E
l parque nacional de Ethosa tiene una superficie de más de 20000 Km2, lo escribo para que se lea bien más de veinte mil kilómetros cuadrados, esto es una enormidad, hay países más pequeños, aunque nada si lo comparamos con los más de 100000 Km2 que tuvo allá en sus orígenes, cuando se creó a principios del Siglo XX. Su centro está ocupado en gran parte por el lecho seco de un lago y es conocido con el nombre de “the pan” la sartén, un lugar árido y caluroso de color blanco inmaculado y que solo se inunda con una fina lamina de agua durante la temporada de lluvias. Mientras que el resto del parque es una zona semiárida de praderas con arbustos enanos y arboles del tipo de las acacias o los mopanes, un pequeño árbol de hojas muy verdes y que crece por todo el norte de Namibia. En él parque se dan cita todos los grandes animales de África. Elefantes, jirafas, leones, cebras, guepardos, rinocerontes, hipopótamos, todo tipo de gacelas, ñus y antílopes, orgullosos orix, modestas ardillas, jabalíes verrugosos ¿os acordáis de Pumba del Rey León? pues justo ese, multitud de aves desde el gigantesco avestruz a diminutas y coloridas aves cantoras pasando por garzas y gallinas pintadas, serpientes, roedores… Lo mejor del parque es que no tienes que pasarte horas dentro del vehículo circulando por los polvorientos caminos a ver si tienes la suerte de cruzarte con alguno de los animales anteriormente citados que también, si no que gracias a los bebederos o charcas “waterholes” estratégicamente situados, es posible ver a decenas de animales juntos, sin mucho esfuerzo, mientras beben o se bañan. No creáis por ello que a los animales se les ve en la distancia, nada más lejos de la realidad, es muy normal tener que detener el coche en medio de la carretera mientras que a dos metros por delante del vehículo cruza un manada de cebras, o unas leonas han decidido tumbarse en medio de la carretera y hay que esperar a que perezosas se levantan y tranquilamente se vayan a tumbar entre los arbustos mientras en su camino pasan a medio metro de la ventanilla del coche.
Lo ideal es dedicarle al parque un par de días realizando lo que llaman “the game” pero en lugar de cazar a los animales con rifles, capturarlos únicamente con la cámara fotográfica y así tener la oportunidad de pasar la noche en el parque en alguno de los lugares acondicionados dentro del parque para ello ya sea como campista o alquilando una humilde pero muy bien acondicionada cabaña.
Nosotros pasamos la noche en un lugar llamado Okakuejo, que en lenguaje local significa “lugar de las mujeres”, un sitio agradable, con una infraestructura básica pero muy completa, que cuenta con zonas de acampada, tienda, restaurante, bar, y una piscina un lujo que se agradece. Nada mejor que un refrescante baño a la caída de la tarde después de un duro día de calor y polvo y antes de tomar una cerveza bien fría. El lugar cuenta y es lo más importante con una charcha acondicionada, incluso con asientos y una grada techada para evitar el sol del mediodía, que permite a los turistas ver desde pocos metros de distancia a los animales que se acercan durante todo el día y toda la noche para abrevar. Después de una de las muchas visitas que hicimos por la noche al abrevadero, una de ellas con botella de vino namibio incluido, y mientras volvíamos a nuestro alojamiento, nos cruzamos con un par de chacales que deambulaban por la zona en busca de alimentos y que temerosos huyeron ante nuestra presencia.
Algo que no se suele comentar mucho es el increíble cielo nocturno que se disfruta aquí. Un cielo plagado por decenas de miles estrellas y que se ve coronado por una vía láctea que orgullosa e impresionante cruza luminosa la totalidad del firmamento, producto todo ello de la total falta de contaminación lumínica. Posiblemente con el paso del tiempo y los años, se me vayan perdiendo algunos recuerdos de este viaje pero estoy seguro de que uno de los recuerdos que nunca olvidare será el de estar sentado por la noche en un banco, viendo como una pareja de elefantes disfrutaban de la charcha y sobre nosotros refulgía el cielo más estrellado que se pueda ver.
Lo ideal es dedicarle al parque un par de días realizando lo que llaman “the game” pero en lugar de cazar a los animales con rifles, capturarlos únicamente con la cámara fotográfica y así tener la oportunidad de pasar la noche en el parque en alguno de los lugares acondicionados dentro del parque para ello ya sea como campista o alquilando una humilde pero muy bien acondicionada cabaña.
Nosotros pasamos la noche en un lugar llamado Okakuejo, que en lenguaje local significa “lugar de las mujeres”, un sitio agradable, con una infraestructura básica pero muy completa, que cuenta con zonas de acampada, tienda, restaurante, bar, y una piscina un lujo que se agradece. Nada mejor que un refrescante baño a la caída de la tarde después de un duro día de calor y polvo y antes de tomar una cerveza bien fría. El lugar cuenta y es lo más importante con una charcha acondicionada, incluso con asientos y una grada techada para evitar el sol del mediodía, que permite a los turistas ver desde pocos metros de distancia a los animales que se acercan durante todo el día y toda la noche para abrevar. Después de una de las muchas visitas que hicimos por la noche al abrevadero, una de ellas con botella de vino namibio incluido, y mientras volvíamos a nuestro alojamiento, nos cruzamos con un par de chacales que deambulaban por la zona en busca de alimentos y que temerosos huyeron ante nuestra presencia.
Algo que no se suele comentar mucho es el increíble cielo nocturno que se disfruta aquí. Un cielo plagado por decenas de miles estrellas y que se ve coronado por una vía láctea que orgullosa e impresionante cruza luminosa la totalidad del firmamento, producto todo ello de la total falta de contaminación lumínica. Posiblemente con el paso del tiempo y los años, se me vayan perdiendo algunos recuerdos de este viaje pero estoy seguro de que uno de los recuerdos que nunca olvidare será el de estar sentado por la noche en un banco, viendo como una pareja de elefantes disfrutaban de la charcha y sobre nosotros refulgía el cielo más estrellado que se pueda ver.