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30JUL: A las nueve estábamos en la recién abierta oficina de Álamo (junto al hotel Fiesta Americana) donde recogimos un VW Vento (algo más grande que un Golf pero con un maletero de casi 500 litros), gris plata, con aire acondicionado, USB, cambio automático, kilometraje ilimitado, algunos roces (procurad anotar todos los desperfectos que veáis) depósito lleno (a devolver igual), asistencia en carretera y seguro a todo riesgo.
¡Ojo!, en México el “todo riesgo” excluye siempre la rotura o robo de accesorios, como retrovisores, antenas, “tapones de los rines” (es decir, tapacubos de las ruedas), alfombrillas interiores, o incluso… ¡la matrícula del coche!, así que procurad que el coche duerma vigilado en el hotel y si no lleva llantas, que lleve bridas sujetando los tapacubos, pues con los millones de baches de sus carreteras, perderéis más de uno…que tendréis que pagar al devolverlo.
Gracias a una muy buena oferta en la propia web de Álamo, pagamos 214€ por 10 días de alquiler y cero franquicia en el seguro (unas pocas veces resulta más interesante ir a las webs de marca que utilizar Rentalcars, Kayak o similares).
Aprovecho para decir que la gasolina (Magna o normal, de 87 octanos y Premium o Súper de 92) cuesta alrededor de 1€ el litro (una barbaridad para los sueldos de allí) y que siempre te la sirve un empleado, que se paga en efectivo (aunque publiciten pago con tarjeta) y que te suelen limpiar el parabrisas por…una propina, claro.
Dadas las bajas velocidades a que se circula (nunca a más de 110 km/h) el empleado directamente te suele poner Magna (21-22 pesos/litro). Salvo en carreteras recónditas, siempre tendréis una gasolinera a mano.
En México hay autopistas de peaje (“de cuota”, dicen ellos) entre las grandes ciudades, que no están mal y donde se puede ir más o menos rápido (límite 110), salvo cuando pillas uno de los monumentales atascos.
A veces hay carreteras gratis de doble carril y lo más frecuente son carreteras convencionales o carreteras secundarias, preciosas en sus paisajes, pero fatales de agujeros, casi “cenotes”, que te pueden partir el coche si te descuidas, todas escasas de pintura y de arcenes, pero muy bien dotadas de altísimos “guardas tumbados” cada dos por tres (para evitar ir a más de 20 km/h) por supuesto en pueblos y ciudades (¡en cada cruce de calles!), pero también a la entrada y salida de poblaciones, e incluso, en medio de ninguna parte, así que, mucho cuidado. Respetad las indicaciones (especialmente las de velocidad) y los semáforos, considerando que el “nuestro” estará siempre “detrás” de la intersección, es decir, al “otro lado” del cruce; antes del rojo o verde, siempre pasan por el naranja.
Atención a los stops (aquí ponen “alto”) y a las señales de prohibido aparcar (aquí son una E tachada o no, según se pueda estacionar). Los parkings vigilados suelen ser baratos (en Playa del Carmen por 5 horas pagamos unos 2€) y cuando hay parquímetros de monedas, suelen estar rotos. No nos paró ni una sola vez la policía, que hay mucha por todas partes y de varias clases.
Nuestro coche se notaba que era de alquiler porque en pleno Yucatán llevaba matrícula de Guanajuato y porque estaba casi nuevo, razón de más (sobre todo si llevamos dentro del equipaje) para estacionar en lugares vigilados.
Es muy recomendable (fundamental) llevar un móvil viejo (yo para eso tengo un antiguo y pequeño Nokia que va fenómeno con la app “Here”) con su soporte para el parabrisas y su cable al encendedor (que tenéis que quitar siempre que os bajéis del coche), habiendo descargado previamente mapas off-line en España para circular seguro por todo el mundo, incluido, por supuesto, México.
El tráfico, fuera de población, suele ser escaso (sobre todo en el Yucatán), pero la mayoría de coches están para el desguace (sin luces, hechos polvo, con muchísimos años en sus chasis…), hay “micros” (furgonetas que se llenan hasta 15 o más pasajeros) que continuamente se paran en cualquier parte (y casi sin avisar) para que suban o bajen viajeros, motocarros, triciclos a motor o a pedales cargados hasta lo imposible, motos (alguna hasta con 4 pasajeros), bicicletas, animales y peatones, tanto de día como de noche, por lo que hay que evitar conducir una vez puesto el sol.
A la entrada y salida de las poblaciones menores (hasta 30.000 habitantes) siempre había portadas y arcos de este tipo.
Igualmente, por las atractivas carreteras secundarias, subidos en los postes del tendido eléctrico, podíamos ver grandes aves como ésta. presumiendo de envergadura y de paso, vigilándonos.
En Internet se dice que en algunos estados y carreteras, puede haber “controles revolucionarios” donde algunos “piratas” paran los coches (y los autobuses) para “recolectar” los “celulares” y carteras de los viajeros (y a los guiris, las máquinas de fotos). Nosotros en 2.000 km por todo el Yucatán no tuvimos tan desagradable experiencia y en los viajes alrededor de CDMX (en bus), tampoco.
En todo caso, cuando íbamos en autobús entre ciudades o en el trolebús de CDMX, llevábamos a mano el viejo Motorola y una carterita con 500 MXN en billetes más una Visa caducada hace un mes, por si subía el bandido y nos "aligeraba" a todos (el pasaporte, salvo en los vuelos y al alquilar el coche, siempre ha estado en el hotel, dentro de nuestra maleta rígida con clave, pues no hace ninguna falta, ya que en los hoteles aceptan el DNI para registrarte, y el resto del dinero, los móviles normales y demás tarjetas, dentro de una mochila con "trastos y basura", que antes que entregarla, la hubiera destrozado en la cabeza del fulano). Afortunadamente, como ya he expresado, no experimentamos tales "extras".
En seguida llegamos a Izamal (16.000 habitantes), preciosa ciudad pintada de amarillo que merece una noche, pues es tranquila y cómoda.
El Hotel “Rinconada del Convento” es un 4* (33€) enfrente del Convento de San Antonio, principal atracción de la ciudad, habitación en planta baja, cama extragrande, frigobar, aire y ventilador, buen baño y ducha, todo bastante limpio. Tiene piscina y “chiringuito”. Sin desayuno por el COVID.
Como previamente sabíamos los hoteles que no tendrían desayuno, la tarde anterior a cada uno de éstos, comprábamos en una de las cientos de pequeñas tiendas, batidos de chocolate o capuchinos preparados y en las también numerosas “dulcerías”, los suficientes pastelitos, buenísimos y bien presentados, que nos permitían desayunar en nuestras casi siempre amplias habitaciones sin miedos a personas sin mascarilla.
El hotel tiene un restaurante asociado (el “Zanma”, a unos 2 km, posiblemente el mejor del pueblo), con mesas en un jardín al aire libre, separadas y con una auténtica cocina yucateca, donde comimos por unos 800 MXN disfrutando de una magnífica comida y mejor cerveza.
Alrededor de Izamal hay dos pirámides menores (Kinich Kakmó e Itzamatul) más un yacimiento arqueológico digno de ver.
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