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Como todos los días, el desayuno es de lo más agradable. Comentamos con Carlo que hoy tenemos previsto visitar Vall d’Orcia y que tenemos reservado un coche con Hertz. Además de indicarnos que los pueblos y paisajes que veremos son preciosos, nos recomienda que, al volver, dejemos el coche en el parking de la estación de ferrocarril, ya que solo pagaremos 1,00€ por toda la noche, siempre que lo retiremos antes de las 9:00 del día siguiente.
Pero no sólo nos da buena información, sino que, además, no obsequia con una botella de Chianti. ¿No es un encanto?
Bueno, pues después de un buen rato de espera, recogemos nuestro coche, un Fiat Panda que nos va a llevar por las carreteras toscanas.
Pues sí, hoy vamos a visitar carreteras que recorren los paisajes toscanos que a todos nos enamoran, con colinas onduladas, caminos con cipreses, campos de cultivo...
Nuestro primer destino es Montepulciano, que está situado en lo alto de una colina, con un trazado típicamente medieval, rodeado de murallas, y en cuyo interior se conjugan elementos medievales y renacentistas.
Dejamos el coche en el aparcamiento que hay junto Porta del Prato (43°05'52.0"N, 11°47'06.0"E) y nos acercamos en un paseo. Una vez atravesada la Puerta, enseguida llegamos a una placeta donde se encuentra la Colonna del Marzocco, una columna con el león heráldico de Florencia. Después de muchas contiendas entre Siena y Florencia por quedarse con la ciudad, fue conquistada por los Médicis en el siglo XV. Esta columna muestra el dominio de Florencia sobre Montepulciano.
El día se está poniendo un poco tristón. Menos mal que recorrer esta población es muy fácil, ya que, prácticamente, hay que seguir una sola calle, Via di Voltaia Nel Corso. En el número 73 está el Palazzo Buccelli que se caracteriza por los restos romanos y etruscos que hay en su fachada. Al parecer, su dueño, Pietro Buccelli era un gran coleccionista de antigüedades.
Más adelante está la iglesia de Sant’Agostino, que, aunque es del siglo XIII, tiene una fachada renacentista, ya que fue remodelada en el siglo XV. Y casi enfrente se encuentra la Torri di Pulcinella, una torre medieval que tiene en lo alto un reloj con una estatua de Pulcinella, que da las horas.
Un poco más adelante, tras pasar un arco, se llega a la Piazza delle Erbe, donde se celebraba el mercado. Aquí está la Loggia del Grano que, al parecer, es obra de Vignola. Siguiendo encontramos el Palazzo Cervini, obra de Sangallo el joven. Fue encargado por Marcelo II Cervini, que fue Papa durante sólo 25 días.
En los número 27 y 29 está el Caffe Poliziano que era frecuentado por el director de cine italiano Federico Fellini. Y como no nos merecemos menos decidimos tomarnos un cappuccino y un caffe machiato. Bueno, la verdad es que hemos tomado un cappuccino, un machiato “salato” y un machiato normal. ¡Si por algo hace años que no me pongo azúcar! así seguro que no me confundo con la sal. El lugar es encantador, y los diferentes salones son muy acogedores. Tiene unos balcones con un par de mesas cada uno, que claro, están más que solicitados. Desde ellos, se ve un paisaje espectacular.
A lo largo de la calle, a mano izquierda, hay callejones que conducen a una terraza desde donde ver el paisaje de la zona: no hay que perdérselos.
Siguiendo se llega hasta la Fortaleza, que actualmente es un centro cultural, pero nosotros preferimos dirigirnos hacia la Piazza Grande o Piazza del Duomo. Cuando llegamos, enseguida identificamos el escenario: aquí se rodó la escena del lanzamiento de banderas de la película Bajo el sol de la Toscana.
Esta plaza está presidida por la Catedral de Santa María Assunta, que tampoco tiene fachada. Lo bueno está en el interior, pero está cerrada. Así que nos quedamos con las ganas de ver el retablo mayor de la Asunción de la Virgen obra de Taddeo di Bartolo o el Altar de los lirios, de Andrea della Robbia... Así que nos vamos hacia el Palazzo Comunale, el Ayuntamiento, construido entre el final del siglo XIV y principios del siglo XV. La fachada fue diseñada por Michelozzo, siguiendo el modelo del Palazzo Vecchio de Florencia. Se puede subir a la torre y desde allí se pueden ver unas vistas del pueblo y de la campiña.
Enfrente está el Palazzo Contucci, donde se puede comprar Vino Nobile di Montepulciano. A continuación, encontramos el Palazzo Targi, que se atribuye o a Sangallo el Viejo o a Vignola. A su izquierda se encuentra el Pozo del Griffo y del Leon, del siglo XVI, con leones florentinos y grifos montepulcianos que aguantan el escudo de armas de los Medicis. Detrás del pozo se encuentra el Palacio Gótico de Capitano del Popolo.
Seguimos Via del Ricci hasta llegar al lugar donde tenemos el coche aparcado. Aquí hay una buena vista de la población. El día parece que empieza a arreglarse.
Fuera de la ciudad se encuentra la Iglesia de San Biagio, pero preferimos continuar hasta nuestro siguiente destino.
Nuestro siguiente destino es Monticchiello, a solo 12 km. El coche hay que dejarlo fuera de las murallas. Hay un aparcamiento público antes de entrar en el recinto (Coordenadas 43°04'00.7"N 11°43'32.7"E).
Monticchiello está situado en una colina. Cuando atraviesas la puerta de las murallas parece que te has trasladado en el tiempo, porque Monticchiello está muy bien conservado. En el interior de las murallas de la fortaleza del siglo XIII hay un continuo de callecitas empedradas, con casas de piedras llenas de flores. Es muy tranquilo: todo armonía.
En el pueblo hay dos iglesias y, al final del pueblo, hay una altísima torre vigía.
Es un pueblecito pequeño, que se ve en un momento.
Se puede subir a lo alto de la puerta de acceso y desde allí se ve un paisaje precioso, ondulante, con caminos bordeados de cipreses... Si no se quiere subir, justo delante de esta puerta hay un mirador con bancos para disfrutar del paisaje de una manera más relajada. A lo lejos, sobre una colina, se ve la silueta de Montepulciano.
Se acerca la hora de comer, aunque todavía es un poco pronto para hacerlo aquí.
Teníamos previsto visitar Bagno Vignoni, pero al ser un centro termal, puede que las osterias o trattorias sean más caras.
Decidimos que lo mejor es viajar hacia Pienza, que solo está a 10 km. de aquí. Evidentemente, dejamos el coche fuera de las murallas, en una pequeña zona destinada al aparcamiento (43°04'33.7"N 11°40'49.7"E).
Pienza, no recibe este nombre hasta 1459. Hasta ese momento era conocida como Corsignano, cuando el papa Pío II, Enea Silvio Piccolomini, el de la Biblioteca Piccolomini de la Catedral de Siena, decidió transformar su lugar de nacimiento en un modelo de ciudad renacentista.
La verdad es que no es una ciudad en la que haya muchas cosas que visitar, pero las calles llenas de flores y los paisajes que se divisan no son fáciles de olvidar.
Tras dejar el coche, nos dirigimos hacia la izquierda y accedemos a la zona amurallada por la Porta al Ciglio. Y ya estamos en la calle principal, y casi única, el Corso Rossellino. El corso debe su nombre a Bernardo Rossellino, el arquitecto que recibió de Pío II el encargo de realizar su sueño. Aquí encontramos tiendas de antigüedades, de souvenirs, de queso pecorino en miles de variantes... Esta calle conduce a la Piazza Pio II (como no).
La catedral es el edificio más importante de la plaza. En la fachada, en el frontón, está el escudo de armas de Pío II, rodeado por una guirnalda de frutos. Dada la hora que es, evidentemente está cerrada. A la izquierda de la catedral está el Palazzo Borgia o el Palazzo dei Vescovi, que es la sede del Museo Diocesano, y a la derecha está el Palazzo Piccolomini, al que solo podemos acceder al patio. Frente a la catedral está el Palazzo Pubblico o Ayuntamiento. También hay un pozo, obra de Rossellino, de 1462.
Pero bueno ya es hora de comer, y esto es justo lo que todo visitante ha pensado a esta hora. Mientras paseamos vemos una heladería en la que preparan paninis al momento y con una cola que deja claro que el tema de los horarios no somos los únicos que lo hemos sufrido.
Con nuestro panini y nuestra botella de agua vamos a un mirador que hay justo detrás de la catedral (se accede por el lateral izquierdo) y disfrutamos de unas vistas increíbles desde el Belvedere, incluso divisamos Monticchiello en la lejanía.
Después del descanso continuamos por Corso Rosselino hasta atravesar Porta al Prato. Damos una vuelta por los jardines de Piazza Dante Alighieri y cuando damos la vuelta para recoger el coche, en Via Enzo Mangiavacchi, vemos la Gelateria Toscana que no hace más que llamarnos. Son helados artesanos. Mi marido lo tiene claro, un vasito de helado de café. Yo me decido por la recomendación del dependiente, queso pecorino con higos. Si además de los helados que están buenísimos, tienes una terracita para tomar el sol...
Y nuestro siguiente destino es Castiglione d’Orcia. Ahora vamos a hacer más kilómetros de lo normal, para luego desandarlos, pero ya de regreso a Siena. ¡Da gusto hacer kilómetros por estos paisajes! Nos vamos parando siempre que la carretera lo permite.
Más o menos a medio camino entre Pienza y San Quirico D’Orcia, en un ensanchamiento de la carretera, vemos un buen número de coches parados delante de una verja que da acceso a un agriturismo. Si hay tanta gente es que hay algo que merezca la pena, así que nosotros también nos paramos. ¡Y tanto que valía la pena! nos encontramos con esa imagen que tanto habíamos visto mientras preparábamos este viaje: la capella della Madonna di Vitaleta. Es difícil encontrar algo más sencillo y bello. Las coordenadas de la carretera son 43°04'23.5"N 11°37'29.1"E.
Y llegamos a Castiglione d’Orcia. Es un pueblecito de calles empedradas, pero lo más característico son las ruinas de la fortaleza situada en lo alto de la colina. Hay un parque junto a estas ruinas, desde donde hay unas buenas vistas no solo de esta fortaleza, sino del pueblo, de la Fortaleza de Tentennano y el Monte Amiata.
El siguiente destino es Bagno Vignoni. Dejamos el coche en el aparcamiento que hay junto a la estación de autobuses.
Bagno Vignoni, desde la antigüedad es un centro termal que se caracterizaba porque hasta allí, gentes de todas las clases sociales, se desplazaban para disfrutar de las aguas calientes y sulfúreas que surgen desde el subsuelo.
Todavía conserva su aspecto medieval, pero lo más característico de esta localidad es que el centro del pueblo, la Plaza de las Fuentes, está ocupada por una gran piscina de aguas termales.
Desde la Plaza de las Fuentes salen unos canales que recorren todo el pueblo, donde las aguas fluyen a 49°. Estos canales nos llevan hasta un parque, con unas ruinas, y unos bancos desde donde se ve, enfrente, Castiglione d’Orcia. Pero esta vista no es lo mejor que tiene este parque: lo mejor es que si se desciende por las rocas, se llega hasta unas termas romanas naturales que recogen el agua que circula por esos canales. Ya sabes: no te dejes el bañador, y no se te ocurra ir con sandalias.
Aunque aquí se está en la gloria, es el momento de regresar a Siena. Hacemos una parada en San Quirico d’Orcia, una ciudad pequeñita, de origen etrusco, que conserva parte del recinto amurallado de la época medieval. Destacan la Colegiata de San Quirico y Santa Giuditta y el Palazzo Chigi. También se puede visitar el “Horti Leonini”, un parque muy grande, al estilo de jardín italiano, con alguna escultura.
Y volvemos a Siena. Tenemos por delante casi una hora de camino y tenemos que comprar la cena en el supermercado de la estación.
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