamos ver la Galería Nacional que está junto al lago, el día estaba luminoso y soleado y era un gusto pasear por sus calles solitarias. Fuimos cortando por un precioso barrio de casas de madera de colores con jardines llenos de flores, pero ohhh, el Museo abría a las 11, así que lo fotografiamos por fuera, y otra vez será, (la lista de cosas pendientes se está haciendo bien larga por lo que no vamos a tener más remedio que volver).
Nos dedicamos a disfrutar del lago y aprovechar para echarles los panes sin gluten que estaban horribles, nada más que había tomado uno, pero a los patos y gaviotas les gustó y hasta se peleaban por él. Nos despedimos del burocrata y de cuánto nos iba saliendo al paso.
Ya puestos nos fuimos al Museo de la Ciudad del que teníamos entrada porque la incluía el de “Reykjavik 871+2”, que vimos el primer día y nos pareció muy interesante con sus fotografías antiguas, que nos permitieron conocer cómo ha crecido y cambiado esta ciudad. No apetecía nada marcharse con el día tan bonito que hacía, pero tocaba volver a recoger las maletas, aunque el caminode vuelta aún cayó algún imán e identificador de maleta con una simpática ballena.
A las 12:00 como nos habían dicho, estábamos en la parada con nuestras maletas y mochilas, frente al Museo del Falo al que al final no fuimos, pero el microbús no llegó hasta las 12:45 cuando ya estábamos de los nervios, nuestro vuelo salía a las 15:00 y llegar a keflavit suponía una hora y media. Aún quedaba ir a la Estación Central y cambiar al autobús que lentamente nos llevó al Aeropuerto.Este metodo de llegada y salida no es nada recomendable y por un poco más hay unos transportes que te llevan directamente al Hotel o desde allí al aeropuerto, o bien si no tequedas en Reykjiavik el primer día alquilar el coche en el aeropuerto. Nos pareció horrible la primera noche lo que tardamos con la lluvia y viento, el trasiego de un autobús del aeropuerto a la estación y allí esperar hasta que llegara el minibús que reparte por los Hoteles. Cuando nos tocó bajar le preguntamos al conductor que por dónde se iba a nuestro Hotel nos dijo que ni idea y eran las 4 am, menos mal que san google nos orientó y estaba muy cerca.
El aeropuerto con este día soleado no tenía nada que ver con la noche ventosa y lluviosa en la que llegamos. Afortunadamente el vuelo iba con retraso y nos dio tiempo de hacer los papeles de devolución del IVA. Con las prisas cuando estábamos en la cola para entrar ya al finger, me di cuenta que había dejado el móvil en la bandeja de seguridad, y menos mal que mi marido atléticamente fue a comprobar si estaba, porque había una considerable distancia. Afortudamente estábamos en Islandia y allí permanecía y le dio tiempo de llegar cuando ya eramos los últimos para embarcar.
En el vuelo fue imposible descansar nada, había un grupo de unas 40 mujeres, de unos 50 años, que iban a Madrid a celebrar algo y ya lo estaban anticipando, divertidas, desenfadadas, cantando y riéndose a carcajadas, pasando botellas de cava, y vasos de whisky y gintonic, aunque ya habrían podido compartir algo . A las 21,30 llegamos al Aeropuerto de Madrid, terminal 1, y pensando en el tiempo que aún nos quedaba por llegar, cambio de autobús a la terminal 4, Bus a Cíbeles y arrastre de maletas, nos miramos y pensamos “después de perdío al río” y cogimos un taxis que en 15 minutos nos dejó en la puerta del Hostal Dulcinea. Qué gusto tomarnos 2 cervezas seguidas, un plato de carrillera buenísima, una ensaladilla y 2 copas de vino por 25€ en el Bar Platerías que tanto nos gusta. Ya sí que tocaba descansar.
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