Después del confinamiento, decidimos preparar unas vacaciones nacionales de dos semanas, dando preferencia a destinos de naturaleza, alejados en lo posible de las aglomeraciones y en los que pudiésemos librarnos también en lo posible del calor. Con tales requerimientos, no fue difícil elegir el destino: los Pirineos. En el itinerario, incluimos dos días en el Valle de Benasque, una de las zonas más bonitas del Pirineo aragonés, pero que conocíamos muy poco pese a haber hecho alguna incursión por allí en el pasado.
Situación de nuestro destino en el mapa peninsular según Google Maps.
A la hora de buscar rutas de senderismo, encontramos varias opciones muy interesantes, aunque la recomendación unánime para una primera visita por la zona era el Forau de Aiguallut, que prometía una cascada espectacular y unos paisajes impresionantes en una caminanta en principio sencilla y no demasiado larga. Además, la excursión se podía ampliar hasta el Coll de Toro. Y eso fue lo que hicimos. Pero iré por partes.
Para hacer la ruta, desde nuestro alojamiento en Benasque nos dirigimos en el coche hasta los Llanos del Hospital, un trayecto de poco más de 17 kilómetros por la carretera A-139, que ya nos fue mostrando unos paisajes preciosos, con moles rocosas de más de 3.000 metros que incluyen al Aneto, cascadas, bosques y el curso del río Ésera. De camino cruzamos a pie la Presa de Benasque, en el Embalse del Paso Nuevo, que nos ofreció otra panorámica de postal y la impactante imagen de la suelta de agua a modo de imponente y fotogénico chorro.
En Llanos del Hospital hay un gran aparcamiento en el que tuvimos que dejar el vehículo, ya que en época veraniega y en momentos de gran afluencia turística no se permite a los particulares utilizar la pista que asciende hasta el lugar llamado La Besurta, de donde parte la caminata hacia el Forau d’Aigualluts
. Recorrido desde Benasque en Google Maps.
Una vez en Llanos del Hospital, durante esos periodos, las opciones son subir caminando (existe un sendero que evita la pista asfaltada) o tomar el autobús que conduce hasta la Besurta y que sale con una frecuencia de entre veinte minutos y media hora. Cuesta 4,5 euros por persona ida y vuelta, aunque también es posible hacer solamente uno de los trayectos. La decisión depende de cada cual, pero nosotros tenemos claro que, excepto en ocasiones especiales, donde sube un vehículo, preferimos no ir a pie. Así que decidimos tomar el autobús y ahorrarnos dos horas de caminata, una hacia arriba y otra hacia abajo. Ese tiempo, con su consiguiente ahorro de fuerzas, lo emplearíamos en alargar la ruta hasta el Coll de Toro, una posibilidad que nos comentaron en la caseta de información turística de Llanos del Hospital, donde nos facilitaron un completo mapa de la zona y todo tipo de información. Igualmente nos pusieron los dientes largos con otra ruta de lo más sugerente que lamentablemente no nos daría tiempo a realizar: el Portillón de Benasque y el pico Salvaguardia. De modo que nos queda pendiente para otra ocasión.
Ya en el área de la Besurta, que cuenta con un bar donde venden bebidas y preparan bocadillos, empezamos la caminata. Junto con Ordesa (en su acceso por Torla) fue el lugar en el que más gente nos encontramos a lo largo de nuestro periplo por los Pirineos, aunque en ningún caso resultó masivo o agobiante ni mucho menos y pudimos mantener las distancias de seguridad sin ningún problema. Supongo que en otros veranos menos complicados, este recorrido en ciertos momentos casi podría llegar a convertirse en una romería, con lo cual mejor evitar los picos de máxima afluencia turística (fines de semana, por ejemplo) para disfrutarlo en todo su valor
. Datos de la ruta. Solamente de ida. Hay que sumarle el retorno por el mismo camino.
Forau d’Aiguallut desde la Besurta.
Distancia: 2 kilómetros. Duración: 45 minutos. Desnivel: 110 metros. Dificultad: fácil.
Coll de Toro desde Forau d’Aiguallut.
Distancia: 2,5 kilómetros. Duración: 45 minutos (mejor calcular un cuarto de hora más a la ida, al menos en nuestro caso fue así). Desnivel: 150 metros. Dificultad: fácil/media.
En total, la caminata completa desde la Besurta hasta el Coll de Toro, ida y vuelta, supone unas tres horas largas (mejor calcular tres horas y media) con paradas aparte. Si se quiere subir desde Llanos del Hospital, habrá que sumar mínimo dos horas más.
Caminando hacia el Forau d’Aiguallut.
El trayecto en el autobús ya nos dio una pista del precioso paisaje que íbamos a surcar y desde las montañas se sucedían las chorreras que se deslizaban desde las alturas. Una vez en el aparcamiento, vimos un bar, donde preparaban bocadillos. Así que decidimos no ir cargados, llevar solamente agua y comer a la vuelta. Teóricamente nos daba tiempo de sobra; sobre todo teniendo en cuenta que, en principio, no habíamos planeado seguir hasta Coll de Toro. Enseguida, el panorama de los bosques de pino negro nos trajo el remoto pero querido recuerdo de la infancia en forma de la famosa caja de pinturas de colores “Alpino”.
El sendero se veía claro, fácil y sin posibilidad de pérdida, además de por los indicadores, por el reguerillo de personas que lo seguían. Como he mencionado, este fue uno de los pocos lugares donde vimos mucha afluencia de gente, que nos ayudaba a no olvidarnos tanto de que estábamos en verano como de la pandemia, ya que durante unos minutos tuvimos que seguir portando la mascarilla. Luego, conforme el personal se iba dispersando, ya no fue necesario.
Dejamos a la derecha una bonita cascada y continuamos por un camino que no dejaba de picar hacia arriba. Volver la cabeza hacia atrás nos permitía gozar de unas vistas cada vez más sugerentes, con la redondeada cresta del que creo que se trata del Pico Salvaguardia, que se mantenía como espectador constante de nuestra caminata. Y cuando empezamos a vislumbrar los glaciares, el paisaje se convirtió en una hermosa postal.
Tras un cuarto de hora, llegamos a la parte, digamos, menos fácil de la ruta, con un ascenso a través de piedra rota, que de todas formas no tenía mayor complicación, dado que el suelo estaba seco. A lo lejos se nos empezaba a mostrar lo que nos aguardaba más delante, animándonos a proseguir la marcha y llegar cuanto antes. Mientras tanto, en el cielo azul las rapaces nos vigilaban atentamente, sobrevolando nuestras cabezas.
Unos diez minutos después, alcanzamos la pradera y el camino se volvió prácticamente llano, desde el que ya podíamos casi adivinar la mota espumosa a la que nos dirigíamos. Pero la impresión que nos llevamos al verla no se puede describir con palabras, ni siquiera con fotos, al ver el “forau” por primera vez. Se trata de un lugar idílico, que atrae sin remedio y que obliga a permanecer unos minutos mirándolo, atraídos sin remedio por una montaña retorcida en su punta como un pirindolo, los glaciares y la punta del Aneto en lontananza enmarcando las garras de agua retorcidas entre los pinos.
Y a nuestras espaldas, una inmensa pradera verde.
Forau significa hoyo o agujero. Nos encontrábamos frente a la impetuosa cascada que, desde lejos, parece surgir de la nada, en medio de un bosque, y que se desparrama entre las piedras, en un enorme flujo de agua (río Barrancs) que surge del deshielo de los glaciares del Aneto y que se precipitan hacia una sima kárstica (el forau), donde desaparecen como por arte de magia y discurren de modo subterráneo para resurgir algunos kilómetros más adelante en otro valle, el de Arán, formando la bonita –y que tanto me cuesta escribir- cascada de Uelhs deth Joeu, ya en la vertiente atlántica, en el Garona, siendo las únicas aguas del Pirineo Aragonés que no desembocan en el Mediterráneo a través del Ebro.
Hay un par de miradores con protecciones de madera desde los que se puede apreciar el lugar donde se pierden las aguas. Y, resistiendo el poder hipnótico de la cascada, fuimos a asomarnos a ambos, algo muy recomendable.
Continuamos después hacia la estruendosa cascada, cuyo máximo esplendor puede contemplarse muy de cerca desde varios miradores que conforma el propio camino. En algún sitio he leído que a este lugar se le denomina “la montaña mágica”; y tienen razón, porque el sitio es precioso, casi imposible de definir.
Tras decenas de fotos por delante y por detrás, que por todas partes es bello y nunca harán honor al original, seguimos adelante hacia la pradera. El río frío y manso antes de precipitarse en cascada nos ofreció otras bellas panorámicas de un verde intenso, con las picudas montañas, el Aneto y los glaciares de frente. Un lugar propicio para hacer un alto y descansar.
Aquí es donde la mayor parte de la gente termina la excursión y se da la vuelta. Sin embargo, hay otras posibilidades, entre las que nosotros escogimos la más habitual: seguir hasta el Coll de Toro (40 minutos decía el cartel, aunque luego fueron algunos más).
Caminando desde el Forau d’Aiguallut al Coll de Toro.
En primer lugar, decir que, según he podido leer, el nombre de “Coll de toro” se debe a una confusión fonética al traducir su denominación aranesa, lac deth Còth deth Hòro, que significa el Ibón del coll del forau, o traducirse por la laguna del collado del agujero (o del hoyo), por ejemplo.
Dejando a la derecha otra chorrera, cruzamos toda la pradera (plan, llaman por aquí a este tipo de llanuras), superando los pequeños meandros que forma el río, y, nos dirigimos a la izquierda por un sendero casi inapreciable hasta llegar a un arroyo, que cruzamos por un puente para afrontar por el margen contrario el ascenso del Barranco de la Escaleta a través de un camino marcado con hitos. La no muy larga pero abrupta subida, si no difícil, sí que nos resultó muy incómoda porque las rocas rotas, algunas muy afiladas y otras muy desgastadas, obligaban a ir con cuidado, sin descuidarse ni un momento. Por fortuna, el suelo estaba seco y la senda ofrecía pocas dudas.
Al final, en la Molla de la Escaleta, a 2.175 metros, las vistas eran espectaculares tanto hacia delante como hacia atrás, mostrándonos una sucesión de picos a los que lamentándolo mucho no soy capaz de poner nombre.
Tras superar varios tramos de rocas y piedras, por un sendero más cómodo y sin ninguna dificultad, alcanzamos otra gran planicie de hierba con nuevos meandros de menores proporciones, en la que contemplamos varias charcas y pequeñas simas, con el agua apareciendo y desapareciendo por aquí y por allá.
En un punto, el sendero nos hizo torcer bruscamente a la izquierda, para ascender durante unos diez minutos por un camino de tierra y gravilla hacia lo alto de un collado, desde el que pudimos ya divisar la bonita estampa del Ibón del Coll de Toro, junto a cuyas aguas decidimos descansar un ratito.
Panorámica desde lo alto del coll hacia el Aneto.
La vuelta la hicimos por el mismo camino, disfrutando de nuevo de las impresionantes perspectivas que nos habían gustado tanto a la ida. Para finalizar la excursión, tomamos unos bocadillos en el bar de la Besurta.
Preciosa ruta, imprescindible en Benasque, tanto si se continúa hasta el Coll de Toro como si se llega únicamente hasta el Forau d’Aiguallut.