Como continuación a la serie de rutas que estoy incluyendo en este diario correspondientes a la Comunidad de Madrid, que estamos recordando de otros tiempos o conociendo por primera vez como consecuencia de estos tiempos de confinamientos perimetrales, hace poco estuvimos en Puebla de la Sierra, uno de los últimas localidades de la zona noreste de la provincia de Madrid, ya muy cerca del límte con la Comunidad de Castilla-La Mancha, provincia de Guadalajara. Pertenece a la Sierra del Rincón, que está integrada por los municipios de La Hiruela, Horcajuelo de la Sierra, Montejo de la Sierra, Puebla de la Sierra y Prádena del Rincón. Confieso que habíamos visitado pocas veces esta zona y, ahora que lo hemos hecho, nos ha sorprendido muy gratamente tanto por su tranquilidad como por su agreste y bella naturaleza, lo que no es de extrañar, puesto que es una zona declarada Reserva de la Biosfera desde el año 2005, catalogación que premia también su modelo de desarrollo sostenible y la buena utilización de los recursos.
Empiezo hoy con nuestro recorrido por la Sierra del Rincón en Puebla de la Sierra y dejo para otra etapa el que hicimos por La Hiruela. Estos paseos están basados en las Sendas Verdes de la Comunidad de Madrid, que pueden consultarse en su página web sendasdemadrid.es, donde se ofrece todo tipo de información imprimible y descargable (mapa interactivo, folletos, tracks, fichas de las diferentes rutas...).
Hoja del folleto de rutas descargado de la web de la Comunidad de Madrid.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID.
Itinerario desde Madrid, según Google Maps.
Itinerario desde Madrid, según Google Maps.
Al ser uno de los pueblos más recónditos de nuestra geografía provincial, llegar hasta Puebla de la Sierra requiere casi una hora y tres cuartos de trayecto en coche desde Madrid capital y unos 114 kilómetros en distancia. Se llega por la A-1 hasta la salida 76, en Buitrago de Lozoya (me encanta este pueblo, le debo una etapa de diario), donde se toma la M-137, que conduce a la Sierra del Rincón, la cual se encuentra anunciada convenientemente en diversos indicadores. Se continúa hasta la Prádena del Rincón, donde se coge el desvío por la M-130, que lleva hasta Puebla de la Sierra por una carretera que asciende un puerto con continuas curvas y unas vistas estupendas, si bien cuando pasamos por allí había niebla, lo que nos impidió hacer fotografías en condiciones. El trayecto desde Buitrago supone una distancia de 30 kilómetros y se tarda unos 40 minutos, más o menos.
Itinerario desde Buitrago de Lozoya en Google Maps.
UNOS DATOS SOBRE PUEBLA DE LA SIERRA.
Al hacer esta excursión en un día laborable de enero, con muy buena temperatura, eso sí, apenas nos encontramos a nadie, otro coche con una pareja de senderistas, creo recordar. No sé cómo andará la afluencia de gente por estos lugares en fines de semana o festivos, si bien tengo entendido que está menos concurrido que otros pueblos madrileños, sobre todo los de la Sierra de Guadarrama.
Dejamos el coche en un aparcamiento habilitado poco antes de entrar en el núcleo urbano, donde nos encontramos con unos paneles informativos. En uno de ellos pudimos ver que estábamos en uno de los municipios más extensos de la Comunidad de Madrid, con el pequeño núcleo urbano situado al pie de los Cerros de la Mujer Muerta, los cuales, curiosamente, le dieron nombre desde tiempos medievales. Aunque no hay evidencia documental, se dice que este lugar se llamó Puebla de Alfavor en tiempos de la dominación musulmana. Ya en el siglo XIV, en tiempos de Alfonso XI, aparece como Aldea de la Mujer Muerta, sustituyéndose después “Aldea” por “Puebla”. Y no fue hasta después de la Guerra Civil española que la localidad cambió su nombre por el de Puebla de la Sierra
. Además de varios senderos y la magnífica naturaleza que rodea la población, resulta interesante dar un paseo por el pueblo y sus alrededores, donde se puede ver una Fragua, una Fuente Mora, un Pilón – Abrevadero, la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción del siglo XVII, la Ermita de la Soledad del siglo XVI, el Tormo o conjunto de tinadas y un Molino del siglo XVIII.
RUTAS DE SENDERISMO.
Localizamos cuatro incluidas en la recopilación de Sendas Verdes de la Comunidad de Madrid, con sus indicaciones correspondientes:
- Senda del Valle de los Sueños (color amarillo): itinerario escultórico por el pueblo y alrededores con 30 obras al aire libre. Longitud: 2,1 kilómetros. Duración: 1 hora. Dificultad: ninguna, paseo. Circular.
- Paseo de Linares (color azul): bosques de ribera, huertas, mimbreras y linares. Longitud: 2,6 kilómetros. Duración: 50 minutos. Dificultad: baja. Circular.
- Subida al Cerro Larda (color rojo): panorámicas del valle y de la sierra. Longitud: 8,5 Km. Duración: 3 horas 30 minutos. Dificultad: Alta. Circular.
- Senda de los Robles Centenarios (color verde): enormes robles que se utilizaban antaño para la producción de carbón. Longitud: 2,7 kilómetros. Duración: 1 hora 30 minutos. Dificultad: Fácil. Circular.
Como el día había amanecido con niebla, si bien estaba previsto que levantase a partir de la una y media o dos, decidimos tomarnos la jornada con calma, pues lo que queríamos fundamentalmente era estirar las piernas en un entorno natural, algo que se agradece mucho por los confinamientos (estamos teniendo suerte y nos vamos librando de los de las zonas básicas de salud). Por eso, dejamos para otro día la subida al Cerro Larda (mejor acudir un día con buena visibilidad) e hicimos una mezcla de las otras tres rutas, que quedó de la manera que cuento a continuación. En total hicimos unos siete kilómetros caminando y la duración fue de unas tres horas, incluyendo comida y fotos.
NUESTRA RUTA.
Ya en el mismo aparcamiento, empezamos a ver las esculturas de la senda amarilla, que nos iríamos encontrando también más adelante. A la izquierda, divisamos el indicador de la ruta azul, que tenía muy buena pinta y que empezamos a seguir.
Rápidamente nos vimos inmersos en un bosque de ribera, con álamos y sauces, junto a huertas cultivadas de hortalizas y legumbres a nuestra derecha. Se trata de un sendero ancho, que picaba continuamente hacia arriba y que estaba bastante embarrado, pues corría el agua por todas partes. De hecho, nos sorprendió, ya incluso desde el coche, la cantidad de chorreras y canalillos que nos encontramos en la montaña. Quizás se notaba el deshielo de la famosa nevada, aunque por esta zona no quedaba ni un resto blanco y, además, no vimos demasiados árboles afectados, quizás porque abundan las especies de hoja caduca, que han sufrido muchísimo menos los estragos de “Filomena”.
Aparte de que teníamos que ir mirando al suelo para no meter los pies en el fondo del lodazal, el recorrido nos pareció muy bonito con álamos temblones, mimbreras, cerezos, ciruelos silvestres…
También nos encontramos con numerosos robles, algunos de ellos muy antiguos y de portes espectaculares, que se utilizaban antaño para la producción de carbón, según leímos en algún panel informativo.
A mitad del recorrido (1,5 kilómetros, aproximadamente), enlazamos con la ruta verde, en el Estanque del Cerradillo, que acumula el agua en invierno para poder regar las huertas y los prados durante el verano. La sorpresa fue que, salvo la recogida, que corría bien, nos encontramos el resto del agua… ¡congelada! Las fotos salieron muy chulas con el efecto del hielo.
En el tramo de descenso, caminamos por una pista amplia, entre robles, jaras y brezos. También pasamos junto a los lugares donde antiguamente se cultivaba el lino (linares), muy típico de esta zona durante centenares de años, hasta los 60 del siglo pasado. Un panel informativo relata la historia detalladamente.
Poco después llegamos a un mirador, desde el que pudimos contemplar la pequeña población embebida en la montaña, rodeada de picos, desde “Peña de la Cabra” hasta “El Porrejón”. Nos enteramos de que hay posibilidad de ascender a estos picos. Tendremos que investigar.
En el antiguo lavadero concluyen las rutas azul y verde, enlazando con la amarilla, la de las esculturas, que a lo largo de un kilómetro y medio presenta una exposición permanente al aire libre de obras de reconocidos escultores, entre las que se exhiben las que logran el primer premio en la Bienal Internacional, que se concede por votación popular.
Cruzamos la carretera y anduvimos unos doscientos metros en dirección contraria al pueblo, viendo entretanto algunas de las obras escultóricas. Entramos en el bosque, siguiendo el indicador hacia el Molino de Arriba, que es el Centro de Educación Ambiental. Una curiosa escultura no dio la bienvenida, no sé si con buenas o malas intenciones, la verdad.
La senda nos llevó junto al río de la Puebla, que bajaba con una corriente que daba gusto verlo. Llegamos a un puente, a las puertas del Centro Medioambiental, que estaba cerrado.
El río recibía en las inmediaciones las aguas del arroyo Carnicero, formando un espectáculo realmente precioso. Encontramos unas piedras y nos pusimos a tomar nuestros bocatas escuchando el fuerte rumor del agua. No había ni un alma a la vista.
Después, seguimos unos metros por la carretera, puesto que yo había visto un cártel informativo al pasar a la llegada que me llamó la atención y quería comprobar qué había allí. Y, efectivamente, junto al río, encontramos dos árboles centenarios protegidos, con su catalogación de árboles singulares de la Comunidad de Madrid con una placa en la que se detallaba el decreto de reconocimiento. El que vimos más de cerca se llama “Rebollo de las Puentecillas”, tiene un perímetro de 6,35 metros, una altura de 19 metros y una antigüedad aproximada de 400 años. Se encuentra en una finca particular, pero se puede ver bien desde afuera.
De vuelta al pueblo, cumplimos con la tradición en la “Fuente de los Suspiros”. Según la leyenda, en tiempos de los musulmanes, todo aquel que se acercaba a la fuente y oía un suspiro veía cumplido un deseo. Los tiempos han cambiado, y ahora el deseo, al parecer, se cumple si se toca una rana tallada por el escultor Eduardo Mazariegos de una piedra de ónix del Japón y colocada en el fondo de la fuente. En fin, no es cuestión de desdeñar cualquier oportunidad teniendo en cuenta cuál es el deseo de casi todos en los días actuales…
Llegamos hasta la Plaza del Ayuntamiento, desde donde se contempla muy bien la Iglesia de la Purísima Concepción, del siglo XVII. Luego seguimos hasta el lavadero.
Volvimos al coche y, en lugar de regresar por la carretera que habíamos traído, nos dimos cuenta que la carretera continuaba y que era posible llegar también en esa dirección hasta Buitrago de Lozoya, completando una especie de itinerario circular.
Ruta circular en coche desde Buitrago del Lozoya en Google Maps.
Y, aunque es un poco más largo, mereció la pena porque, aparte de ir por una ruta diferente, nos encontramos un paisaje singular y unas vistas espectaculares, sobre todo desde el Mirador de los Buitres (figura en Google Maps).
Mirador de los Buitres. Foto de arriba: acceso. Foto de abajo: a la derecha, roca en la que asienta.
En resumen, un recorrido poco exigente (salvo el barro en la subida hacia el estanque) y muy bonito, pese a que ya en pleno invierno los árboles estaban desprovistos de hojas. En otoño, debe ser espectacular. Dentro de poco tenemos previsto (si se puede) regresar para hacer la subida al Cerro Larda.
Y para terminar, una curiosa inscripción que encontramos en uno de los árboles, de especial importancia en estos tiempos que estamos pasando: VIVE, AMA, RIE...
. OTRAS RUTAS POR LA SIERRA DEL RINCÓN:
LA HIRUELA: SENDAS POR LA HIRUELA, SIERRA DEL RINCÓN (MADRID).