Comenzamos el día desayunando en el hotel. El desayuno era tipo buffet, podías coger lo que quisieras, pero la verdad es que comparado con los desayunos de hotel en otros países era algo flojo... y eso que fue el mejor de los que teníamos incluidos durante el viaje. Después de desayunar hablamos con la chica de recepción que nos había atendido la noche anterior y reconoció su equivocación, así que nos devolvieron el importe de las dos habitaciones. Nos lo podían dar en efectivo o ingresarlo en la tarjeta. Elegimos en efectivo porque por tarjeta tardaría más y si había algún problema sería más complicado reclamar. Más vale pájaro en mano... pues eso.
Cargamos de nuevo las maletas en coche y deshicimos unos cuantos kilómetros hacia el este, para ver lo que se nos quedó pendiente el día anterior. La primera parada fue en Seljalandsfoss, una de las cascadas más famosas y fotogénicas de Islandia. Antes de llegar vimos un sitio al lado de la carretera donde había una figura gigante de un frailecillo con unos paneles con explicaciones sobre la zona. Paramos un rato y por supuesto no faltaron las fotos. De ahí al parking de la cascada son sólo un par de minutos. Cuando llegamos había bastante gente, pero el parking es amplio, así que aparcamos sin problema. También hay puestos para comprar algo de comida o algún café pero no tomamos nada aquí. Lo más característico de esta cascada es el camino que pasa por detrás de ella, lo que hace posible tener una vista poco habitual. Conviene ir con chubasquero ya que acabas bastante mojado por el viento, que arrastra parte del agua de la cascada. La primera parte del camino es fácil, hay unas escaleras pero está bien acondicionado, sin embargo, la parte que hay después de cruzar la cascada por detrás es más complicada, terreno muy irregular con rocas que no es apto para personas con problemas de movilidad.
Cerca de la Seljalandsfoss hay otra cascada, la Gljufrafoss. Las dos están comunicadas por un camino que se recorre fácilmente en unos 10 minutos. Ver la Gljufrafoss no es tan fácil como la anterior, ya que está escondida dentro de la roca y hay que entrar por un túnel por donde baja un pequeño riachuelo. En algunos sitios había leído que hay que meterse por dentro del agua pero al menos el día que estuvimos nosotros no fue necesario, quedaba una pequeña zona de roca por donde se podía pisar sin meterse en el agua. Una vez superada la entrada llegas a una especie de cañón donde se mete la cascada por una abertura en el techo. Sin duda es una de las cascadas más curiosas y peculiares que hemos visto en este viaje, si no la más.
Volvimos a por el coche y emprendimos viaje hacia el este, nuestra siguiente parda era la Skogafoss, otra de las cascadas más conocidas del país. Al igual que la Seljalandsfoss es muy cómoda de visitar, ya que hay un gran parking justo al lado. Esta cascada me gustó mucho, es como una gran cortina de agua que cae en medio de una montaña de un verde intenso. Además, la cascada también sale en el videoclip de la canción "Volcano Man", de la película de Eurovisión (minuto 0:51 en este vídeo).
Cerca del parking se encuentra el Hotel Skogafoss, aprovechamos para tomar un café de media mañana allí y también para ir al baño. La cafetería tiene una terraza desde donde se ve unas vistas maravillosas para disfrutarlas mientras estás degustando un café con una pastita que nos incluyeron.
La siguiente parada no estaba lejos, se trata de la lengua glaciar Solheimajokull. Para llegar hay que coger la carretera 221 desde la Ring Road. Había leído que era una carretera de grava en condiciones regulares y que el trayecto llevaba su tiempo pese a no ser muchos kilómetros. Nosotros nos la encontramos asfaltada y tardamos unos 10 minutos desde el desvío en llegar al parking. Aquí hay algunas empresas que ofrecen excursiones para caminar por encima del glaciar con crampones, pero no teníamos intención de parar tanto tiempo aquí y ya habíamos hecho algo parecido el día anterior, así que no nos lo planeamos. Desde el parking hasta la base del glaciar hay un pequeño paseo, en medio de un paisaje que recordaba al que vimos en el Katla el día anterior. El glaciar tiene también una cantidad considerable de ceniza lo que le da un aspecto negruzco, pero también había zonas donde se ve el hielo blanco. Delante tiene una pequeña laguna donde flotan algunos icebergs, aunque no es ni remotamente tan espectacular como lo que se puede ver en Jökulsárlón. Nosotros llegamos justo hasta el glaciar, y vimos a la gente de las excursiones cómo subían por la lengua helada. En parte me dio envidia, pero por otra, teniendo en cuenta mi tendencia a caerme, me sentía más seguro allí. Dimos un paseo por la zona, haciendo fotos y disfrutando del paisaje, y encontramos una pequeña cueva de hielo.
A estas alturas el tiempo se había estropeado un poco. Hacía más frío que antes y el cielo estaba cubierto, amenazando lluvia. Volvimos al coche y de camino hacia el este empezó a llover. El siguiente punto de nuestra lista eran los acantilados Dyrhólaey. Estos acantilados destacan por dos cosas: las vistas a la playa Reynisfjara y por la posibilidad de ver fauna salvaje allí mismo. Por el camino decidimos poner un poco la radio local, a ver qué tipo de música sonaba por allí, y la primera canción que pusieron fue precisamente la canción de Islanda en Eurovisión 2021, menuda coincidencia!!
Cuando llegamos estaba lloviendo bastante pero nosotros estábamos animados, así que no nos dejamos vencer por la incomodidad. Salimos afuera y lo primero que vimos fue el mirador sobre la playa Kirkjufjara. Esta playa está escondida entre las rocas y creo que solamente es accesible desde el mar. Desde donde estábamos podíamos ver también un pequeño arco en la roca, pero el grande que hay por allí no se veía desde el mirador. Lo bueno fue que tuvimos suerte y encontramos unas focas nadando en el agua, podíamos verlas muy bien desde donde estábamos, y con los prismáticos de Pepe y Miriam mejor aún. Estuvimos un buen rato allí observándolas. Después nos acercamos al mirador sobre la playa Reynisfjara, una larga playa de arena negra en cuyo extremo están las mismas rocas que se ven desde la playa de Vik, ya que están justo en la separación entre ambas playas. También se ve en primer plano el Arnardrangur, una especie de menhir gigantesco clavado en medio de la arena de la playa. Las vistas eran bonitas, pero el día gris que teníamos las deslucían un poco. Por suerte, justo al lado del mirador teníamos una colonia de frailecillos que aportaban un toque de color y estuvimos un buen rato observándolos y fotografiándolos. Estaban muy cerca, así que las fotos salían muy bien. Es curioso verlos volar, despegando desde los acantilados, pero sobre todo cómo aterrizan con las alas extendidas.
Con esto ya nos dio la hora de comer y nos acercamos a Vik, al mismo restaurante del día anterior donde comimos las hamburguesas, ya que nos había gustado bastante. Seguimos el camino hacia el este después de comer, por suerte ya no llovía, y al salir del pueblo paramos en un supermercado para comprar cosas para la cena de esa noche y e desayuno del día siguiente. La siguiente parada fue en Hjörleifshöfði, una cueva en un promontorio que da hacia el mar. La cueva no es que sea grande, pero encima de la apertura principal tiene otra adicional, como el rosetón de una catedral, y según cómo lo mires parece la imagen de Yoda. Al parecer aquí se celebran hasta bodas en alguna ocasión.
El siguiente punto de la ruta fueron los campos de lava de Eldhraun. Estos campos se originaron por la erupción del volcán Laki entre 1783 y 1784. Es una zona muy extensa de lava cubierta ya por musgo, una de las más extensas que se puedan encontrar ya que ocupa más de 500 metros cuadrados. Esa erupción fue devastadora para la isla, ya que además de las muertes ocasionadas directamente, la nube de ceniza que generó estropeó las cosechas y murieron el 25% de los islandeses y el 80% de los animales. Hasta en la Europa continental se dejaron sentir los efectos del volcán. La zona ha servido de entrenamiento para astronautas del Apolo XI en los años 60. Junto a la carretera 1 hay una zona donde han habilitado un sendero que recorre una pequeña porción de estos campos y puedes tener así un acercamiento a este tipo de formación. La verdad es que las rocas cubiertas de musgo parecen hasta esponjosas, como si fuera un campo lleno de cojines por todas partes.
El día seguía oscuro pero aún teníamos un par de paradas por delante. La primera fue en el cañón Fjarðarárgljúfur. La visita es también sencilla, hay un parking desde donde parte un camino muy bien acondicionado que te lleva hasta el borde del cañón. Hay unos cuantos miradores donde asomarse al precipicio y observar de cerca el río encajonado entre paredes con agujas puntiagudas de roca. Es un paisaje sobrecogedor sin duda.
La última visita del día fue el Kirkjubæjarklaustur, una formación geológica compuesta por varias columnas basálticas poligonales que forman una superficie plana. Parece el suelo de una iglesia, de donde le viene el nombre, pero es algo totalmente natural. Está en medio de un campo por donde pastan las ovejas libremente, así que estuvimos acompañados por algunas de ellas mientras estuvimos por allí. Desde aquí ya nos dirigimos al alojamiento que teníamos para esa noche, pero de camino pudimos ver la Foss a Sidu, una cascada perfectamente visible desde la carretera.
Esa noche dormimos en Selfell Guesthouse, muy cerca ya del Parque Nacional Vatnajökull, que visitaríamos al día siguiente. Es un barracón ubicado en medio de una granja. Está dividido en dos apartamentos independientes, cada uno para 4 personas. Esa noche cenamos allí mismo lo que habíamos comprado en Vik y nos acostamos para poder descansar.