RUTA SENDERISTA DE LAS CASCADAS DE LAMIÑA.
Nos atrajo mucho esta caminata cuando la vimos en un programa de televisión. En el reportaje también aparecía Ruente, que luego se reveló como un estupendo lugar de alojamiento. Se trata de una ruta sencilla y muy agradecida, que puede hacerse de varias maneras, partiendo de Barcenillas o desde Lamiña, en cuyo caso es algo más corta. Recomiendo esta opción, aunque no sea circular.
Situación de las cascadas de Lamiña en el mapa peninsular según Google Maps.
Había amanecido un día estupendo.
Recorrido en coche desde Ruente hasta Lamiña, inicio de la ruta.
Los datos de la ruta completa son: 7,18 kilómetros de recorrido, 1 hora y 45 minutos de duración, con un nivel de dificultad fácil y que salva unos 200 metros de desnivel para arriba y para abajo. Esta ruta es de ida y vuelta, salvo el tramo final, en las cascadas, que hay uno pequeño sendero circular. La ruta puede convertirse en circular si se toma la pista que va hacia Barcenillas y desde allí se sigue hasta Lamiña. La verdad es que no le veo ninguna ventaja salvo que se tengan muchas ganas de estirar el paseo (son dos kilómetros más) ya que esa opción tiene mucho tramo de pista asfaltada. En fin, que escoja cada cual.
La ruta comienza en la población de Lamiña (está indicado). Hay un panel informativo que señala la dirección a seguir por una pista asfaltada, que sube algunos metros con una pendiente bastante acusada. Como nada lo prohibía, decidimos seguir con el coche hasta donde el asfalto se convirtió en tierra (nos ahorramos una buena cuesta) y seguimos a pie desde allí. La pista es cómoda, no presenta mayor complicación y se ven paisajes bonitos, aunque lo mejor llegaría al alcanzar el bosque, espeso y enmarañado donde se encuentran las cascadas, donde se cruza incluso un puente a lo Indiana Jones.
En un punto con una bajada pronunciada, aparece de frente la pista que va a Barcenillas y a la derecha la que va a las cascadas (está indicado). Tras una subida se llega a una puerta o verja para ganado (no recuerdo bien), donde hay un cartel con información. Aquí comienza un sendero que se adentra en un bosque que va junto al río y lo cruza de vez en cuando, en un pequeño itinerario circular que muestra una sucesión de rincones encantadores con preciosas cascadas, sin duda más llamativas al natural que en las fotos, que no salieron demasiado bien ya que brillaba demasiado el sol.
Para acercarse a alguna de ellas hay que hacer alguna cabriola entre las piedras, aunque nada serio. Menos mal que no quedó constancia gráfica mía, colgándome de una rama para pasar de un lado a otro en plan simio
Es importante no despistarse y fijarse bien en los escalones y las barandillas de madera, porque seguro que si los hay conducen a un salto de agua medio escondido y podríamos pasar por alto alguno bien bonito.
El día era muy soleado y hacía calor, pero en el bosque, con tanta vegetación y el agua corriendo entre las piedras apenas se notaba. Muy agradable el paseo. Lástima que el recorrido en sí por las cascadas sea muy cortito, una media hora a lo más.
FUENTONA DE RUENTE.
Para ver, entre otras muchas cosas, las cascadas de Lamiña, nos habíamos alojado en la cercana población de Ruente, donde no hay que olvidarse de recorrer el agradable paseo que conduce su Fuentona. Dando origen al nombre de la localidad (ruente de puente), enfrente de la posada vimos un llamativo puente medieval con nueve arcos de medio punto muy bajos, sobre el arroyo de la Fuentona, que se une al río Saja un poco más adelante. Al parecer, formó parte del camino utilizado antaño para comunicar el Valle de Cabuérniga con Castilla, pasando por Bárcena Mayor y Reinosa. Del puente sale un encantador camino fluvial que va paralelo al arroyo hasta su nacimiento, la llamada Fuentona, catalogada como punto de interés geológico. Se trata de una surgencia kárstica, una intermitencia, cuyo caudal varía mucho y que, en ocasiones, incluso ha dejado de manar durante una o dos horas, lo que ha dado lugar a una gran variopintas leyendas, que convierten en morada de ninfas a la cueva de donde brota el manantial. Nos recordó a otra surgencia que vimos en Francia, la Fontaine de Fontestorbes, cerca del castillo de Montsegur, si bien allí la intermitencia es mucho más frecuente y resulta mucho más fácil de apreciar a simple vista.
La surgencia: del fondo de la roca, brota el manantial.
Las piedras se hunden más o menos en el agua y son las que muestran la variación del caudal. Entorno de la surgencia.
Las piedras se hunden más o menos en el agua y son las que muestran la variación del caudal. Entorno de la surgencia.
El paseo, de unos 500 metros, es una delicia, sobre todo al atardecer: a esa hora ya no hay gente y la luz otorga un tono especial al agua del arroyo, que en unos tramos presenta un azul muy intenso y en otros se tiñe de verde por las plantas.
Y, además, se camina con algunas de las antiguas casonas de Ruente reflejadas en el agua. Un aliciente añadido.