Esta caminata, una de las consideradas emblemáticas en el Valle del Batzán, nos quedó pendiente en nuestra anterior visita a Navarra, así que decidimos enmendar esa falta este verano, durante los tres días que pasamos en julio por aquellas tierras.
Situación de la cascada de Xorroxin en una captura de Google Maps.
Para realizarla hay que dirigirse a la pequeña población de Erratzu, que se encuentra a poco más de ocho kilómetros de Elizondo, unos doce minutos en coche, tomando primero la carretera N-121-B y luego, a la altura de Ordoqui, la NA-2600. Está todo muy bien indicado, así que no hay riesgo de perderse. Si va desde Pamplona, la distancia es de 58 kilómetros, con una hora de viaje.
Itinerario desde Pamplona según Google Maps.
Al tratarse de una ruta bonita, corta y sencilla, que, además, se considera uno de los senderos imprescindibles en Navarra y forma parte de la Ruta de los Paisajes de Navarra, Agua y Miradores., ni que decir tiene una gran afluencia de visitantes. Tanto es así que desde hace unos pocos años ha sido preciso regular el aparcamiento, el acceso y la propia caminata para evitar el caos circulatorio y de estacionamiento que se producía en la pequeña población de Erratzu y sus alrededores a causa de las aglomeraciones de gente que quería acercarse a la cascada, sobre todo en verano, fines de semana y días festivos. Por esa causa se ha establecido una zona de aparcamiento y un recorrido circular recomendado, que se ha habilitado con pasarelas e indicadores. He oído que se estaba pensando cobrar por dejar el vehículo, si bien tengo entendido que tal medida todavía no ha entrado en vigor, al menos no lo estaba cuando fuimos nosotros; así que dejamos el coche gratis en el aparcamiento de la Calle Ubidea, cercano a las naves de la serrería. En cualquier caso, aquel día no había demasiada gente, quizás porque el día estaba algo gris o porque aún no se había producido la salida masiva de vacaciones por el tema de la pandemia.
Datos de la ruta:
Sendero SL-NA-12: Erratzu/Xorrosin/Gorostapolo/Erratzu.
Longitud: 6,9 kilómetros en recorrido circular, salvo el último tramo, justo en medio de la ruta, que conduce a la cascada y que es de ida y vuelta, un kilómetro, más o menos.
Duración: dos horas
Dificultad: media/fácil. Sin problemas para quienes estén acostumbrados a caminar por el campo.
Desnivel: 145 metros.
Panel informativo en la zona de aparcamiento de Erratzu.
Nuestro recorrido.
Al ser circular, se puede hacer en ambos sentidos, pero lo mejor es seguir las indicaciones del propio sendero, empezando por la izquierda, de modo que se complete en sentido de las agujas de un reloj. Los primeros metros transcurren por las calles de Erratzu, que cuenta con unos 650 habitantes, incluyendo sus cuatro barrios: Iñarbil, Iñarbil, Gorostapolo e Iñarbegi. Además de las típicas casas del Valle del Baztán, de fachadas blancas y rojas, pudimos ver también algunos edificios notables, antiguos palacios en mejor o peor estado de conservación.
Al final del pueblo, un estrecho sendero entre huertas nos condujo al puente de piedra sobre el Aramea, cuya bucólica imagen cubierta de yedra forma parte de mis fotos preferidas en esa ruta.
Continuamos por el sendero, paralelo a campos de cultivo y pastos, casi todo este tramo con poco desnivel, excepto algún pequeño repecho, hacia arriba o hacia abajo, fácil de recorrer, excepto en alguna zona con barro, algo a tener en cuenta si llueve o ha llovido mucho, lo cual no era el caso, pese al día gris y a las nubes bajas que acechaban en la cima del monte Auza (1.306 metros) que teníamos frente a nosotros.
Tras una parte empedrada, el sendero volvió a ser de tierra y, siempre siguiendo los indicadores, nos adentramos en un hermoso bosque de hayas, castaños (con algunos ejemplares realmente notables por su porte) y vegetación de ribera junto al alegre cauce del río, que ofrecía preciosas estampas.
Se han instalado pasarelas, puentes y postes de madera para facilitar el recorrido, aunque de una forma que pretende no alterar demasiado el entorno original, lo cual es de agradecer.
Y también eran muy sugerentes las panorámicas de los caseríos de Erratzu y los barrios de Gorostapalo e Iñárbil que pudimos obtener aprovechando algunos claros entre los árboles.
Finalmente, llegamos a la triple intersección, donde la ruta que cierra el círculo se une con el tramo final, de ida y vuelta, que conduce a la cascada. Siguiendo ahora en paralelo al Iñarbegui, afluente del Bidasoa, tomamos una senda a la izquierda, dejando la regata a la derecha, sin cruzar. Entre hayas, castaños y el alegre discurrir del agua llegamos a un puente nuevo, junto al que tomamos bonitas fotos del verdísimo entorno.
También es posible darse un pequeño chapuzón (el agua cubre poco), pero la temperatura no era lo suficientemente alta como para que apeteciese (qué diferencia con el día anterior, que nos habíamos asado literalmente en Elizondo).
Recorriendo ya el tramo más intrincado de la ruta, un último cartel nos condujo a avistar en la distancia la cascada Xorroxin, un salto de agia de unos veinte metros, que se deslizaba en escalón sobre las piedras, formando una estampa que no me pareció espectacular pero sí con mucho encanto, entre musgos, líquenes y una entramada vegetación.
El punto culminante es una estrecha pasarela con tablones de madera, que cruza al otro lado del arroyo, y que permite sacar las mejores fotos, aunque haya que hacer algún equilibrio y recibir alguna salpicadura. Lo de subirse al tronco de árbol cruzado era más complicado y se lo dejé a mi marido, mucho más osado que yo .
Evidentemente, a estas alturas del año, el caudal de la cascada no era el más apropiado para que ofreciese un panorama impresionante, pero, como he dicho, esa falta (llevaba más agua de la que se ve en las fotos) no le restaba su atractivo, incrementado por la pizca de magia y misterio que atesora el bosque en un día nublado; y todavía más en Batzán.
Volvimos por el mismo sitio hasta la triple intersección, y allí tomamos el camino de la izquierda, que conduce a Erratzu por una pista asfaltada en lugar de por el sendero paralelo a las huertas que habíamos llevado a la ida. No nos apetecía caminar por una carretera y estuvimos a punto de regresar por donde vinimos. Por fortuna, no lo hicimos. Y es que el recorrido por la pista sin sol y casi todo cuesta abajo resultó corto, cómodo y nos deparó unas vistas estupendas de Gorostopalo, el monte Auza y el bosque de hayas y castaños por donde nos habíamos internado para ver la cascada Xorroxin.
Además, entramos en Erratzu por un camino diferente, que nos permitió ver otra zona del pueblo, con palacetes, típicas casonas, el panorama sobre el río y la Iglesia de San Pedro, por ejemplo.
Para rematar una mañana muy provechosa, nos topamos con el restaurante Kastonea, que nos deparó uno de los mejores (y más baratos) almuerzos de nuestra estancia en Navarra. Tenía menú del día (creo que eran 12 euros) y terraza exterior, algo que valoramos muchísimo en estos tiempos de pandemia. No sabíamos si quedarnos o ir a Elizondo, donde habíamos comido muy bien el día anterior, pero como eran casi las tres, entramos a preguntar lo que tenían y nos quedamos con la boca abierta cuando nos dijeron la cantidad de platos que había para elegir. Acertamos quedándonos: comida casera, rica, rica, y muy buen precio. No podíamos pedir más.
Como resumen, decir que, aunque la cascada no es tan alta ni tan caudalosa ni tan espectacular como otras, el recorrido resulta fácil y muy bonito por el encanto del bosque que se recorre, con algunos ejemplares de castaño de porte imponente. Así que merece la pena hacerlo estando en Baztán. Eso sí, puede llegar a estar muy concurrido, quizás demasiado. Así que mejor evitar fines de semana y festivos. En nuestro caso, por el sendero apenas encontramos a nadie, con lo cual pudimos ir sin mascarilla. Sin embargo, en los pies de la cascada nos juntamos más de veinte personas, con lo cual tuvimos que ponérnosla, naturalmente. Es lo malo en estos tiempos de pandemia. Y aunque esperemos poder olvidarnos de esta pesadilla en el futuro, tampoco viene mal una foto que nos recuerde lo que representó todo esto en nuestras vidas .
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