Esta es una de esas rutas de senderismo que si se tiene la suerte de pillar en un momento en que el agua corre alegre, como fue nuestro caso, resulta una auténtica delicia. Fue una muy grata e inesperada sorpresa. Y es que tuvimos la fortuna de encontrarnos con un colorido de lo más bonito.
Como hacemos últimamente muy a menudo por causa de los confinamientos que no nos permiten salir de la provincia, esta ruta la localizamos en la página web de la Comunidad de Madrid, sendasdemadrid.es/ , que presenta un numeroso surtido de Sendas, con información, tracks, fichas y folletos descargables e imprimibles… Está bastante bien, especialmente para coger ideas de lugares que en muchas ocasiones no son de los más conocidos a la hora de hacer caminatas por la naturaleza en nuestra región.
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Itinerario desde Madrid capital según Google Maps.
Hay varios caminos para llegar a Navalagamella desde Madrid capital y su área metropolitana. La ruta que sugiere Google Maps es la que pongo en la imagen, tomando la M-511 (Ciudad de la Imagen) hasta la M-501 (carretera de los Pantanos) hasta la salida hacia Quijorna, para tomar allí la M-521 que conduce ya directamente hacia el comienzo de la ruta. En total, poco más de 50 kilómetros, lo que supone unos 50 minutos si no se presentan complicaciones de tráfico en forma de retenciones, algo que puede suceder en fines de semana y festivos, sobre todo en verano. También habrá que tener precaución, ya que es una vía frecuentada por ciclistas. Naturalmente, lo más conveniente, aunque también lo menos sencillo, es hacer la ruta en día laborable. Y el río estará mucho mejor tras un periodo de lluvias y evitando el verano. En fin, nada nuevo para quienes estén acostumbrados a hacer rutas de senderismo por Madrid.
DATOS DE LA RUTA.
La ficha de la Senda Verde de la Comunidad de Madrid y el panel informativo de la ruta no coinciden en cuanto a la longitud total del recorrido, supongo que a causa del tramo “C”, que tiene dos alternativas, una más fácil y otra algo más complicadilla. En cualquier caso, no entiendo el tiempo que señala la ficha: la hora y treinta minutos debe ser si haces la ruta a toda prisa, sin pararte a mirar nada.
Foto de la ficha de la ruta descargada de la página web de Sendas de la Comunidad de Madrid.
LONGITUD: 6,5 kilómetros
TIPO DE RUTA: Circular.
DURACIÓN: el panel no lo indica, pero calculo que en torno a 2 horas o 2 horas y 30 minutos, que puede ser más con paradas para fotos y tomar el bocata. Nosotros tardamos 3 horas, ya que el tiempo acompañaba y el paisaje estaba precioso. Lo iré contando.
GRADO DE DIFICULTAD: Fácil. Hay un tramo un poco más complicado, sobre todo si el suelo está mojado, pero se puede evitar yendo por el llamado Camino del Canal.
DESNIVEL: cota máxima, 768 metros; cota mínima: 682 metros. Existe alguna zona de pendiente acusada, tanto de subida como de bajada, pero nada del otro mundo.
SEÑALIZACIÓN: Hay indicadores de la ruta y también paneles informativos sobre el ecosistema del lugar.
PUNTO DE INICIO Y DE FINALIZACIÓN: Mirador del Hondillo en Navalagamella. Se debe dejar el coche en los aparcamientos habilitados en el pueblo. Junto al mirador, hay bastantes huecos.
Mirador del Hondillo. Inicio y fin de la ruta en Google Maps.
NUESTRA RUTA.
El lunes uno de febrero amaneció un día magnífico, con sol y una temperatura poco propia del invierno madrileño. Había que aprovecharlo. Entre las zonas no confinadas, escogimos esta ruta, que tenía muy buena pinta a juzgar por las fotos que encontré en internet. Evitamos pasar por Quijorna, que estaba cerrado perimetralmente, y fuimos hasta Colmenar del Arroyo, donde paramos a comprar unos bocadillos. Un pueblo muy majo, con dos puentes antiguos, uno del siglo XV y otro del XVII. Tiene rutas de senderismo, así que dejo el relato para otro momento.
Colmenar del Arroyo.
Ya en Navalagamella, Google Maps nos llevó hasta el Mirador del Hondillo por una especie de circunvalación del pueblo, que resulta más fácil de seguir, pero que te obliga a entrar por una pista de tierra y seguirla como unos cincuenta metros hasta llegar al aparcamiento. Al ser laborable, no tuvimos problema alguno para dejar el coche.
El Mirador del Hondillo nos deparó unas vistas excelentes de los extensos encinares que hay en torno a Navalagamella, que se encuentran en un magnífico estado de conservación y en los que viven numerosas especies de aves, entre las que destacan rapaces como el buitre negro y el águila imperial ibérica.
Panel informativo de la ruta.
En días claros, también es posible contemplar, a lo lejos, puntos tan emblemáticos de la sierra madrileña, como la Bola del Mundo, el Collado del Piornal, la Maliciosa, la Pedriza, la Najarra, etc. Esa mañana, aunque se llegaban a distinguir, las nubes emborronaban los picos.
Para empezar la caminata, tomamos la senda que sale a la derecha del mirador y que durante dos kilómetros transcurre por la Cañada Real Leonesa Oriental. Poco después de iniciar la ruta, a la derecha, sale un camino ascendente (indicado) que conduce hasta unos fortines de la Guerra Civil española. Se trata de un desvío opcional de ochocientos metros (ida y vuelta). Aquí, que escoja cada cual. Nosotros hemos visto muchas construcciones de este tipo, una concretamente esa misma mañana, junto a la carretera, y decidimos continuar el camino, obviando ese recorrido.
Continuamos entre encinares hasta llegar a la bifurcación que supone el inicio de la ruta circular. Un pequeño puente de madera nos facilitó el paso sobre el arroyo de Hondillo, que en otras épocas del año está casi seco, pero que ese día llevaba bastante agua.
En el puente, tomamos la senda de la izquierda y proseguimos casi todo el tiempo en ascenso, aunque suave, rodeados de encinas y algunos pinares. De vez en cuando, la vegetación sea abría y nos permitía distinguir bonitas vistas panorámicas.
Algunas encinas estaban dañadas por la gran nevada que nos trajo Filomena, pero el destrozo era mucho menor que el que, por ejemplo, habíamos contemplado entre los pinos piñoneros en el Pantano de San Juan. Está claro que los pinos fueron con diferencia los que salieron peor parados, como pudimos comprobar también en este itinerario.
A lo largo del recorrido nos fuimos encontrando con carteles didácticos acerca de las diferente vegetación con que nos encontrábamos (encinas, pinos, retamas, romero, jaras…).
Un altillo nos ofreció vistas hacia el Cerro de Valquemado mientras continuábamos surcando la vía pecuaria, de acuerdo con los indicadores. Llegamos a un claro, donde se ubica un pequeño merendero.
Un panel informativo explica las especies de aves que habitan el encinar, entre las que cabe citar y otro cartel nos explicaba las características de las encinas justamente al lado de un magnífico ejemplar. También señalaba que en Navalagamella hay una encina catalogada como árbol singular de la Comunidad de Madrid, con un porte de 12 metros de copa.
Avanzamos entre jaras, encinas, retamas, pinos… Y hasta una curiosa nube en forma de platillo volante se unió a la función. Por esta zona, vimos un indicador para seguir el Camino del Canal por aquellas personas que quieran evitar los pasos más complicados que se tienen que pasar más adelante, entre las rocas, ya cerca del agua. Naturalmente, merece mucho la pena hacer el recorrido completo y no tiene problemas si se va con precaución y el suelo no está encharcado. Aquí que decida cada cual, pues en un par de puntos hay que hacer una pequeña trepada, nada del otro mundo, pero lo aviso por si acaso.
Poco después llegamos a un sitio que nos cogió por sorpresa por su belleza: el Puente del Hoyo. Un panel informativo nos contó que se encuentra en la confluencia de la Cañada Real Leonesa y del arroyo de los Conejeros. Construido entre los siglos XV y XVI, estuvo siempre ligado a la trashumancia, pues los pastores solían parar en su entorno para pasar la noche, de ahí que a este sitio se le conozca como el Descansadero del Puente del Hoyo. El declive de las actividades de pastoreo acarreó también el declive del puente, que terminó prácticamente derruido. Se realizaron trabajos para su consolidación entre 2013 y 2019, si bien es imposible cruzar por encima hoy en día, ya que la calzada no está .
No sé cómo será este lugar en verano o en época de sequía, pero en el momento en que lo visitamos, su aspecto era magnífico, con un caudal de agua impresionante para sus modestas dimensiones, hasta el punto de que si se quería pasar de un lado a otro había que descalzarse y, en todo caso, ir con mucha precaución. No lo intentamos. Nos bastó con contemplar el fantástico colorido que nos deparaba las aguas.
Después de hacer un montón de fotos, seguimos avanzando por el sendero que va en paralelo al arroyo. Habíamos dejado la Cañada Real Leonesa para seguir la Colada de Vahondillo. El cielo azul, la hierba verde, los árboles de ribera transparentes por la falta de hojas y los tonos cambiantes del agua ponían un contrapunto fantástico. ¡Qué bonito! Entiendo que en otras circunstancias no sería igual.
En este tramo nos paramos muchas veces, trepando sobre las rocas para ver las pequeñas cascadas que formaba el agua. Una gozada. No sé cuántas fotos saqué. Donde confluyen los arroyos nace el río Perales, por cuya orillas íbamos a seguir en adelante.
Llegamos a una gran canalización, que forma parte de sistema de conducción de aguas del Canal de Isabel II entre los Embalses de Picadas y de Valmayor. La tubería es horriblemente fea, pero la naturaleza que la rodea era tan bonita y espectacular que se perdonaba todo. Un estupendo mirador de la corriente de agua.
Pasada la tubería, entramos en el cañón del río Perales, que corría con mucha fuerza, formando unas fotogénicas cascaditas con el telón de fondo de las rocas. Muy chulo con el contraste de reflejos verdes, azules y amarillos en el agua.
Caminamos por el sendero más próximo a la orilla, entre las rocas, dejando a nuestra derecha otra senda más ancha. El suelo estaba seco en su mayor parte y, además, hay protecciones de madera en los sitios más expuestos. Sí que subimos a unas rocas para contemplar mejor el panorama, naturalmente con las debidas precauciones.
Toda esta parte del itinerario (el llamado tramo amarillo o C) nos gustó mucho.
Al fin llegamos hasta el primero de los molinos harineros que nos íbamos a encontrar en la ruta: el Molino del Altillo. Solamente quedan unos restos, pero se conserva el cubo de presión, que da nombre a un tipo de molino hidráulico característico de esta zona. Su funcionamiento lo podemos entender consultando un panel informativo situado junto al mismo. Se trataba de molinos de cereales, cuyo funcionamiento se basaba en represar las aguas río arriba del molino, de forma que al elevar el nivel del agua crecía la energía generada. El agua se transportaba por un canal de piedra, llamado caz, hasta el cubo, desde donde, al caer, la presión hacía mover los elementos de la molienda.
Los dos molinos que se contemplan en este recorrido, están en ruinas, pero conservan el cubo de presión. El primero, conserva parte de su estructura, que parece un puente, si bien no lo es y tiene su riesgo. Existe un cartel de prohibido el paso, pero no hay ninguna barrera y la tentación de subir y avanzar para ver las vistas desde arriba es muy fuerte. Además, no resulta nada complicado. Sin embargo, se debe tener muchísimo cuidado porque no hay protecciones y cualquier descuido puede traer malas consecuencias. ¡Ojo con los niños pequeños!
En ese mismo punto, localizamos una mesa de merendero y aprovechamos para tomar nuestros bocadillos mirando el alegre curso del agua. Hay varias mesas a lo largo de la ruta en las que sentarse a descansar y disfrutar de las vistas.
Después, continuamos avanzando con la continua compañía del agua saltando entre las rocas hasta llegar al segundo molino, el Molino Baltasar. En sus inmediaciones, encontramos uno de los paisajes más bonitos del día (y ya es decir) por el colorido del agua y las rocas.
Pasamos junto a una casa, donde dejamos de seguir el curso del río Perales, que sigue su camino hacia la izquierda, mientras nosotros giramos a la derecha, para tomar el camino de vuelta, que va paralelo al arroyo del Mondillo Baltasar. Unos carteles en la otra orilla avisan de no traspasar las verjas porque hay ganado bravo. Entrábamos en el tramo naranja o D de la ruta.
Un cómodo sendero entre vegetación de ribera y fresnos, con el continuo reguerillo del agua a nuestra izquierda, nos acompañó hasta llegar a una fuente. En este tramo, tal como señala el panel informativo, se percibe mucho más la influencia ejercida por el ser humano en el paisaje como consecuencia de la utilización del terreno para usos de ganadería y cultivos. El encinar se presenta menos intenso y está peor conservado que en los tramos anteriores, especialmente el primero, y se han efectuado replantaciones con otro tipo de árboles, en particular pinos piñoneros o resineros.
El flujo de temporada del arroyo ha dado lugar a vegetación de ribera, fundamentalmente fresnos. También aparecen especies como la retama, el romero y la invasora ailanto.
El flujo de temporada del arroyo ha dado lugar a vegetación de ribera, fundamentalmente fresnos. También aparecen especies como la retama, el romero y la invasora ailanto.
Desde ahí, trayecto de subida hacia el puente de madera que habíamos cruzado al principio de la ruta, enlazando con el tramo común de ida y vuelta. Todo cuesta arriba en esta zona hasta que volvimos al Mirador del Hondillo, desde donde habíamos partido al empezar la caminata
.En resumen, nos gustó mucho esta caminata. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el momento en que la hicimos fue muy bueno por la cantidad de agua que llevaba el río Perales y los arroyos, la luz y el verdor de la hierba tras el deshielo de la gran nevada y un par de días seguidos con lluvias.
Además, nos cruzamos con poquísima gente y no tuvimos ningún problema en encontrar mesa libre para tomar los bocatas. Quizás en otras condiciones no tenga tanto encanto. Por lo demás, un recorrido sencillo y totalmente recomendable en días de invierno poco crudos y al principio de la primavera. De hecho tenemos previsto repetirla a principios de mayo, cuando las hojas de los árboles otorguen al paisaje una imagen diferente.