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Desayunamos dulces egipcios y nos fuimos con Said y el conductor directas a meternos en el bullicio de El Cairo. Lamentablemente apenas salvé fotos de ese día, pero como dije antes, todo estará en mi memoria para siempre.
Ir en coche por El Cairo en hora punta (osea, siempre) es toda una aventura. Al principio alucinas y piensas que de ahí no sales viva. Coches por todas partes, carreteras de cuatro carriles convertidos en seis o siete, o los que hagan falta, peatones cruzando entre los coches con todo tipo de artefactos, gente en moto por todas partes (tres en moto es lo normal), autobuses a rebosar metiéndose por sitios impensables... La leche! ¿Y cómo es posible conducir por ahí? ¿Y cruzar esas calles? Pues lo es y además es más seguro de lo que parece. Es.. como dije en la anterior etapa... un caos controlado.
No vi ni un choque, ni un atropello, ni nada. Todo el mundo (a pesar de que los cláxones de los coches sonaban sin parar en una especie de sinfonía espiritual) iba de lo más tranquilo, esquivándose unos a otros en comunión... A-co-jo-nan-te.
Así que te relajas y formas parte de ello, sin prisas pero atenta a todo. El tráfico en El Cairo es una experiencia religiosa digna de ser vivida. Y los coches, para verlos... Aunque hay de todo.
Nuestra primera visita fue a la ciudadela de Saladino, del siglo XII y preparada para la defensa de la ciudad. Allí se encuentran tres de los templos más importantes de la ciudad; la Mezquita del Sultán Hasán, la Mezquita de Ibn Tulun y la Mezquita de Al Rifa'i.
La entrada cuesta 140 libras egipcias y creo recordar que pagué 50 libras más por llevar la cámara y hacer fotos.
Tiene unas vistas increíbles de la ciudad y desde ahí te das cuenta de la gran contaminación que tiene El Cairo ( por si antes no te habías fijado)
Entramos en una de las mezquitas y nos sentamos en el suelo, tras escuchar un trozo de historia de Egipto contada con pasión por Said y pasear después por gran parte de la ciudadela, nos dirigimos al museo de El Cairo.
De camino pasamos por el que va a ser el nuevo museo y es realmente enorme. Por un lado es genial que tengan más espacio y puedan sacar a la luz montones de objetos que se encuentran ahora mismo guardados, pero creo que el museo de El Cairo tal y como está ahora es apasionante y mucho me temo que perderá su esencia...
Por desgracia he perdido todas las fotos de ese momento.
De verdad que las pirámides, mezquitas y museos son una pasada para los sentidos. Pero cruzar una calle en El Cairo es una experiencia extrasensorial que nada tiene que envidiar a cualquier deporte de riesgo extremo... sobre todo cuando Said, en medio de una calle de seis carriles, te dice... "no corras, cruza tranquila, ellos se apartan". Y lo ves tan confiado que le haces caso y de repente te conviertes en un yedi capaz de sortear cualquier obstáculo, antes incluso de que se acerque.
La entrada al museo de El Cairo cuesta 200 libras egipcias y 50 libras más si quieres hacer fotos. Las momias se pagan aparte (no recuerdo el precio), es un pasillo donde se encuentran algunas de las momias más famosas, entre ellas la de Ramsés II.
Perderte por ese museo debe ser una locura, pero nosotras estuvimos escuchando a Said que nos guió durante todo el recorrido. Estar con un guía en Egipto es práctico y seguro, pero en ese momento os juro que me estorbó bastante, me gusta recorrer los museos a mi ritmo.
A la entrada ya te recibe la paleta de Narmer (responsable de la unificación de Egipto), vas recorriendo las estancias y te encuentras con Estatua sedente de Kefrén, el alcalde del pueblo, Akenatón y Nefertiti... y de repente (en una sala donde no se pueden hacer fotos) está esperándote la La máscara funeraria de Tutankamón... Un placer para los ojos, una auténtica locura.
Después de ver las maravillas del museo, Said nos llevó a una tienda donde hacían papiros (más que nada porque él se lleva una comisión si le compramos algo). El dueño nos llevó a la que él llamaba la "habitación de la magia"... De repente estábamos metidas en un cuartucho lleno de papiros pintados al estilo cartel grupo heavy de los 80... Y va el tío y apaga la luz...Yo buscando el botón del pánico hasta que me di cuenta, que esos papiros ochenteros de repente se convertían en siluetas brillando en la oscuridad de Nefertiti, Tutankamon y hasta de la Virgen María. Hubo que insistir con eso de que No es No porque no podía entender que no quisiéramos llevarnos tal reliquia a casa. Son mundiales.
Así que después de una explicación de cómo se hacían los papiros y tal y tal, y querer vendernos media tienda, me fui de allí con Akenatón (mi preferido) pintado en un papiro (de los que no brillaban en la oscuridad) y con mi nombre en otro que fue de regalo. Total, 30 eurazos.
Muy cansadas nos fuimos al hotel donde habíamos pedido que nos guardaran el desayuno para la cena, ya que habíamos comido los dulces de Said nada más levantarnos y no teníamos hambre. Cenamos viendo el espectáculo nocturno de luces y sonido (una vez más) y nos fuimos a dormir ya que al día siguiente nos esperaba un avión para Atenas bien temprano.
Nos quedó tanto por ver de Egipto... Siempre que voy a un sitio, tengo la sensación de que nunca volveré... Hay tanto por ver en el mundo y tan poco dinero que siempre terminas viajando a un sitio nuevo. Pero estoy segura que volveré a Egipto y me pasaré al menos una semana recorriendo el país. Es el sitio más increíble que conozco. Por favor, no os lo perdáis y no tengáis miedo... ya sabemos lo que pasa con el terrorismo, pero nadie te dice que no te pueda pasar aquí.
Hasta pronto, Egipto
Nota: Puedes duchate les veces que quieras que la arena del desierto se te mete hasta el duodeno y no hay manera de despegala. Y si llevas cámara de fotos digital, intenta sacarla de su funda el menor tiempo posible, lo justo para disparar la foto y volver a guardarla, la arena del desierto es muy fina y te puedes llevar un disgusto.
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