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DÍA 11. Amorgos. Agios Pavlos, Lagada y Potamos.
Esto de cambiar de hotel con tanta frecuencia es muy emocionante. Un nuevo despertar con nuevas vistas y un nuevo desayuno que nos encanta. Se ofrece en las mesitas de la zona de piscina y es muy completo. Zumo de naranja natural, sandía, frappé, leche, cereales variados, pan blanco e integral, croasants, mermelada y miel caseras, hojaldres de queso y de espinacas, ensalada, jamón, queso y yogur griego. Desayunamos fenomenalmente bien frente a la piscina y nos preparamos unos bocadillos que nos llevaremos a la playa.
Camino de la playa subimos al pueblo de Potamos a localizar el restaurante donde queremos cenar para reservar una mesa con vistas a la puesta de sol. Tras aparcar el coche hay que dar un paseo hacia arriba por un camino y escaleras y finalmente encontramos la taberna “Kamara”. Allí solo hay una señora que no entiende nada de inglés, por lo que hago grandes esfuerzos para explicarle con gestos que queremos reservar una mesa para cenar con vistas a la puesta de sol. Aunque parece haberse enterado de lo que le pido, se lo dejo escrito en un post-it que veo en una mesa, y lo dejo pegado en la mesa elegida. Tremenda la situación.
Cogemos de nuevo el coche para continuar a la playa de Agios Pavlos, a 5 Kms hacia el sur, con su famoso saliente de arena triangular hacia el mar. Esta playa es más bonita desde la lejanía, con sus barquitas en un lateral del saliente. Allí se encuentra el barco que lleva a la isla de Nikuria, situada en frente, que sale cada hora desde las 11, tal y como tenía previsto. Mientras esperamos hacemos una bonitas fotos de este playa y sus barcas y a las 11, puntual, sale la barquita, cuyo trayecto dura 10 minutos y cuesta 5€ ida y vuelta las dos.
En la isla de Nikuria hay 3 playas con aguas tranquilas, arenosas y con algunas rocas dispersas. El barquero nos ofrece parar en la que tiene un pequeño bar y hamacas o continuar hasta la siguiente y mi hija y yo somos las únicas que continuamos hasta la playa virgen. Cuando nos estamos ubicando en la arena, veo en lo alto una iglesia blanca y no me puedo resistir a subir. El caminito está bien marcado y la subida es fácil. Al llegar me emociona ver que además de la iglesia hay una campanita de esas que tanto nos gustan, así que me quedo allí un ratito yo sola disfrutando del paisaje y tanta paz…
La bajada es preciosa y disfruto viendo desde arriba a mi hija bañarse entre aguas azules; enseguida llego y le acompaño. La isla es muy agreste, hasta el punto que en un momento bajan unas cabras a acompañarnos mientras tomamos el sol. A las 12 llega de nuevo la barca y se baja una pareja y las 13 otras dos personas. Comemos nuestros hojaldres del buffet acompañados de ensalada griega y continuamos entre baño y sol hasta tomar el barco de regreso sobre las 16:15. Queremos llegar al hotel a tiempo para estar un ratito en la piscina antes de salir a pasear por los pueblitos y así lo hacemos.
Hoy subimos al pueblo de Lagada, a 3 kms de Aegiali y también con una subida sinuosa. Es ideal este pueblito, además de muy tranquilo con sus callejuelas, arquitos, puertas azules, buganvillas, sillas de colores y suelos con pinturas blancas.
Nos encanta, pero tenemos que llegar a tiempo al pueblo de Potamos. Por suerte, tenemos localizado el restaurante, pero nos entretenemos por el camino, pues la subida es realmente preciosa con la puesta de sol. Me atrevo a decir que no tiene nada que envidiar a la de Santorini. Espectacular.
Y el remate la cena en este restaurante en la colina, una antigua casa de dos siglos de antigüedad, reformada y con una bonita decoración que me hace sentir en un pueblo turco. Y nuestra mesita en primera línea de puesta de sol… y esa cena rica…
- Kamara: Briam y berenjenas con queso al horno, vino, refresco y de regalo un postre casero de galleta con chocolate.
Sin duda, el remate para este fantástico día.
DÍA 12. Rumbo al sur de Amorgos.
Tras el estupendo desayuno junto a la piscina y frente al mar, cargamos las maletas en el coche y decimos adiós al hotel Yperia. Hemos estado muy a gusto, aunque los dueños apenas hablaban inglés y no nos hemos comunicado apenas con ellos, que es algo que le da mucho encanto a los alojamientos griegos. Ellos controlaban más el francés, y es que en esta isla vemos mucho turismo de este país; no sabemos si tiene algo que ver con la película Le grand bleu, que fue rodada en esta isla.
Tomamos la única carretera que recorre la isla de norte a sur, dirigiéndonos a la playa de Agia Anna, precisamente uno de los principales escenarios de rodaje de la citada peli. Tras aparcar el coche vemos la bajada hacia la pequeña cala y su iglesia, una imagen característica de la isla de Amorgos. La cala es pequeña y muy conocida, por lo que cuesta encontrar un hueco en el centro, pero por suerte hay muchas zonas de rocas en los laterales, y elegimos una roca tranquila en la que nos ubicamos. Desde luego, no importa que haya gente, pues nos encanta esta playa, sus aguas cristalinas y nuestro rincón. Tenemos comida del buffet y ninguna prisa, por lo que disfrutamos muchísimo de cada instante del día en Agia Anna.
Desde allí aviso a Christos, el chico del apartamento, de nuestra hora de llegada y tal y como hemos acordado, estamos allí a las 17:30. Encontrar el apartamento Amorgos Pearls es fácil, pues está en pleno puerto de Katapola, en una callecita frente al mar.
Cuando llegamos, nos quedamos con la boca abierta. Es ideal. Enseguida llega Christos y nos presenta a su burrita Dolly que está atada en la misma finca en la que están los apartamentos; a mi hija le encanta. Realmente son dos apartamento en la misma finca: White y Blue. Yo elegí el White, pues me gustaba más la terraza y está más cerca del mar. Todo está nuevo y decorado con mucho gusto. Por dentro tiene una zona de estar con cocina y una cama, con un bonito baño. Por fuera una mesa de madera larga, otra pequeñita con sillas de mimbre, un chinchorro con vistas a la puesta de sol y un sofá con cojines blancos, con una réplica del monasterio de Hozoviotissa. Los cristales de las ventanas son espejos desde fuera pero transparentes desde dentro, para poder ver pero que no te ven, pues el jardín está expuesto a un caminito por el que puede pasar gente. Pero es una zona super tranquila. Estamos emocionadas con este lugar.
Nos preparamos para dirigirnos a Chora, que se encuentra en lo alto, a 5 Kms de Katapola. Es un pueblo escondido entre montañas con hermosas casas blancas, iglesias y calles laberínticas de piedra, rodeado de molinos de viento. El pueblo está entre los restos de las murallas del castillo veneciano construido en 1290, sobresaliendo la torre Gavira encima de una roca.
Callejeando por el pueblo encontramos el restaurante donde tengo pensado cenar, un lugar que no estaba en nuestra anterior visita y que está en una plaza encantadora, con una iglesia y una decoración especial: Apospero. Preguntamos si podemos hacer una reserva para dentro de media hora, y tenemos la suerte de que hay una mesita con dos sillas junto al rincón de la bicicleta, nuestro preferido.
Subimos a la zona de los molinos, donde hace mucho viento, pero ello no nos impide disfrutar de una maravillosa puesta de sol entre molinos sobre el pueblo de Chora en la isla de Amorgos. Bajamos a Chora justo a tiempo para cenar en el maravilloso rincón junto a la bicicleta. Nos encanta.
- Apospero: bruscheta de tomate y queso de Amorgos, lingüini con verduras y atún, vino y refresco. 24€.
Nos dirigimos al coche pasando antes por el mini-market para comprar desayunos para estos tres días que tenemos apartamento y nos vamos felices a dormir. Otro día maravilloso.
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