Ha sido un año sin viajes. Duro para lo que nos gusta tanto viajar. Bueno, duro para todos. Pero incluso lo malo termina, y parece que el horizonte nos presenta un futuro en acercarse al tedio del check-in en una avión nos parecerá maravilloso, al menos durante un par de vuelos.
Yo viajo en familia. Tengo tres hijos, de edades distantes, lo que hace interesante la preparación de cualquier viaje. El entusiamo y los saltos de una pequeña de siete años se compara con el aparente desinterés de un adolescente que nodea y habla poco, mira en ocasiones con interés, en otras con la vista perdida…
Por si eso no fuera suficiente viajamos en inglés. Mi mujer es inglesa, del Norte, y en casa el bilingüismo es la norma. Pero al viajar, no importa cómo, ni adonde, desde hace años adquirimos la costumbre de preparar los viajes en inglés. Esto puede tener todo el sentido al hacer un viaje fuera de España, pero al viajar la península el sentido se pierde un poco. De cualquier forma, lo que empezó sin mayor importancia se ha convertido en un modo de hacer, y ahora, por suerte, se hace con naturalidad.
Hablo en presente porque preparamos viajes. Afortunadamente.
Es posible que sea la necesidad de usar el castellano que me lleva a empezar esta bitácora o álbum de viajes. Soy tímido, y no me suele gustar contar, pero no me parece importar ahora. Estoy decidido. En realidad creo que la necesidad de contar tiene que ver mucho más con una necesidad vital, borrada desde hace meses, de viajar.
¡Ganas de empezar etapas!