Día 5: De Hagi a Hólmavík recorriendo los Fiordos del Oeste
Hoy tocaba visitar los Fiordos del Oeste, una región menos visitada que el resto debido a que queda algo apartada de la típica ruta circular por la Ring Road. Las carreteras, en muchos tramos sin asfaltar, bordean los fiordos y las aldeas de pescadores, y cruzan pasos de montaña siempre rodeadas por un paisaje impresionante y muy tranquilo. La vida aquí va a otro ritmo, no hay lugar para las prisas. Más información en:
Visit Westfjords
Todo va a gustos, pero personalmente fue uno de los sitios que más me gustó, aunque solo lo recomiendo si se dispone del tiempo suficiente, ya que en caso contrario la conducción puede hacerse muy pesada. Como mínimo hay que disponer de dos noches para esta zona y hacer una cerca de Látrabjarg y otra ya de salida, por ejemplo en Hólmavík. Esa combinación permite dedicar un día y medio a los fiordos (la primera tarde, visitar los acantilados y ver frailecillos, y el día siguiente al completo bordear algunos fiordos y ver las Dynjandifoss, lo justo para hacerse una idea). Evidentemente si se dispone de más noches mejor, podría hacerse una ruta más completa incluyendo la parte más alejada del norte donde en teoría pueden verse zorros árticos.
El día anterior había sido largo, así que nos levantamos bastante tarde, desayunamos y pasadas las 10 nos pusimos en marcha esperando tener buena suerte con el tiempo, pero error: salimos de nuestra cabañita y había una densa niebla que lo cubría todo y no permitía ver nada más allá de dos palmos de distancia. Nuestro gozo en un pozo…
Como los serpenteantes recorridos por los fiordos alargan mucho el tiempo en carretera, habíamos decidido seleccionar y saltarnos una parte de ellos, de forma que la etapa inicial consistiría en volver por la carretera 62 dirección Brjánslaekur, pasar de largo y tomar la carretera 60 por el interior hasta las cascadas Dynjandi. En teoría esta era la forma más corta de llegar (60 km, sobre una hora).
Así pues, bordeamos el fiordo en dirección este sin ver un pijo (lástima, ya que el día anterior no hice fotos de esta zona pensando hacer las hoy) y enfilamos la 60 hacia el interior. Aquí la carretera se vuelve de grava y encima había obras, el tramo inicial era bastante malo, con subida, curvas y baches… en ese momento pensé que la había cagado completamente eligiendo esta ruta, ya que si los 60 km iban a ser así, tardaríamos mucho más que dando la vuelta por la costa. Ya estaba dudando sin dar la vuelta, cuando, ¡oh, sorpresa! La pista se vuelve más amplia y buena, apenas sin baches. Además, al llegar a cierto punto la niebla desaparece completamente y nos sorprende un sol espléndido que ya no nos abandonará durante el resto de la jornada.
Finalmente resultó todo un acierto: el paisaje en esta zona más interior es agreste, salvaje, una maravilla. No nos quedaba otra que ir parando constantemente a hacer fotos de las fabulosas vistas, aunque de nuevo es imposible captar la magnitud de lo que se veía en realidad:
En vez de una hora tardamos hora y media en llegar al aparcamiento de Dynjandifoss, donde a esa hora ya había bastante gente (aunque poca comparado con lo que se encuentra uno en el sur). En realidad se trata de una serie de cascadas: subiendo desde el aparcamiento se pasa por pequeños saltos de agua hasta llegar a la cascada principal. Se tarda sobre una hora en hacer el recorrido, que aparece como itinerario 40 en la guía Rother. Cada una de las cascadas está señalizada, sus nombres de abajo a arriba son: Bjarfoss, Hrísvadsfoss, Göngumannafoss, Strokkur y Hundafoss, acabando en la espectacular Dynjandifoss (“la estruendosa”).
Hacía mucho sol, en este caso juega en nuestra contra porque lo tenemos de cara justo detrás de la cascada y es imposible conseguir buenas fotos. Dynjandifoss se precipita unos 100 m de altura hacia la bahía de Dynjandivogur, actuando de zona de captación de los picos y valles interiores de los alrededores. En la parte de arriba tiene unos 30 metros de anchura y abajo puede llegar a alcanzar los 60 metros.
Esta zona, de aproximadamente 700 hectáreas, está protegida desde 1986. Las vistas desde la cascada hacia el fiordo también son espectaculares:
Finalizamos la visita bastante acalorados, era cerca de las 13 h y nos dirigimos a Pingeyri para comer allí. Se trata de un pueblecito muy agradable en el lado sur del fiordo Dýrafjördur. A la entrada del pueblo vimos unas cuantas focas tomando el sol, pero no había sitio donde parar junto a la carretera, ni siquiera había arcén, y no pudimos hacerles foto.
Pingeyri cuenta con un importante yacimiento vikingo y un conocido festival de temática vikinga, así como una réplica de un barco de vela típico:
Comimos nuestro picnic allí, en una playita frente al barco, completamente solos, rodeados de un precioso paisaje y naturaleza pura. Más información sobre esta zona en:
www.thingeyri.is
Pingeyri es un buen punto de partida para hacer excursiones, ciclismo o paseos a caballo por la península que lleva el mismo nombre. En la oficina de turismo os proporcionarán mapas y consejos sobre la zona.
Sobre las 14 decidimos ir tirando, ya que según el maps nos quedaban más de tres horas de camino bordeando fiordos, sin contar paradas. Nos ponemos en marcha bajo un sol espléndido y vamos parando donde podemos a hacer alguna foto, aunque no hay demasiados sitios habilitados para ello. Algunas fotos las hacemos directamente desde el coche durante el trayecto:
Durante nuestro recorrido pasamos por los fiordos Dýrafjördur y Önundarfjördur, hasta la llamada “capital” de los Fiordos del Oeste, Ísafjördur, donde no paramos sino que pasamos de largo. Se trata del pueblo más grande de la zona y está situado en una lengua que se adentra en el Skutulsfjördur, rodeado por imponentes picos. Es un buen centro de servicios, cuenta con museos y se pueden hacer varias excursiones desde allí. Hay diversas opciones de alojamiento, restaurantes y también un supermercado Bonus y por supuesto un Vinbúdin .
Como decía, no paramos y seguimos bordeando los fiordos por la carretera 61 en el trayecto que une Ísafjördur con Hólmavík, nuestro destino. Estamos en el llamado Ísafjardardjúp, el más grande de los fiordos de la región. La carretera 61 serpentea por una serie de fiordos más pequeños en el lado sur. Hay algunos puntos junto a esta carretera con miradores que permiten parar y contemplar las maravillosas vistas:
Seguimos hasta el fiordo Skötufjördur, donde poco antes de llegar al café Litlibaer hay un mirador desde donde se pueden ver focas, aunque están muy lejos y es difícil hacer buenas fotos. Si os fijáis bien, sobre esa islita rocosa pueden verse algunas de ellas, espachurradas al sol :
Seguimos ya hasta Hólmavík, el paisaje es espectacular durante todo el recorrido, incluso el tramo final ya por el interior. Llegamos antes de lo previsto, sobre las 18:15 h, la verdad es que se hace complicado controlar los tiempos. Seguramente de haberlo sabido hubiésemos añadido alguna parada o pequeño trekking en la zona de los fiordos, ya que Hólmavík no da demasiado de sí. Se trata de una pequeña localidad pesquera situada en las aguas del Steingrímsfjördur, buen sitio para aprovisionarse de comida y combustible pero poco más.
Tras instalarnos en nuestro apartamento, dimos una vuelta por el pueblo:
Si a alguien le interesa en Hólmavík se encuentra el curioso Museo de la Brujería y la Hechiceria de Islandia (en verano, abierto de 9 a 19 h). Tanto el centro de información turística como el restaurante Galdur se encuentran en las instalaciones de este museo.
Desde Hólmavík también salen tours de observación de ballenas y vimos a gente que regresaba de excursiones en kayak.
Nos retiramos temprano, como teníamos apartamento completamente equipado decidimos cocinar y cenar allí en lugar de ir a uno de los dos restaurantes cercanos, y luego aprovechamos para descargar y clasificar las fotos y descansar un poco. No fue un día demasiado cansado, pero sí bastante largo en cuanto a conducción, así que tampoco apetecía mucho más tute. Al día siguiente cambiábamos de zona: dejaríamos los espectaculares Fiordos del Oeste para adentrarnos en la agreste zona norte del país.
Hoy tocaba visitar los Fiordos del Oeste, una región menos visitada que el resto debido a que queda algo apartada de la típica ruta circular por la Ring Road. Las carreteras, en muchos tramos sin asfaltar, bordean los fiordos y las aldeas de pescadores, y cruzan pasos de montaña siempre rodeadas por un paisaje impresionante y muy tranquilo. La vida aquí va a otro ritmo, no hay lugar para las prisas. Más información en:
Visit Westfjords
Todo va a gustos, pero personalmente fue uno de los sitios que más me gustó, aunque solo lo recomiendo si se dispone del tiempo suficiente, ya que en caso contrario la conducción puede hacerse muy pesada. Como mínimo hay que disponer de dos noches para esta zona y hacer una cerca de Látrabjarg y otra ya de salida, por ejemplo en Hólmavík. Esa combinación permite dedicar un día y medio a los fiordos (la primera tarde, visitar los acantilados y ver frailecillos, y el día siguiente al completo bordear algunos fiordos y ver las Dynjandifoss, lo justo para hacerse una idea). Evidentemente si se dispone de más noches mejor, podría hacerse una ruta más completa incluyendo la parte más alejada del norte donde en teoría pueden verse zorros árticos.
El día anterior había sido largo, así que nos levantamos bastante tarde, desayunamos y pasadas las 10 nos pusimos en marcha esperando tener buena suerte con el tiempo, pero error: salimos de nuestra cabañita y había una densa niebla que lo cubría todo y no permitía ver nada más allá de dos palmos de distancia. Nuestro gozo en un pozo…
Como los serpenteantes recorridos por los fiordos alargan mucho el tiempo en carretera, habíamos decidido seleccionar y saltarnos una parte de ellos, de forma que la etapa inicial consistiría en volver por la carretera 62 dirección Brjánslaekur, pasar de largo y tomar la carretera 60 por el interior hasta las cascadas Dynjandi. En teoría esta era la forma más corta de llegar (60 km, sobre una hora).
Así pues, bordeamos el fiordo en dirección este sin ver un pijo (lástima, ya que el día anterior no hice fotos de esta zona pensando hacer las hoy) y enfilamos la 60 hacia el interior. Aquí la carretera se vuelve de grava y encima había obras, el tramo inicial era bastante malo, con subida, curvas y baches… en ese momento pensé que la había cagado completamente eligiendo esta ruta, ya que si los 60 km iban a ser así, tardaríamos mucho más que dando la vuelta por la costa. Ya estaba dudando sin dar la vuelta, cuando, ¡oh, sorpresa! La pista se vuelve más amplia y buena, apenas sin baches. Además, al llegar a cierto punto la niebla desaparece completamente y nos sorprende un sol espléndido que ya no nos abandonará durante el resto de la jornada.
Finalmente resultó todo un acierto: el paisaje en esta zona más interior es agreste, salvaje, una maravilla. No nos quedaba otra que ir parando constantemente a hacer fotos de las fabulosas vistas, aunque de nuevo es imposible captar la magnitud de lo que se veía en realidad:
En vez de una hora tardamos hora y media en llegar al aparcamiento de Dynjandifoss, donde a esa hora ya había bastante gente (aunque poca comparado con lo que se encuentra uno en el sur). En realidad se trata de una serie de cascadas: subiendo desde el aparcamiento se pasa por pequeños saltos de agua hasta llegar a la cascada principal. Se tarda sobre una hora en hacer el recorrido, que aparece como itinerario 40 en la guía Rother. Cada una de las cascadas está señalizada, sus nombres de abajo a arriba son: Bjarfoss, Hrísvadsfoss, Göngumannafoss, Strokkur y Hundafoss, acabando en la espectacular Dynjandifoss (“la estruendosa”).
Hacía mucho sol, en este caso juega en nuestra contra porque lo tenemos de cara justo detrás de la cascada y es imposible conseguir buenas fotos. Dynjandifoss se precipita unos 100 m de altura hacia la bahía de Dynjandivogur, actuando de zona de captación de los picos y valles interiores de los alrededores. En la parte de arriba tiene unos 30 metros de anchura y abajo puede llegar a alcanzar los 60 metros.
Esta zona, de aproximadamente 700 hectáreas, está protegida desde 1986. Las vistas desde la cascada hacia el fiordo también son espectaculares:
Finalizamos la visita bastante acalorados, era cerca de las 13 h y nos dirigimos a Pingeyri para comer allí. Se trata de un pueblecito muy agradable en el lado sur del fiordo Dýrafjördur. A la entrada del pueblo vimos unas cuantas focas tomando el sol, pero no había sitio donde parar junto a la carretera, ni siquiera había arcén, y no pudimos hacerles foto.
Pingeyri cuenta con un importante yacimiento vikingo y un conocido festival de temática vikinga, así como una réplica de un barco de vela típico:
Comimos nuestro picnic allí, en una playita frente al barco, completamente solos, rodeados de un precioso paisaje y naturaleza pura. Más información sobre esta zona en:
www.thingeyri.is
Pingeyri es un buen punto de partida para hacer excursiones, ciclismo o paseos a caballo por la península que lleva el mismo nombre. En la oficina de turismo os proporcionarán mapas y consejos sobre la zona.
Sobre las 14 decidimos ir tirando, ya que según el maps nos quedaban más de tres horas de camino bordeando fiordos, sin contar paradas. Nos ponemos en marcha bajo un sol espléndido y vamos parando donde podemos a hacer alguna foto, aunque no hay demasiados sitios habilitados para ello. Algunas fotos las hacemos directamente desde el coche durante el trayecto:
Durante nuestro recorrido pasamos por los fiordos Dýrafjördur y Önundarfjördur, hasta la llamada “capital” de los Fiordos del Oeste, Ísafjördur, donde no paramos sino que pasamos de largo. Se trata del pueblo más grande de la zona y está situado en una lengua que se adentra en el Skutulsfjördur, rodeado por imponentes picos. Es un buen centro de servicios, cuenta con museos y se pueden hacer varias excursiones desde allí. Hay diversas opciones de alojamiento, restaurantes y también un supermercado Bonus y por supuesto un Vinbúdin .
Como decía, no paramos y seguimos bordeando los fiordos por la carretera 61 en el trayecto que une Ísafjördur con Hólmavík, nuestro destino. Estamos en el llamado Ísafjardardjúp, el más grande de los fiordos de la región. La carretera 61 serpentea por una serie de fiordos más pequeños en el lado sur. Hay algunos puntos junto a esta carretera con miradores que permiten parar y contemplar las maravillosas vistas:
Seguimos hasta el fiordo Skötufjördur, donde poco antes de llegar al café Litlibaer hay un mirador desde donde se pueden ver focas, aunque están muy lejos y es difícil hacer buenas fotos. Si os fijáis bien, sobre esa islita rocosa pueden verse algunas de ellas, espachurradas al sol :
Seguimos ya hasta Hólmavík, el paisaje es espectacular durante todo el recorrido, incluso el tramo final ya por el interior. Llegamos antes de lo previsto, sobre las 18:15 h, la verdad es que se hace complicado controlar los tiempos. Seguramente de haberlo sabido hubiésemos añadido alguna parada o pequeño trekking en la zona de los fiordos, ya que Hólmavík no da demasiado de sí. Se trata de una pequeña localidad pesquera situada en las aguas del Steingrímsfjördur, buen sitio para aprovisionarse de comida y combustible pero poco más.
Tras instalarnos en nuestro apartamento, dimos una vuelta por el pueblo:
Si a alguien le interesa en Hólmavík se encuentra el curioso Museo de la Brujería y la Hechiceria de Islandia (en verano, abierto de 9 a 19 h). Tanto el centro de información turística como el restaurante Galdur se encuentran en las instalaciones de este museo.
Desde Hólmavík también salen tours de observación de ballenas y vimos a gente que regresaba de excursiones en kayak.
Nos retiramos temprano, como teníamos apartamento completamente equipado decidimos cocinar y cenar allí en lugar de ir a uno de los dos restaurantes cercanos, y luego aprovechamos para descargar y clasificar las fotos y descansar un poco. No fue un día demasiado cansado, pero sí bastante largo en cuanto a conducción, así que tampoco apetecía mucho más tute. Al día siguiente cambiábamos de zona: dejaríamos los espectaculares Fiordos del Oeste para adentrarnos en la agreste zona norte del país.