Tengo que comenzar esta etapa con una explicación, ya que actualmente no es posible realizar esta fantástica ruta tal como la hicimos nosotros. Por entonces se pagaba el aparcamiento en el pueblo de Baquedano, pero no había restricciones para el acceso ni tampoco se requería hacer la reserva previa que ahora es obligatoria.
Vistas desde el Balcón de Pilatos.
La reserva se hace online en la página web nacederodelurederra.es/ ...a-entradas Existe un aforo máximo de 450 personas al día y el horario de visitas es de 09:30 a 17:30. Aunque la entrada es gratuita, hay que pagar 4,5 euros para dejar el coche en el aparcamiento de Baquedano, desde donde se inicia la ruta a pie.
Según he podido leer, a partir de la Semana Santa de 2019 no se podría llegar hasta las dos últimas cascadas, las más espectaculares, la del Tubo y la del Elefante, donde nace el río. El motivo de esta nueva restricción sería evitar la degradación medioambiental que está produciendo la masificación del entorno. Sin embargo, en la página web donde se realizan las reservas no he podido constatar que esta limitación se haya aplicado o se siga aplicando.
Y ya me paso al relato de la ruta tal como la hicimos en su día, corta en longitud pero con un paisaje tan bello como sorprendente y que casi resulta obligado conocer en nuestra geografía.
EL NACEDERO DEL RÍO UREDERRA.
Después de haber dormido en Estella, a media mañana llegamos a Baquedano, donde comienza la ruta al nacedero del Urederra. En sus calles los visitantes no pueden estacionar sus vehículos (lo cual me parece estupendo), así que dejamos el coche en el aparcamiento municipal previo pago de no me acuerdo si fueron 2 o 3 euros. Desde allí, hay que ir a pie hasta el nacedero, pasando por las calles del pueblecito, tan pequeño como bonito.
A la salida del pueblo, alcanzamos el comienzo del sendero, donde vimos también un panel informativo. Hay un bifurcacion, en la que hay que coger el camino de grava de la izquierda, ya que la pista de la derecha se reserva para la vuelta.
Datos de la ruta.
Longitud: 6 kilómetros en un recorrido de ida y vuelta, que resulta circular si se regresa por una pista.
Duración: dos horas y media
Desnivel: 250 metros
Dificultad: fácil
Unos cuantos metros después, tras pasar un bosque de robles y encinas, nos encontramos inmersos en un hayedo y empezamos a ver a nuestra izquierda, entre una abundante vegetación de ribera, unas increíbles manchas de un profundo color azul turquesa que parecía imposible que pudiera ser el agua de un río.
Tuvimos que meternos entre los árboles para contemplar un poco mejor las pozas, alimentadas por las preciosas cascadas que forma el agua al saltar sobre las piedras. El color me recordó en cierto modo al de los Lagos de Pilvitze en Croacia, naturalmente en un paraje mucho más pequeño pero que, para compensar, lo tenemos muchísimo más cerca. Naturalmente, tuvimos cuidado en respetar los lugares en que se prohibía el paso.
Por cierto que durante nuestra visita había gente pero no demasiada. Aunque no había que hacer reserva previa, lo que no recuerdo es si por entonces ya existía un aforo máximo. Puede que sí.
Aunque siempre pica hacia arriba, el camino nos resultó cómodo. Me pareció asequible para casi todos los públicos, aunque no era un sendero de los que se denominan "accesibles", es decir, aptos para personas con movilidad reducida; por lo menos, cuando nosotros lo visitamos.
En las zonas donde corría el río sin formar pozas, el color azul se convertía en un curso transparente de agua con reflejos azulados que impactaban casi tanto como el turquesa. Por supuesto, está prohibido el baño en todo el recorrido.
Por poner algún pero (muy pequeñito), la vegetación es tan densa que a veces cuesta trabajo distinguir el agua entre la hojarasca, lo cual en ocasiones dificulta las fotos, aunque otras veces las realza y proporciona imágenes sorprendentes, para enmarcar.
En la parte final, el sendero se empina bastante y aparecen las piedras complicando un poquito el recorrido. Al fin, llegamos hasta una espectacular caída del agua, a la que llaman la Cascada del Tubo, que puede observarse desde varias perspectivas, una de ellas sobre un puente que la cruza justamente por encima. Ya a finales de julio, estaba un poco menguada, lo que no afectaba a su belleza.
Llegar frente a la pared del nacedero es un poco más complicado porque hay que meterse en el agua y cruzar unas rocas con mucha precaución, pues está resbaladizo y hay una buena caída, pero el salto se aprecia perfectamente en la distancia.
Nos acercamos lo que pudimos a la Cascada del Elefante, que se desliza treinta metros desde la hendidura rocosa donde nace el río Urederra. No estaba en su mejor momento de caudal, lo cual no le restaba belleza.
¿Y qué sitio mejor podíamos encontrar para tomar nuestros bocatas que contemplando aquel bello salto? Pues no nos resistimos, naturalmente. Todo un placer para la vista y el resto de los sentidos.
En esta zona también se pueden apreciar las altas paredes rocosas que envuelven el curso del río en su parte inicial. No es difícil ver aves rapaces sobrevolando las escarpaduras.
El regreso fue más rápido porque una parte del mismo se hace por una pista algo alejada del agua y si no ves lo que has ido a ver, evidentemente te entretienes menos
Una maravilla de la naturaleza este recorrido. No hay que perdérselo y es que ni siquiera hay que ser aficionado al senderismo para hacerlo, basta con ser amante de la naturaleza y de los paisajes hermosos y espectaculares.