PRAGA – Al otro lado del Moldava ✏️ Travel Journeys of Czech Republic

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El apartamento donde estuvimos alojados estaba muy bien situado, a cinco minutos andando de Pavlova, que es un centro neurálgico de transporte donde coinciden un montón de paradas de tranvía y autobuses, además de una estación de metro. Sin embargo, nuestra calle estaba apartada del bullicio y no era nada ruidosa. Pero lo mejor de todo era un pequeño establecimiento llamado Donut Shop que teníamos al lado, donde elaboran deliciosos donuts de diferentes variedades, al que nos enganchamos sin remordimientos durante los días que estuvimos allí. Todavía me relamo cuando recuerdo los desayunos de café y donut sentados en su pequeña terraza.


El río Moldava (Vltava en checo) forma un meandro a su paso por Praga, dividiendo la ciudad en dos zonas. La Ciudad Vieja y la Ciudad nueva se encuentran al lado oriental del río, pero en su margen oeste también hay lugares imprescindibles para el turista, como el Barrio Malá Strana y el Castillo de Praga. El propio río también ofrece entretenimiento a los turistas, porque se puede hacer un crucero fluvial, o bien alquilar una barca de patines, e incluso asistir a festivales al aire libre o jugar al golf en alguno de sus islotes. También, a lo largo de sus riberas, hay barcos atracados convertidos en cervecerías o restaurantes.


Barrio Malá Strana
El tranvía es la forma más habitual de moverte por Praga. El billete sencillo es barato; cuesta 32 CZK (1,25 €) y se puede utilizar durante 90 minutos desde su validación, haciendo todos los transbordos que quieras, incluso combinando con metro o autobuses.

Cogimos en Pavlova el tranvía 22, que cruza el río por el puente Legií, y llegamos hasta la plaza Malostranské, en pleno Barrio de Malá Strana (Ciudad Pequeña), donde comenzamos nuestra visita a esta parte de la ciudad. La propia plaza ya es bonita y merece ser visitada.


El Barrio de Malá Strana es de los más antiguos de Praga, pues se fue conformando de forma simultánea a la Ciudad Vieja. En su ambiente es muy fácil respirar ese carácter mezcla de lo histórico y lo bohemio.


Es en este barrio donde se encuentra el famoso Muro de John Lennon:


También está por aquí la calle Kozeluzsca, la más estrecha de Praga. Tanto, que han tenido que instalar un semáforo en cada uno de sus extremos porque no caben dos personas cruzándose. Realmente esta calle no lleva a ningún sitio más que a un restaurante, así que, aparte de los propios clientes, prácticamente el único trasiego que tiene es el de los turistas tontorrones como nosotros.


Muy cerca de allí está el Museo Franz Kafka. No quisimos entretenernos en visitar su interior (necesitábamos excusas para volver a Praga), pero nos hizo gracia la fuente tan surrealista que está instalada en el patio de entrada: dos hombres orinando sobre el mapa de la República Checa, obra del escultor checo David Černý (sí, el mismo de la Cabeza giratoria de Kafka y los Bebés trepadores).


Otro Museo que se ubica en Malá Strana es el Kampa Museum, dedicado al arte moderno. Tampoco entramos a verlo, pero sí paseamos por los jardines de alrededor, donde están situadas estas simpáticas estatuas, que rápidamente nos recordaron a las que trepaban por la torre de televisión. Y efectivamente, se confirma que aquí tenemos de nuevo a nuestro ya casi amigo David Černý.


Paramos a comer en un restaurante situado a los pies del Puente Carlos. La comida no estuvo mal de precio teniendo en cuenta el emplazamiento privilegiado, pero tampoco fue nada del otro mundo. Lo que sí mereció la pena fue el enclave, una terraza arbolada en la misma orilla del Moldava y con unas preciosas vistas del Puente Carlos, su torreón gótico y las cúpulas y torres de la Ciudad Vieja.


Pero al otro lado del Puente Carlos encontramos la ubicación desde donde éste presenta su perfil más favorecedor. Además, por allí recalan patos, cisnes y hasta castores, que se convierten en unos sugerentes motivos para el primer plano.


El Castillo de Praga
El Barrio de Malá Strana se extiende por la base y la ladera de una colina, por lo que muchas de sus calles son empinadas, ya que ascienden hacia la cima, donde está situado el Castillo de Praga.

A medida que se va ascendiendo hacia el Castillo, se va ampliando la panorámica de la Ciudad Vieja y la Ciudad Nueva.

El Castillo de Praga no es la típica fortificación con almenas que tenemos en la mente. Es un complejo de edificios y palacios, presidido por la Catedral de San Vito. La visita del conjunto cuesta 250 CKZ (algo menos de 10 €).

Al entrar al complejo del Castillo atravesamos un par de patios de grandes dimensiones para finalmente encontrarnos ante la fachada de la impresionante Catedral de San Vito. Es el edificio más importante del gótico en Praga y el más emblemático de la ciudad, no sólo por su belleza e interés arquitectónico sino también por su historia. Sus torres, rematadas por agujas, son la silueta que preside siempre el horizonte desde cada punto de la Ciudad Vieja, al otro lado del río.

Tras el ábside de la Catedral se abre un plaza donde están el antiguo Palacio Real y la Basílica de San Jorge, de los que no tengo fotos dignas. Del Palacio Real llama la atención el gran Salón Vladislav, con sus vidrieras y su techo abovedado. Es tan grande, que en su día se realizaban allí torneos a caballo. Aún hoy se celebran ceremonias y acontecimientos públicos.

A continuación nos encaminamos hacia el Callejón del Oro. Es una callejuela de casitas de colores donde vivían los orfebres y artesanos que trabajaban al servicio del Castillo. Son tan diminutas que da la sensación de estar inmerso en un cuento infantil. Algunas de ellas se pueden ver por dentro; están ambientadas tal y como se supone que vivieron sus moradores. Otras son actualmente talleres y tiendas de artesanos. Kafka vivió durante unos años en una de estas casitas y ahora en ella hay una tienda de objetos relacionados con el escritor.

En este callejón hay también un museo de armaduras, algunas de ellas bastante graciosas (aunque supongo que al que las tenía que llevar no le haría mucha gracia).

Siguiendo con el recorrido del Castillo llegamos a la Torre Daliborka, que fue la prisión del Castillo. En esta torre hay una exposición donde muestran cómo se torturaba a los presos… Uff… Daba un poco de escalofrío.

Tras volver sobre nuestros pasos hasta el gran patio de entrada del Castillo, cruzamos por el Puente del Polvorín, que en origen salvaba el foso denominado Hondonada de los Ciervos, y accedemos a los Jardines Reales. Desde aquí vemos la fachada norte de la Catedral de San Vito.

Los jardines invitan a dar un paseo muy agradable entre parterres de estilo inglés, fuentes y palacetes.


Parque del Metrónomo
Para terminar la visita de este lado del río fuimos al Parque del Metrónomo. Se llama así porque hay un metrónomo gigante de color rojo en constante movimiento que simboliza los nuevos tiempos. Se instaló en ese lugar tras la demolición de un antiguo monumento a Stalin que estaba allí anteriormente.

Lo mejor de este parque son las vistas de la ciudad.

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