Recorrido del octavo día
Nos levantamos pronto y dimos cuenta del suculento desayuno que mencioné en la etapa anterior. En el equipo de música del comedor sonaba música tradicional ( ). Me acerqué a ver el CD que estaba sonando y no conocía al grupo: Skipinnish se llamaba. Estaba bien. Un grupo de gente joven pero ya con amplia trayectoria, que canta principalmente en inglés a pesar de ser de una zona donde todavía se habla gaélico escocés. Os dejo por aquí un tema
Durante el desayuno, charlamos un buen rato con la dueña del B&B y la cosa se fue animando. Comenzó a traernos todo tipo de información turística y a recomendarnos visitas. Nos hizo especial gracia un mapa turístico dedicado a Outlander y sus localizaciones. No somos especialmente seguidores de la serie, vimos la primera temporada antes del viaje por aquello de que estaba ambientada en Escocia, pero lo cierto es que este culebrón de época nos pareció más bien flojillo eso sí, el mapa estaba muy currado. Buscadlo si sois fans de la serie, os encantará.
Pitlocrhy es un sin duda un bonito pueblo y un lugar ideal para alojarse en el trayecto desde Edimburgo o Stirling hacia el norte, o viceversa, como era nuestro caso. La ciudad tiene encanto. Está todo rehabilitado a la perfección. Cada casa, cada tienda, cada pub, cada jardín… Todo pensado para hacerte sentir en una novela victoriana ambientada en las Highlands. Lo cierto es que pese a su carácter eminentemente turístico no sientes en ningún momento que todo sea un decorado pensado para los visitantes. Pasear por sus calles es un placer.
Tiene además Pitlocrhy algunas visitas interesantes, varias destilerías de whisky entre ellas. Esa mañana pudimos acercarnos a uno de los puntos turísticos más famosos: su presa (dam).
La presa con el edificio del centro de visitantes al fondo
En Pitlocrhy, el río Tummel está embalsado y es uno de los lugares más conocidos de Escocia para ver saltar a los salmones; hay incluso un contador electrónico que va enumerando los que han saltado hasta ese momento. No estábamos en temporada y no los pudimos ver –lástima–, pero la presa por sí sola merece una visita. La energía, en mi caso por dedicarme a ello profesionalmente, siempre me interesa, así que la visita se me hizo entretenida. Puedes ver la presa por dentro, recorrer toda la instalación y sus distintos canales, y admirar las vistas del embalse que hay desde lo alto.
Vistas desde lo alto de la presa
También hay un pequeño museo dedicado a la hidráulica y otras formas de generación de energía limpia en Escocia (eólica y energía de las mareas, principalmente, donde este país es pionero). La visita es gratuita, por cierto.
Nos fuimos de la presa y dimos una vuelta por el pueblo. Las tiendas aquí son una tentación, la verdad. Caímos en una de jabones artesanales, The Highland Soap Company (situada en la calle principal). Teníamos sus jabones en el B&B y nos habían gustado mucho. Nos llevamos un buen cargamento, algunos de aromas tan curiosos como jengibre, miel o lima. Terminamos de ver el pueblo, su famoso pub Moulin Hotel y algunas iglesias.
Desde Pitlochry hasta el castillo de Doune, nuestra siguiente visita ese día, hay algo más de una hora. Encontramos bastante tráfico, la verdad. Muchos camiones. La mayoría del trayecto es autovía (la A9) pero los carriles son estrechos y hay que ir con cierto cuidado en los adelantamientos.
Llegamos al castillo en pleno chaparrón. Esperamos un rato a que escampara y bajamos del coche. El de Doune es un castillo muy popular gracias a sus apariciones en películas y series. Los Caballeros de la Mesa Cuadrada –película de los Monthy Pyton- Juego de Tronos (Invernalia) o Outlander (castillo de Leoch) han rodado aquí. En principio no teníamos previsto visitar este castillo pero al ser gratuito con el Explorer Pass y estar muy cerca de Stirling, nuestra siguiente parada, le dimos una oportunidad.
Invernalia!!
El castillo tiene mucha fama… pero lo cierto es que no hace justicia a ella, en mi opinión. Quizás influyó en mi primera mala impresión que todo el patio estuviese en obras. Desde fuera, eso sí, su estampa es bonita. Una fortaleza pequeña pero resultona.
Se trata de un castillo con origen en el s.XIV, que debe su actual aspecto a Robert Stewart, el primer duque de Albany y gobernador de Escocia. Tras ver su fachada principal y el patio, nos adentramos en las distintas estancias del castillo: salón, habitaciones… todo un poco soso… Quizás lo más llamativo sea la cocina.
Y desde el pueblo de Doune nos dirigimos hacia Stirling. En este caso no fuimos por la autovía M9 si no por una carretera interior (la A84) que resultó mucho más tranquila y con mejores vistas de la ciudad según te vas acercando.
Cuando preparaba el viaje, elegir el alojamiento en Stirling fue un quebradero de cabeza importante. La ciudad está 'dividida' es dos partes: una zona antigua (Old Town) a los pies del castillo, donde están las principales plazas de la ciudad, el famoso cementerio y la iglesia Holy Rode, los pubs tradicionales, etc. y otra zona nueva, a modo de ensanche de la ciudad, al lado del monumento a William Wallace. Los B&B que miramos en Old Town nos parecieron caros o de dudosa calidad. No pudimos encontrar nada en el entorno de las 70-80 £ que nos convenciera; así que optamos por la zona nueva. Aquí hay más variedad y mejores precios, pero es necesario el coche si quieres ir a cenar al centro. Más adelante os hablaré del alojamiento que finalmente elegimos, el Craigard B&B.
Volvamos al viaje en sí. Llegamos en coche a mediodía y nos dirigimos directamente al castillo de Stirling. Íbamos algo justos de tiempo y optamos por aparcar directamente en el parking del castillo (4£). No encontramos demasiada gente en la entrada y comenzamos con ánimo y un sol espectacular (¡por fin!) la visita a esta enorme fortaleza. La visita es gratuita con el Explorer Pass.
Al menos hay que reservar de 2 a 3 horas para ver el castillo. Es enorme y muy interesante.
Las murallas ya impresionan desde el parking. Antes de entrar, hay una estatua de Robert de Bruce (rey de Escocia de 1306 a 1329 y pieza clave en la historia nacional) que merece la foto de rigor.
Según vas avanzando hacia la entrada principal te das cuenta de la privilegiada ubicación del castillo. "Hold Stirling and you control Scotland" afirman aquí desde hace siglos. Y así es: Stirling se convirtió durante siglos en piedra angular para todo aquel que quisiera mantener bajo su poder el norte de la isla de Gran Bretaña. Todo eso y mucho más se explica en la exposición permanente que se encuentra nada más sobrepasar las murallas, a la izquierda. Desde los primeros vestigios prehistóricos hasta la sucesión de reyes que pasaron por el trono escocés. No está mal pero llega un momento en que cansa.
Entrada principal del castillo
Se agradece salir de nuevo al aire libre y ver el maravilloso jardín a los pies de la Prince´s tower. Tuvimos la suerte de verlo a pleno sol, un lujo. Tras un buen rato paseando entre cardos –el símbolo escocés por antonomasia– nos dirigimos a las murallas. Más de media hora estuvimos pateando los muros del castillo, que dan para un sinfín de fotos.
Jardín a pleno sol
De allí pasamos al Royal Palace, uno de los platos fuertes –a priori– de la visita. La profunda restauración que hicieron en 2011 lo ha dejado todo impoluto… pero en mi opinión se han pasado. Todo está tan limpio, tan colorido, tan delineado que no te acabas de creer que estés paseando por las estancias que James V mandó construir para su esposa francesa a mediados del s. XVI. Este rey escocés fue el encargado de decorar el palacio con suntuosos techos y blasones heráldicos.
Chimena con el escudo real
Tras salir al amplio patio del Royal Palace, optamos por ir hacia el Great Hall, ubicado justo al lado. A pesar de su 'llamativo' aspecto exterior, el interior merece una visita. Uno no puede dejar de imaginar las fiestas que los monarcas montarían en este amplio espacio. Es el salón medieval más grande de Escocia y data de la época de James IV y James VI. No perdimos la ocasión de hacernos la típica foto ‘guiri’ sentados en las dos grandes sillas que presiden en salón.
La Royal Chapel, pegada al Great Hall, se ve rápido y no aporta gran cosa estéticamente. Al menos aquí, al igual que en el Great Hall, la restauración ha sido más cautelosa que la del Royal Palace.
Desde el Great Hall accedimos al Kings Old Building, pasamos rápido por el Musum of the Argyll & Sutherland Highlanders y fuimos hacia las cocinas (Great Kitchen), una visita curiosa y bien ambientada. Paseamos algo más por las murallas (en la zona de la Grand Battery) y enfilamos hacia la parte final de la visita, el jardín de la Reina Ana, una zona poco concurrida y soleada que nos pareció muy chula. Las vistas desde aquí son estupendas.
Vistas desde las murallas con la torre del National Wallace Monument al fondo
En esta entrada del blog MadAboouTravel tenéis información muy completa del castillo de Stirling
madaboutravel.com/ ...highlands/
Sobre las habituales comparaciones del castillo de Edimburgo vs el de Stirling… hay opiniones para todos los gustos. Yo creo que no hay un claro ganador. Las vistas, las murallas y el ambiente medieval del castillo de Stirling son únicas pero el de Edimburgo tiene mejores salas y visitas interiores. Ambos merecen la pena. Si me tengo que quedar con uno, quizás sea con el de Stirling… a pesar de la atroz restauración del Royal Palace.
Si bien el castillo es la principal atracción, Stirling tiene otros muchos atractivos. Desde el castillo, cogimos de nuevo el coche y nos fuimos a nuestro alojamiento. Hecho el desembarco de rigor en el B&B, optamos por visitar el monumento a William Wallace (National Wallace Monument), que quedaba a solo 5 minutos en coche de allí.
Se trata de una extraña torre, de aspecto neogótico, que data de la época victoriana. El monumento es visible desde casi todos los puntos de la ciudad. Desde la base de la torre se pueden admirar espléndidas vistas de Strirling, el valle del río Forth y el campo de batalla del Stirling Bridge, donde W. Wallace, héroe nacional y prócer escocés, derrotó a los ingleses en 1297.
Tras la zona de las taquillas, un empinado camino asciende hasta la cima de la colina, donde está situada la torre. El sendero es bonito y, según se va ganando altura, las vistas mejoran. Una vez arriba, la panorámica compensa el esfuerzo. Decidimos no entrar en la torre, la información sobre lo que hay en el interior (salvo la espada de W.Wallece) no nos llamó la atención. De todos modos, merece la pena subir hasta aquí.
De nuevo en el coche, regresamos al centro de la ciudad. A partir de cierta hora (creo recordar que las 17.30 h. pero no estoy seguro) ya no se paga en la zona azul del centro. Llegamos antes de esa hora y tuvimos que aparcar en Cowane Street, una calle cercana al centro sin zona azul. Desde allí comenzamos a subir hacia el Old Town. Iniciamos la visita por el cementerio (Old Town Cemetery) y la iglesia Holy Rude.
El cementerio con la iglesia Holy Rude al fondo
En esta última tuvo lugar la coronación del hijo de Mary, Queen of Scots, el rey Jacobo VI de Escocia (quien terminaría siendo también Jacobo I de Inglaterra y uniendo, así, las coronas de ambos países).El cementerio nos pareció muy interesante. Tiene un encanto especial con sus tumbas de piedra gris y las vistas desde aquí del castillo son muy bonitas.
Más vistas del cementerio, esta vez con el castillo al fondo
Pasamos también frente al Argyll’s Lodging y el Mar’s Wark, edificio histórico de impresionante fachada. Cerca se encuentra la plaza Mercat Cross. De forma rectangular, es un lugar agradable y, a la hora ya tardía que lo visitamos, con poca gente. Llama la atención la columna coronada por un unicornio, uno de los animales simbólicos de Escocia.
Plaza de Mercat Cross con el unicornio, uno de los símbolos de Escocia
Se nos quedó en el tintero la visita a la Old Town Jail, una cárcel que parece interesante. Solo abre hasta las 17.15 h. Y también nos quedamos con ganas de visitar uno de los pubs más tradicionales del Old Town, The Portcullis.
Volvimos al B&B y descansamos un rato antes de ir a cenar. Había mirado varias opciones en el centro pero, casi por casualidad, descubrimos un local que recomendaba la guía a unos 15 minutos andando de nuestro alojamiento, The Birds & Bees. En esta zona de Stirling, a diferencia de en el Old Town, no hay muchos restaurantes, así que nos pareció buena idea. Nos presentamos sin reserva y, después de alguna mala cara, nos pudieron sentar en la zona del bar, donde hay distribuidas unas cuantas mesas pequeñas.
The Birds & Bees es un restaurante de aire rural muy curioso. Está en el límite de la ciudad, al cruzar la acera ya solo hay campo, y está consagrado a la carne. La decoración es chula, como de rancho tejano, todo con motivos campestres, maderas, pieles de vaca en los asientos, cuero tachonado... Hay también una terraza con vistas a las praderas, donde pastan grupos dispersos de ovejas.
¿Y la comida? ¡¡Buff!!, una pasada la carne. Tardaron en servirnos –el sitio estaba a reventar– pero mereció la pena. Pedimos una hamburguesa de Angus que estaba espectacular, carne de primera y muy bien de punto, y también un enorme plato de costillas asadas a baja temperatura que llevaban una salsa picante tipo oriental (‘Peking sauce’ decía la carta; a mí me recordó a las salsas coreanas que usan también para las costillas). Deliciosas las costillas, se deshacían en la boca. Todo, con un par de cervezas normalitas, fueron 30£. Muy bien de precio, la verdad.
Alojamiento
Nos vinieron bien los 15 minutos de vuelta al B&B para ‘bajar’ la cena. El Craigard B&B (80£ la doble) está ubicado en una zona residencial del ensanche de Stirling, al otro lado del río Forth. Como decía antes, está lejos del centro pero cerca del monumento a W. Wallace. La propia torre se veía desde nuestra habitación. Está regentado por una familia india. Te das cuenta nada más llegar… ¡por el olor a curry de la cocina! En la habitación no olía nada, eso sí. Es una casita con muy pocas habitaciones. Los dueños son cordiales pero solo lo justo; no percibimos, la verdad, esa amabilidad que nos habíamos encontrado en otros B&B. La habitación estaba limpia y tenía una enorme cama king-size que era cómoda. El baño estaba bien también. Le quita puntos a este alojamiento el desayuno, uno de los más flojos del viaje. Escaso y con productos industriales muy ‘normaluchos’. En fin, un B&B caro que no es especialmente recomendable.