RUTA VALLE DE LAGO A LAGO DEL VALLE.
Denominación del sendero homologado: PR AS -15.1.
Distancia: 11,5 kilómetros. Recorrido lineal, ida y vuelta. Se puede hacer el último tramo circular, ya que existe una pista de sol por el valle y un sendero de sombra por el bosque, a más altura y un poquito más largo y complicado.
Duración: algo menos de 3 horas.
Desnivel: 340 metros
Dificultad: fácil. La mayor parte del tiempo (la ruta del sol) se camina por una pista amplia por la que pueden circular vehículos, pero que se encuentra restringida a los propietarios de las explotaciones ganaderas y a la gestión del parque. Es terreno descubierto, a la ida hay una cuesta larguita y bastante empinada. cuidado con el sol en verano, así que no que olvidar el protector solar.
Situación de Valle de Lago en el mapa peninsular según Google Maps.
Aunque se trata de un sendero homologado, también se puede considerar la variante corta de la ruta que continúa hasta el Alto de la Farrapona, pasando por los Lagos de Saliencia, llamada Ruta de los Lagos, y cuyo código es PR AS-15. Se trata de uno de los conjuntos lacustres más importantes de la cordillera Cantábrica, y es la herencia del glaciar que cubría este valle hace 10.000 años. La longitud de la ruta es de unos 14 kilómetros, que pueden hacerse en cuatro horas y media de caminata. El problema es que al ser lineal, salvo que se disponga de un medio de transporte alternativo al terminarlo, hay que contar con la vuelta, con lo cual la longitud y el tiempo se multiplican por dos, requiriendo ya una jornada completa, con más de 9 horas de marcha. Claro que también se puede llegar desde el Alto de la Farrapona hasta el Lago del Valle y darse la vuelta allí, acortando notablemente el recorrido y el tiempo (serían algo más de seis horas). Después de pensarlo bastante, decidimos hacer la variante corta esa tarde, llegando hasta el Lago del Valle, y la ruta de los Lagos de Saliencia y los Picos Albos al día siguiente.
Mapa de las carreteras de Somiedo. Se ven los lagos, el más grande, abajo en el centro, es el Lago del Valle; más a la derecha, junto al Alto de la Farrapona, están los de Saliencia, formando un triángulo: a la izquierda, el Cerveriz, a la derecha, el Calaboza, y en el vértice, el de la Cueva.
La carretera que serpentea por la montaña desde Pola de Somiedo a Valle del Lago constituye en sí misma una gratificante excursión en coche, muy indicada para quienes no les guste o no puedan hacer senderismo. Durante el empinado trayecto de 8 kilómetros, pudimos disfrutar de un precioso y vertiginoso paisaje.
Valle del Lago, ya a 1.200 metros de altura, es un pueblo de forma alargada, con cuatro barrios consecutivos a lo largo de una carreterita estrecha y muy concurrida en temporada turística. Hay tres aparcamientos disponibles, el primero, muy pequeño, a la entrada, el segundo bastante grande tras el primer núcleo de casas, y el tercero al final del último núcleo de casas, junto al comienzo de la ruta. Por supuesto, nos interesaba aparcar lo más cerca posible del inicio del sendero, pero nos equivocamos y pensamos que el primer núcleo de casas era el final del pueblo y donde comenzaba la ruta; así que lo dejamos en una cuneta donde no estorbaba. Se nos quedó cara de bobos cuando pasamos ya caminando por los otros dos aparcamientos donde a esa hora (poco antes de las seis de la tarde) había sitio de sobra para dejar el coche. Así que, a lo tonto, habíamos añadido quinientos metros de ida y otros tantos de vuelta a nuestro recorrido.
Diversas vistas del bonito pueblo de Lago del Valle.
Aunque en julio los días son muy largos, íbamos un poco justos de tiempo, así que apretamos bastante el paso. Teníamos que hacer la ruta apenas sin paradas para poder completarla antes de que oscureciera.
Al principio, la pista va entre los árboles y es cómoda porque la pendiente en ascenso es todavía muy suave. A nuestra derecha, corría el río en un hilo alegre. Unos excursionistas descansaban sentados en unas piedras, mientras su perrito chapoteaba en un charco. Nos dio cierta envidia el sabio descaro de la mascota, por qué no decirlo. Poco después nos encontramos con una curiosa reflexión a la vera del camino.
Ya metidos de lleno en la marcha, pudimos disfrutar del paisaje de este valle glaciar, con su tradicional forma en u, presidido por los Picos Albos (el oriental y el occidental) y la Peña de la Mortera.
Cuando llevábamos unos veinte minutos de marcha, apareció la bifurcación del camino que conduce al lago bien por la pista del sol (a la izquierda) o bien por el sendero de la sombra (a la derecha): en fin, resulta fácil de adivinar cuál es cuál. Aunque el de la sombra es un poco más largo y complicado (no mucho más, pero es sendero y no pista), con el sol que hacía ni lo dudamos: compensaba tomarlo. La vuelta la haríamos por el sol, que ya estaría más bajo y, además, sería en descenso.
Aunque al comienzo aparentemente el camino bajaba metiéndose en el bosque, tras cruzar el río, giró más a nuestra derecha y pasó a picar bien hacia arriba, lo que nos hizo ganar altura rápidamente. Hacía bastante calor, así que agradecimos la sombra que nos brindaba el hayedo, mientras contemplábamos la pista del sol, que hacía honor a su nombre abajo, frente a nosotros, por donde vimos a un par de parejas de senderistas caminando. Estaba claro que habíamos elegido bien porque la pendiente que sube la pista por el centro del valle, con esa solanera hubiera resultado bastante pesadita.
Sobrepasamos la altura de un par de teitos (construcciones de piedra con tejado a base de ramas de piorno, que utilizaban los ganaderos para guarecerse), que resultaban muy cucos para una foto. Una pena que el sol y la sombra partiesen el hermoso panorama en dos mitades casi irreconciliables para una imagen decente.
Seguimos ascendiendo por el sendero, a veces entre los árboles y a veces al raso, y la única complicación fue pasar un par de grandes charcos. Llevábamos el track de la ruta en el móvil, pero el sendero está perfectamente señalizado y no hay posibilidad de perderse.
Una hora y cuarto después de haber empezado la caminata nos topamos con un horrible muro de contención. Aunque íbamos advertidos, no puedo negar que nos quedamos un tanto chafados con el recibimiento que nos brindó el Lago del Valle. Vamos, que después de 90 minutos de caminata lo que esperas es toparte con un hermoso lago azul y no con un horripilante muro delante de las narices que no permite ver apenas nada más allá.
Nos encaramamos a la presa (si lo hice yo, es fácil), sobre cuyo muro pudimos caminar con comodidad. Nuestro resquemor con el lago se evaporó cuando al fin aparecieron las aguas, entre azules y verdosas, con sus bonitos reflejos del entorno rocoso; y hasta tiene una isla en el centro. El Lago del Valle, al que también se conoce como el Lago del Ajo, se encuentra a los pies de un imponente circo glaciar, y es el más extenso de Asturias, con una superficie de 24 hectáreas y una profundidad máxima de 45 metros. En realidad no lo era tanto, pero lo hicieron crecer artificialmente con el aprovechamiento de sus aguas para la central hidroeléctrica de la Malva.
Al volver la vista hacia Valle del Lago, el panorama también era muy hermoso, aunque el sol, casi de frente, también hacía de las suyas con su descarado brillo.
Nos quedaba una hora larga de camino de vuelta hasta el coche y el sol empezaba a estar bajo, así que no nos entretuvimos demasiado. Bordeamos el lago por la parte superior del muro hasta que se acabó y enseguida localizamos la pista por la que teníamos que volver. Un grupo de vacas con sus terneritos se habían aposentado justamente sobre ella. ¡Vaya por Dios! Claro, están en su hábitat y se ponen donde les da la gana, no faltaba más. Confieso que me da bastante respeto pasar “cerca” de ellas, así que no digamos “entre” ellas. Soy de ciudad, y no puedo evitar ciertas aprensiones. Pero como las vacas no tenían ninguna intención de moverse, era cruzar o quedarse allí hasta a saber cuándo. Así que pasé con los ojos cerrados, como el que sufre vértigo y cruza el río por un puente colgante. La verdad es que las vacas no me prestaron la más mínima atención. Menos mal que cuando llevo varios días en el campo suelo acostumbrarme a su presencia porque aún me quedaban unas cuantas vacas que saludar durante el viaje.
A nuestra izquierda corría el río, formando alguna que otra cascada bastante fotogénica; de frente, el paisaje se abría al valle, muy bonito al atardecer.
Cuando estábamos ya cerca del pueblo, las nubes se empezaron a apelotonar alrededor de los picos. Y es que la niebla allí baja en muy poco tiempo aunque el día haya sido espléndido. Hay que tener cuidado con la climatología por estas tierras.