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Día 11. Despidiendo con pena Folegandros y recibiendo con alegría Sikinos.
Hoy salimos a comprar el desayuno a la bakery para tomarlo en la terraza del hotel. Nos encanta pasear por las calles de Chora a primera hora de la mañana, que están vacías, aunque sí que nos encontramos con los gatitos de todos los días. Compramos croissants recién hechos, café y batido y nos lo tomamos en la terraza. Seguidamente bajamos a pagar nuestra estancia y nos despedimos del hotel y sus dueños.
Nuestro ferry sale a las 15:25 del puerto de Karavostasi, por lo que la idea es pasar la mañana en las playas del sur para estar cerca de allí. El viento se ha calmado y podemos ir a Katergo, la playa que visitamos en barquito y no pudimos disfrutar plenamente por el oleaje. Para llegar hay que coger un barquito en Karavostasi, que cuesta 10 euros ida y vuelta (la niña gratis). Cogemos el primer barco a las 11:15 y trayecto es muy chulo pues hace una pequeña parada en unas cuevas, y en 15 minutos llegamos a la playa. No tenemos demasiado tiempo por lo que decidimos aprovecharlo al máximo. El mar está más calmado e invita a bañarse en un agua azul preciosa. Nos da mucha pena tener que regresar en el barco de las 13:30 pues nos encanta esta playa, pero no podemos arriesgarnos a coger el siguiente barco pues podríamos perder el ferry a Sikinos. La parte buena es que nos espera una excelente taverna frente al mar, recomendada por Margarita, donde comemos maravillosamente bien.
Dal Capo: albóndigas de calabacín y mejillones saganaki. 14 euros.
El ferry de Zante llega bastante puntual y el trayecto es tan corto que casi ni nos enteramos. A las 16:15 estamos en Sikinos, donde nos espera otra Margarita, la dueña del apartamento Ostria que tanto nos gustó hace 4 años y estaba deseando repetir. Realmente está frente al puerto pero ella nos lleva las maletas en el coche y nosotras vamos andando en menos de 10 minutos. Mi hija no se acordaba del lugar y le emociona pensar que va a dormir sobre el mar. ¡Qué sitio tan encantador!
Me voy sola al supermercado a comprar desayunos para mañana y tomar nota de los horarios de autobus a Chora pues en esta isla no hemos alquilado coche. Decidimos coger el bus de las 19:15 por lo que nos da tiempo a ubicarnos y prepararnos tranquilamente. Estoy a la espera de un mail de Margarita para confirmar que un barquero nos llevará mañana a las playas y me desilusiono totalmente cuando leo que al barquero se le ha estropeado el barco y no puede llevarnos. La verdad que me suena un poco raro, pero es lo que hay…
No hemos alquilado coche en Sikinos porque solo hay una carretera que lleva a la misma playa a la que se puede acceder en autobús. Lo interesante en esta isla es el servicio de barquito a las playas más chulas; así lo hicimos en nuestra anterior visita, pero nos quedaron un par de playas por visitar y pensábamos hacerlo en esta ocasión. La cuestión es que por las circunstancias del Covid no se ha puesto en marcha el servicio de barco a las playas este año y cuando lo supe, lo consulté con Margarita y me dijo que hablaría con un barquero jóven para ver si estaba dispuesto a llevarnos a las playas. Unos días antes de llegar a Sikinos, Margarita me confirmó que el barquero nos llevaría, pero hoy nos dice que se le ha estropeado el barco y nos quedamos chafadas.
Me entero de esto cuando leo el email de Margarita al montarnos en el bus y cuando se lo estoy contando a mi hija, unas chicas que van montadas a nuestro lado, nos oyen hablar español y se incluyen en la conversación. Catalina es un chica española que lleva 20 años viviendo en Atenas, y su amiga Katerina es una chica ateniense, aunque habla bastante bien el español.Son dos chicas encantadoras y nos damos los teléfonos para informarnos si tenemos alguna novedad sobre el tema de la barca a las playas.
Llegamos a Chora y nos vamos a visitar el pueblo por nuestra cuenta. Tengo muchas ganas de subir al monasterio de Zoodochos Pigi, con su preciosa puesta de sol. El paseo es increíblemente bonito a esa hora, iluminado por una luz espectacular a la vez que divisamos todas las islas cercanas: Santorini, Folegandros e Ios. El monasterio es muy chulo por dentro, con un patio interior decorado y una salita donde una monja nos invita a agua fresquita y dulces típicos.
El sol va cayendo y comienza a esconderse, y yo no quiero que llegue ese momento, pues la energía que recibo al admirar el paisaje no puede emocionarme más. ¿Cómo puede ser tan bonito?
Tras ponerse el sol comenzamos el descenso a Chora, un pueblito pequeño y muy tradicional en el que solo hay 2 o 3 cafeterías y un par de tavernas. En una de ellas, “To steki to gramp”, nos encontramos con nuestras amigas Catalina y Katerina y nos quedamos con ellas tomando unos gyros típicos de la isla de Sikinos, con queso local: 5 euros.
El bus de regreso a Alopronia, el puerto de Sikinos donde están nuestros hoteles, sale a las 22:00 y lo cogemos juntas. Quedamos en seguir investigando el tema del barquito a las playas y volver a contactar mañana. Es todo una incógnita pues cada persona a la que preguntamos nos dice una cosa diferente, así que mañana se verá qué hacemos.
Día 12. Sikinos. Una isla tradicional y auténtica.
Despertar.. abrir la ventana… y ver el mar... Quedan pocos días para experimentar esta maravillosa sensación. Ciertamente, en este apartamento de la isla de Sikinos la experiencia es especialmente maravillosa, al igual que lo es desayunar en nuestra terraza sobre el mar, escuchando el sonido de las olas y sintiendo paz absoluta. Nos preparamos zumo, café y unas tostadas con miel. No hace falta más...
Salimos a la zona central del puerto, donde preguntamos a diferentes personas por las barcas que llevan a las playas. Tanto en el supermercado como en la cafetería como en el barco de pescadores nos dicen que no se sabe cuándo habŕa barcas, pero que es posible que las haya a partir del sábado. Es una pena pues nosotras nos vamos de la isla el viernes pero lo que debemos hacer es buscar opciones para el día de hoy. Pensamos que la mejor es coger el bus que lleva a la playa de Agios Giorgios. Revisamos el horario y tenemos un bus de ida a las 10:15 y uno de regreso a las 17:15. Son algo más de las 10 y no lo dudamos; nos montamos en el bus. Vamos solo 8 o 10 personas montadas y cuando llegamos, la playa está vacía. Nos vamos hasta el fondo y andamos un poco por las rocas, ubicándonos finalmente en esa zona.
Avisamos por whatsapp a Catalina y Katerina de la decisión tomada y nos dicen que ellas también van a venir a esta playa, pero en el siguiente bus, que es a las 12:30. En este bus llega otro grupo pequeño de gente pero la playa sigue estando tranquila. ¡Qué bien se está! Como ha sido todo apresurado no hemos llevado comida, pero sabíamos que había una taverna y por eso hemos ido tranquilas. Lo mejor es el lugar donde está, pues la comida es normal y tampoco barata para lo que es, pero comemos bien y estamos muy a gusto allí.
Almyra: saganaki, calamares fritos y agua. 17 euros.
Continuamos la tarde en la zona de arena de la playa y regresamos a Alopronia en el bus de las 17:15 como estaba previsto, con nuestras nuevas amigas. Hablamos del plan para mañana y decidimos ir andando a la playa de Dialiskari, pues parece que seguirá sin haber barcas. Ellas se animan a venir andando con nosotras así que un plan estupendo.
Hoy queremos ir de nuevo a Chora pues ayer dedicamos la tarde al monasterio y nos faltó ver el pueblo con algo más de luz. Chora de Sikinos tiene dos asentamientos: Horio y Kastro, que están cada uno a un lado de la carretera principal. Cuando llegas en el bus desde Alopronia, encuentras Kastro a la izquierda y Horio a la derecha, que continua con la subida al monasterio. Hoy decidimos comenzar por Kastro, pues no lo conocemos. Esta parte del pueblo sigue siendo virgen y tiene pequeñas iglesias bizantinas entre callejuelas estrechas, además de preciosas casas y unas vistas maravillosas al mar. Apenas vemos gente, solo algunos aldeanos en sus propias terrazas con los gatitos que los acompañan. Pasear por Kastro es trasladarse a la más antigua Grecia. Después cruzamos a Horio, donde se observa algo más de vida, niños jugando en la plaza del pueblo, una tienda de artesanía y un par de cafeterías.
Nos hace ilusión aprovechar la última noche en nuestro apartamento y decidimos comprar cena para tomarla en la terraza sobre el mar. Tenemos algo de comida que habíamos pensado llevar a la playa y la completamos con un gyros de pollo en el mismo sitio de ayer, que nos lo preparan para llevar, por 2,5 euros. Vamos a coger el bus de las 20:30 y el chico se da prisa en hacérnoslo para que lleguemos a tiempo.
Son las 20:25 cuando frente a la parada de bus vemos un rinconcito desde el que se ve de maravilla la puesta de sol, y no nos podemos resistir a acercarnos. Mi hija sigue emocionada hasta el final del mirador cuando me doy cuenta de que se trata de una terraza privada al ver a los dueños sentados. El rincón es de lo más entrañable, con sus sillas azules, y les pido permiso para hacer una foto a mi hija. Ellos son tan amables que me invitan a ponerme en la foto y terminan haciéndonos foto incluso con su propio móvil. ¡Qué gente tan encantadora! Yo estaba preocupada por si perdíamos el bus pero estoy segura de que, de haber sido así, me hubiesen acercado al puerto en su coche. Son tan amables…
A las 20:45 estamos cenando en la terraza del apartamento, felices de haber pasado un día tan bonito y de estar cenando allí, escuchando el dulce sonido de las olas del mar.
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