Hoy el despertador suena a las 5:45, la verdad que he dormido de maravilla contra todo pronóstico. No sabía que tal iba a dormir en un futón pero fue bastante cómodo, supongo que el cansancio también ayuda. Nos levantamos temprano ya que nos vamos a unir a la oración de la mañana en el monasterio budista. Llegamos a la sala donde se realizará el ritual adornada por un altar en la parte frontal con distintas figuras y cuencos tibetanos, el suelo es un gran tapiz rojo que cubre toda la superficie y el techo lleno de farolillos ordenados en forma cuadrada. El olor a sándalo generado por los inciensos inunda la habitación y te invita a la meditación. Nos disponemos, los huéspedes, delante del altar y nos invitan a sentarnos en el suelo, salen los cuatro monjes. Uno de ellos, el prior, será el que imparta la oración, una mujer que le ayudará con las oraciones realizándolas en forma de cántico budista, y los otros dos a modo de monaguillos.
El ritual duró unos 30 min, nos resultó bastante interesante, incluso te dejan participar para que realices tus peticiones y des gracias. Al finalizar, el monje de mayor rango te cuenta un poco la historia del monasterio y te agradece el interés y el haber participado en los oficios.
Una vez con el alma y la mente purificadas, volvemos a la habitación para desayunar. Si vais con media pensión, el desayuno vegano lo sirven en una de las salas del recinto. Nos arreglamos y realizamos el check-out, en esta ocasión las maletas se quedarán en el monasterio porque queríamos seguir haciendo turismo por el pueblo. Volveríamos a por las maletas cuando nos fuéramos para nuestro próximo destino.
Nos gustó tanto el paseo nocturno de ayer por el cementerio Okunoin que estábamos deseando volver hoy por la mañana. Eran las 08:00 por lo que decidimos hacerlo cuanto antes para que el calor no nos agobiase demasiado. Decidimos desplazarnos andando desde el hotel hasta la entrada por la que salimos anoche, la más cercana al pueblo. Según te vas adentrando en el cementerio y el bosque aprecias que, tanto por la noche como de día, el lugar tiene su encanto. Existen excursiones guiadas para visitarlo pero nosotros decidimos hacerlo por nuestra cuenta.
Eran las 10:00 y hacía mucho que habíamos desayunado, teníamos hambre. Para la vuelta, en esta ocasión cogimos el camino corto, que nos dejaba en la parada del bus. Allí, cerca del parquing había un restaurante que quedaban 5 minutos para su apertura. Decidimos esperar para tomarnos un tentempié y no nos arrepentimos. Todo lo que había en la vitrina de cristal con los platos de plástico tenía una pinta buenísima. Tomamos dos platos combinados que llevaban cerdo empanado con panko, arroz con un huevo por encima, sopa miso y ensalada. Agua y té gratis. Todo salió por 1860 ¥, estaba todo delicioso y el trato fue espectacular. El sitio se llamaba Kasa Kuninakano (se encuentra dentro del edificio).
Después de descansar y recargar pilas tomamos el bus y nos dirigimos al hotel para coger las maletas y poner rumbo a Kyoto, nuestro próximo destino. Hicimos el camino a la inversa que tomamos ayer, bus, funicular y tren. Tren que nos dejará en Shinimamiya, donde comenzaremos a utilizar el JR. El viaje será como se ve en la captura:
Una vez en Kyoto, tomamos el metro que nos dejará cerca del hotel. Tomamos la línea verde hasta Karasuma Oike, tendremos que andar unos metros y llegaríamos a nuestro hotel: Hotel Resol Trinity Oike Fuyacho. El billete de metro fueron 260 ¥ por persona.
El hotel es bastante moderno, en la recepción tenía como un patio interior con una especie de estanque. En la habitación disponíamos de dos pares de zapatillas cada uno, unas para las zonas comunes del hotel y otras para la habitación; y por supuesto unos pijamas a modo de yukata para poder ir al onsen. Este sería nuestro alojamiento para las próximas 6 noches y la verdad que no estuvo mal. Incluso había una persona de la recepción que chapurreaba un poco español, cosa que nos agradó bastante.
Algunos de los detalles del hotel, con muy buen gusto por cierto, es que tenía bonsais por todo el hall y zonas de los ascensores que cambiaban cada dos días.
Eran las 17:00 por lo que nos decidimos a dejar el hotel y conocer parte de la ciudad de Kyoto. Llegamos caminando hasta la zona de Pontocho, entre medias nos encontramos distintas zonas comerciales que reservamos para los últimos días en la ciudad. La idea era llegar a Pontocho para ver alguna Geisha, que después nos enteramos que la palabra Geisha solo se utiliza en Tokyo; en Kyoto se utiliza Maiko o Geiko dependiendo de la experiencia y edad. Siendo las primeras más jóvenes y las segundas más mayores y con mucho más estatus social.
Recorrimos todos los callejones sin tener mucha suerte, la verdad que fue bastante decepcionante, solo había turistas!!!! Es una zona muy característica, la verdad, para mi es muy como te imaginas Japón cuando preparas el viaje, lleno de tabernas y restaurantes. Cruzamos el puente que cruza el río Kamo viendo sus terrazas para poder cenar y tomarte algo.
Estábamos un pco cansados y queríamos cenar para ir al hotel a dormir. Paramos en el restaurante TABACO-YA en Pontocho. Aquí os dejo la dirección: Japón, 〒604-8016 Kyoto, Nakagyo Ward, 先斗町通り四条上ル 250m西側.
Tomamos algo de sushi de caballa, sashimi variado y tempura de pescado con sal en escamas, más bebida nos costó 5800 ¥.
Desde allí nos fuimos al hotel para descansar. En el camino vimos una pareja de japoneses muy simpáticos con sus yukatas por la calle, para nosotros fue muy chulo. Luego, en el resto del viaje, nos daríamos cuenta que a los kiotenses y japoneses les encanta salir con sus yukatas por la calle, es muy normal para el día a día.
Cuando llegamos al hotel probé el onsen, mucho mejor preparado que el de la noche anterior. Después de unos minutos de relax, tocaba hora de dormir.