Por razones de horario, desde Zafra fuimos directamente a la visita guiada de la Mina de la Jayona, a la que me referiré en otra etapa. Después, retrocedimos hasta Llerena, adonde llegamos después del almuerzo, y nos dirigimos a nuestro hotel, ubicado en la calle Aurora, frente a la Oficina de Turismo y al lado de la Plaza de España, centro neurálgico del casco viejo de Llerena. Tuvimos suerte y pudimos dejar el coche en un hueco que quedó libre en la propia plaza, donde se puede estacionar gratis siempre que no existan limitaciones con pintura en el suelo.
Vista de la Plaza de España por la noche.
Somos muy aficionados a las Hospederías que patrocina la Junta de Extremadura y, de hecho, a lo largo de las etapas de este diario ya me he referido a ellas en varias ocasiones. Solamente nos faltaban dos por visitar y una era, precisamente, la que se denomina Mirador de Llerena, situada en el mismo centro de la localidad y que ocupa un precioso edificio modernista de principios del siglo XX. Como vi que acababa de reabrir sus puertas al público después de los confinamientos perimetrales por la pandemia, decidí aprovechar y alojarnos una noche allí.
Reservé una habitación doble superior (que son las que se encuentran en el edificio original y se asoman al patio art-decó, el resto se localiza en un edificio anexo más moderno y salen algo más baratas), que nos costó 90 euros, sin incluir desayuno. El lugar es realmente bonito, está catalogado como “hotel romántico” y cuenta con piscina y spa, pero no estaban disponibles por las restricciones.
Se ubica en el que se conoce como Palacio de Doña Mariana, data de 1902 y está completamente rehabilitado.
Me encantó su techo de cristal y el fantástico patio de estilo Art-Decó, a dos alturas, con columnas y arcos de fundición y sus brillantes colores. Se trata de uno de los edificios emblemáticos de la ciudad, figura incluido entre los puntos de interés turístico y es posible entrar a echar un vistazo, aunque no se esté alojado allí. Merece la pena asomarse.
Después de acomodarnos, quise subir a otro de los atractivos de este hotel, al que, por cierto, debe su nombre: su famoso mirador sobre la Plaza de España y alrededores. Sin embargo, mi gozo en mi pozo, pues no pude pasar de la primera azotea. A la parte más alta se accede mediante una estrecha escalera de caracol que, según me informaron en recepción, estaba clausurada por la pandemia. De modo que solo conseguí una foto a media altura y con el sol de cara. En fin, otra vez será.
UNOS POCOS DATOS SOBRE LLERENA.
Se encuentra en la provincia de Badajoz, en la comarca denominada Campiña Sur, a los pies de la Sierra de San Miguel, en el entorno de Sierra Morena, y a 641 metros de altura sobre el nivel del mar. Actualmente cuenta con una población de unos 5.800 residentes. En cuanto a distancias, se encuentra a 116 kilómetros de Badajoz, 437 de Madrid y 125 de Sevilla.
Respecto a sus orígenes más remotos, no hace mucho se descubrieron objetos que podrían remontarse al Paleolítico Medio, mientras que también existen en los alrededores tumbas de unos 4.000 años de antigüedad y otros restos prerromanos. Muy importante es el yacimiento arqueológico de la ciudad romana de Regina, que se localiza a menos de 10 kilómetros de distancia y a la que me referiré en otra etapa.
Aunque se sabe que en siglo XI había un asentamiento árabe llamado Ellerina o Ellerena en torno a la Fuente Pellejera, hay pocas referencias de su historia medieval hasta el siglo XIII, época de la que data su muralla, erigida tras haber reconquistado los cristianos la Alcazaba de Reina (a unos 8 kilómetros de Llerena), desde donde comenzaron a establecerse las bases para el desarrollo de una comarca muy extensa y despoblada, necesitada de gente para sus dehesas. Pronto comenzaron a llegar colonos leoneses, aragoneses y vascos, así como algunas familias judías que no tardaron en adquirir relevancia debido a una convivencia pacífica entre las tres religiones.
Fue en el siglo XIV cuando Llerena se convirtió en la cabeza visible de su territorio, al ser elegida como residencia temporal por parte de los Maestres de la Orden de Santiago, e incluso se celebraron Cortes en 1340, reinando Alfonso XI de Castilla. Todo ello la llevó a convertirse en sede del Priorato de San Marcos de León y propició el auge de las ferias y el comercio, aparejando a la vez la construcción de numerosos templos, conventos y edificios públicos. En 1508 albergó el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y durante el siglo XVI alcanzó su mayor prosperidad, llegando a ser capital de la provincia de León en Extremadura. En 1640 el rey Felipe IV le otorgó el título de ciudad como consecuencia de su crecimiento demográfico que la llevó a superar los 8.000 habitantes, siendo la segunda localidad extremeña en población solo detrás de Badajoz.
A finales del siglo XVII comenzó su decadencia por diversas circunstancias que se prolongaron durante el siglo XVIII (crisis políticas, mala gestión, guerra con Portugal, expulsión de los moriscos, pestes), proceso que tuvo su culminación con la Guerra de la Independencia, durante la cual la ciudad y su patrimonio sufrieron grandes desperfectos. La suspensión de las Órdenes Militares, la Desamortización de Mendizábal y la abolición del Tribunal del Santo Oficio agudizaron el declive de Llerena hasta que, a finales del siglo XIX, la llegada del ferrocarril impulsó la creación de varias industrias en toda la comarca.
Su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1966. En la fachada de la Oficina de Turismo vimos este plano turístico, en el que se indican los lugares más destacados para visitar.
NUESTRA VISITA.
Tomando como guía el plano que he puesto más arriba, esa tarde nos dedicamos a dar una vuelta por el casco viejo, el antiguo recinto amurallado en forma de almendra, cuyo centro es la Plaza de España, antigua plaza mayor donde se celebraban los festejos, el mercado y los espectáculos taurinos. Es de gran tamaño y un buen sitio para hacer fotos, aunque los coches aparcados estropean un poco las perspectivas. Está parcialmente porticada y en ella se encuentra el Ayuntamiento, una bonita casa barroca del siglo XVIII.
Sin embargo, lo que más destaca es la mole de la Iglesia Mayor de Nuestra Señora de la Granada, que se empezó a construir en el siglo XIV en estilo mudéjar, época de la que se conservan los dos primeros cuerpos de la torre y un par de capillas. No se terminó hasta el siglo XVIII. A la plaza se asoma la espectacular fachada norte, de color blanco, compuesta por dos niveles, el primero, barroco y el segundo de aspecto mudéjar, que incluye una balconada de dos pisos con arcos. Al parecer, tenía como función permitir a la gente ilustre y acomodada presenciar cómodamente los espectáculos que se celebraban en la plaza. Por encima, sobresale una preciosa torre de ladrillo que supone uno de los distintivos de la ciudad. Consta de cinco cuerpos, los primeros de estilo mudéjar y los tres restantes renacentistas.
En la fachada oeste se localiza la torre, cuyo primer nivel ocupa la Puerta del Perdón, mientras que en la fachada sur aparece la Puerta de San Juan, copia exacta de la de la fachada norte, en estilo barroco.
Disfruté rodeando tranquilamente la iglesia por fuera, pues presenta una estampa totalmente diferente dependiendo de por donde se mire, hasta el punto de que parecen edificios distintos según cada una de las perspectivas, si bien todas ellas muy bonitas para fotografiar.
El acceso al interior es gratuito. Muy modificada con el tiempo, en la actualidad consta de tres naves de altura similar separadas por columnas de cantería. Las dos capillas más antiguas son la los Zapata, de estilo gótico-renacentista, y la del Prior, ya plenamente renacentista. Adosado a la cabecera del templo se encuentra el Camarín de Nuestra Señora de la Granada, de estilo rococó y que data del siglo XVIII.
Vista la iglesia por dentro y por fuera, fuimos a recorrer el resto de lo que fue el recinto amurallado, que cuenta como ejes principales a nivel turístico las calles paralelas de Santiago y la Corredera. Salimos a ésta última por un sugerente arco blanco, enmarcando un fondo de casas también blanco. Me trajo al recuerdo lugares de una Andalucía que no se halla muy lejos, aunque con un marcado toque del sur extremeño. Y es que, fijándose un poco, aunque en cierto modo se parecen, ni mucho menos son iguales.
Seguimos toda la Calle Corredera hacia adelante, hasta llegar al Convento de Santa Clara, del siglo XVI, con patio porticado e iglesia con pinturas al fresco. Sus monjas de clausura venden los dulces típicos que hacen ellas mismas.
Según avanzamos, al llegar a la Plaza de la Libertad, a mano izquierda, se encuentra el Palacio de los Zapata, actual Palacio de Justicia, que también fue en tiempos la sede del Santo Oficio. Data del siglo XVI y fue residencia de Luis Zapata, consejero de los Reyes Católicos. De sus orígenes, conserva los arcos exteriores de la entrada.
Continuamos por la estrecha calle Luis Zapata y llegamos a los restos de la Muralla, erigida entre los siglos XIV y XVI, y a lo largo de la cual se construyeron con el tiempo casas que aprovecharon sus gruesos muros. Un arco da paso al Parque de Cieza de León, con una estatua del cronista que le da nombre. También hay otra dedicada a Juan de la Cierva, un pequeño estanque, entonces sin agua, y un graderío. Bonito sitio. Merece la pena acercarse.
Dando la vuelta por la derecha, con el Parque de la Constitución a un lado, llegamos hasta la Calle de Santiago. Pasamos por el Mercado de Abastos, el antiguo Convento de Santa Isabel, y el edificio que fue Iglesia y Hospital de San Juan de Dios (siglos XVII y XVIII), hoy convertido en Biblioteca Municipal
Después, llegamos hasta la Plaza de Cervantes, donde se encuentra la vistosa Iglesia de Santiago, del siglo XV y estilo gótico flamenco. Fue fundada por el último Gran Maestre de la Orden de Santiago, Alonso de Cárdenas, que está enterrado allí.
Recorriendo la calle Escavias, llegamos hasta la Puerta de Montemolín, la única que se conserva de las cuatro monumentales que se abrían antaño en la muralla para entrar y salir de la ciudad. Se trata de una portada de cantería con arco de medio punto rematado por un templete de ladrillo con una pintura al fresco de la Inmaculada Concepción.
Regresamos a la Plaza de España por la calle Alonso de Cárdenas y, en su confluencia con la de Santiago, atajamos por una calle estrecha que nos condujo hasta la Calle Zapatería, donde se encuentra el Museo Histórico de la Ciudad de Llerena y, al final de la cual pudimos contemplar otra bonita perspectiva de la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada.
Con tanto trasiego, ya se había hecho de noche y tocaba cenar. Así que volvimos a nuestro alojamiento, donde teníamos reservada mesa, ya que normalmente los comedores de estos establecimientos suelen estar muy concurridos, si bien luego nos encontramos con que había sito de sobra debido a la pandemia. Entre los detalles que más nos gustan de las Hospederías de Extremadura están sus restaurantes, que ofrecen estupendos menús de comida y cena por 15 euros, con bebida incluida. Y no se trata del típico menú del día para salir del paso, sino que incluyen habitualmente platos tradicionales de cada zona, bien elaborados, estupendamente presentados y muy ricos. Para nosotros, la cantidad que ponen es más que suficiente, aunque quizás no estén de acuerdo quienes disfrutan cuando los platos se desbordan. Y, en esta ocasión, el restaurante de la Hospedería, que se llama Doña Mariana, volvió a cumplir con creces. De nuevo una excelente opción, especialmente por la relación calidad/precio.
Por la noche, salimos a dar una vuelta e hice algunas fotos con iluminación nocturna, del que acompaño un pequeño resumen.
Por cierto, que en cuestión de luces, el Palacio de Doña Mariana tampoco desmerecía, ni mucho menos.
Al día siguiente, nos despedimos de Llerena, desayunado en una terraza de la Plaza de España frente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada.
Luego, continuamos con nuestra visita de las zonas próximas a Llerena, tan interesantes o más que la propia ciudad. Si se dispone de tiempo no hay que olvidarse de visitarlos. En nuestro caso, fuimos hasta la Alcazaba de Reina, la ciudad romana de Regina, la Mina de la Jayona, la Ermita de la Virgen del Ara y, ya un poco más lejos, el Monasterio de Tentudia (espero haberlo escrito bien, que siempre me equivoco ). El relato correspondiente a cada sitio, en próximas etapas. Pongo una captura de Google Maps de estos lugares en torno a Llerena. El último punto, marcado en rojo, aunque no sale el nombre, es la Mina Jayona,