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A pesar del invierno tardío, habíamos ido teniendo suerte con el tiempo... hasta este día. Amaneció lloviendo, siguió lloviendo y no dejó de llover en todo el día, apenas tres o cuatro ratos. Cuando llueve tanto, los planes se complican. Aun así, intentamos poner al mal tiempo buena cara y disfrutar de lo que pudiésemos.
Fuimos hacia el Parque Nacional del Fiordo de Saguenay, una vez más cerrado a causa de la nieve, lo que significaba que no podíamos acceder a los miradores ni tampoco hacer ninguna ruta. Nos conformamos con visitas alternativas. Una de ellas nos pareció muy curiosa. En el pueblo de Riviere Eternité hay una exposición permanente de belenes al aire libre, de diferentes estilos y materiales.
Continuamos hacia Petit Saguenay y l'Anse Saint Jean. Si vais en verano, desde estos pueblos podéis acceder a miradores sobre el fiordo. Nosotros no pudimos acceder a las carreteras por la nieve, aunque sí que vimos un arce y el puente cubierto de L'Anse que está muy chulo y tiene una exposición de pintura en el interior.
Comimos dentro del coche (en esa época no encontramos ni un solo restaurante abierto), bajo la lluvia, en uno de los accesos al fiordo y continuamos ruta hacia Tadoussac, donde íbamos a dormir. Para llegar, cogimos el ferry que va des Baie Sainte-Catherine hasta Tadoussac. Pasan cada 20 minutos y son gratuitos, así que te ahorras hacer un montón de kilómetros.
Tadoussac es un pueblo marinero, pequeñito pero con encanto. Como curiosidad, fuimos a una microcervecería donde hacen su propia cerveza artesana y nos encontramos con que muchos parroquianos tenían rasgos vascos, vamos, que parecía que habíamos aterrizado en Guetxo
Se nota que los balleneros vascos del siglo pasado dejaron su impronta allí 
Como seguía lloviendo, decidimos a la buena vida: cervecitas y cena. Por cierto, nos alojamos en el Motel Le Beluga, anexo al hotel del mismo nombre, muy cómodo y bastante bien de precio (en esta época).
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