Despertó algo más claro el día que los anteriores. Varios integrantes del circuito comentaron que habían recibido desde España llamadas de familiares y amigos preocupados por el asunto de la tormenta Dolly, tormenta que de momento a nosotros, no nos estaba afectando practicamente.
Esa mañana partimos rumbo a Ticul.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Una ciudad conocida por sus cerámicas y sus numerosísimos establecimientos de calzados. Posiblemente su monumento más emblemático será la iglesia de San Antonio de Padua. Al llegar a Ticul, Jesús el guía nos dejó en la entrada del mercado de la localidad y quedamos una hora después en ese mismo punto. Me encantó la visita al mercado: frutas desconocidas para nosotros, puestos variopintos, taquerías, tortillerías, casas de préstamo, carnes, todo muy llamativo, fuertes olores, llamativos colores. Mucha gente y pocos turistas (nosotros, los de nuestro bus).
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Al salir del mercado Jesús nos llevó hasta los tricitaxis. Un curioso sistema de locomoción muy popular en este pueblo. Un carrito para dos pasajeros es impulsado por las piernas de un ciclista, “el taxista”. Nos dieron un paseo que venía incluido en el precio del circuito.
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Tras el corto paseo en tricitaxi, nos despedimos de Ticul, montamos en el bus y fuimos a las grutas de Loltum. Esta fue para mi gusto la única visita que calificaría como “prescindible” de todo el circuito. Unas grutas en las que en su día se hayaron restos arqueológicos pero que no justifican hoy en día un desplazamiento hasta allí en este circuito. Visitamos las cuevas (sin ningún interés para mí) y fuimos a comer.
Mientras comíamos apareció por allí un señor mayor que empezó a amenizarnos la comida con clásicos corridos y rancheras. Admitía peticiones y he de admitir que lloré cuando nos dedicó a petición nuestra “Ella” de Jose Alfredo Jiménez. Mientras seguía cantándonos bonitas canciones llegamos al final de la comida. Me dí cuenta que había llegado el momento. Ahora o nunca. Pedí el primer tequila del viaje. Una camarera me acercó el tequila, el limón y la sal. Cuando le pregunté cómo se tomaba la camarera dijo “¿no has tomado antes tequila?.... pobrecito!!” como insinuando que no lo iba a soportar. Me sentí un poco herido en mi orgullo. Para más inri, el resto de turistas del circuito me empezaron a mirar con mucha curiosidad (era el primer tequila del circuito, nadie lo había catado aún). “maldita sea!” pensé “qué expectación!”. No podía dar muestras de flaqueza. Así que tomé la sal, tragué todo el tequila de un sorbo y chupé el limón. Todo el mundo estaba espectante ante mi reacción, así que, de Bilbao que es uno, sin mover una ceja, dije: “Está suave, ponme otro”, mientras por dentro sentía como una llamarada salvaje bajaba en dirección a mi estómago.
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Nota etílico-informativa: El tequila se elabora a partir de la fermentación y destilado del jugo extraído del agave, los tequilas más puros son los que en su etiqueta llevan la etiqueta “100% agave”. Los tequilas se clasifican dependiendo el tiempo de añejamiento en: blanco, reposado y añejo. El tequila blanco no necesita tiempo mínimo de añejamiento, el tequila reposado requiere de un mínimo de dos meses de barrica y el añejo necesita un año de barrica.
Le consulté a Luis (el cicerone) el porqué de tomar el tequila con sal y limón y ésta fue la explicación que me dio: primero se toma la sal para que la boca salive más y sea más fácil tragar el amargo sabor del tequila. Se toma todo de un trago y seguido el limón ayuda a quitar el fuerte sabor. Mi pregunta fue inmediata: “¿entonces….. el tequila no se saborea, se quiere tapar su sabor?” a lo que Jesús me respondió que el sabor del tequila “vuelve”, que refluye una vez tomado y es entonces cuando se aprecia.
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Bueno y dejemos de lado el tequila (por el momento, claro) para volver al circuito. El bus nos llevó después de comer hasta Uxmal. Una de las zonas arqueológicas mayas más importantes del periodo clásico, y que se cree que data del siglo VII. Esta vez Dolly, aunque muy de refilón, nos llegó a acariciar. Una fina lluvia acompañó practicamente toda la visita, pero tan fina que no llegó a ser molesta. Al entrar en Uxmal lo primero que vimos fue la imponente mole de la Pirámide del Adivino, monumento al que se podía subir antes pero que debido a algunas graves caidas sufridas por turistas tiene actualmente prohibido el acceso.
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Continuamos caminando por Uxmal, contemplamos el Cuadrángulo de las Monjas, el enorme Palacio del Gobernador, el Juego de Pelota…. Siempre ilustrados por los comentarios de Jesús, el guía, un auténtico apasionado del mundo maya y un hombre de una cultura vastísima.
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Y desde Uxmal, 62 kilómetros aún hasta Mérida. Pero en el camino hicimos una breve parada para visitar una antigua hacienda henequera. El henequen (el “oro verde” le llamaban) es una planta que se cultivaba para obtener de ella una fibra con la que se elaboraban tejidos.
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Visitamos salas, habitaciones y estancias de la hacienda, una especie de rancho que aún conserva muchos de sus viejos muebles, cuadros y enseres, y de nuevo a nuestro autobús.
Edificio junto a la Plaza Grande (Mérida)
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Llegamos a Mérida un poco antes de la hora de la cena y aprovechamos para ir hasta el café restaurante Panchos. Nos comentó Jesús que aquí elaboraban un excelente café maya y fuimos dispuestos a probarlo. El local en sí es precioso y la preparación del café maya es todo un espectáculo: queman licor, mientras el licor arde lo cambian de un recipiente a otro, luego lo mezclan con el café…. La mayoría de los clientes (si no todos) eran turistas pero al parecer no tenían un guía tan competente como el nuestro para que les informase sobre el café maya, así que mientras bebían sus refrescos y cervezas, observaban atónitos la preparación de nuestro café. Y alguno hasta pidió también su correspondiente café (envidiosos!!).
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Tras el café maya nos dio tiempo a pasear por la Plaza Grande, junto a la que se ubica la Catedral de San Ildefonso. A la derecha de la Catedral queda el Palacio del Gobierno, al que entramos. Entrada libre, a pesar de haber unos guardias armados en la puerta que imponían respeto y el horario no parecía el más conveniente. Había unos bonitos y grandes murales y poco más que ver. Desde el segundo piso, buenas vistas de la plaza. El patio interior (que se ve en la foto inferior) nos gustó mucho también.
Frente a la Catedral queda el Ayuntamiento, allí conocido como Palacio Municipal.
Tambíen queda por allí la Casa de Montejo (antiguamente propiedad de dicha familia y hoy en día creo que es sede de un banco). Y en los soportales, bares y comercios variados.
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Tras la pequeña incursión turística por Mérida, volvimos al hotel a cenar y después de la cena, nos fuimos a los bares del centro de Mérica a tomarnos unos margaritas (cocktails de tequila y limón). Bares muy animados y alguno de ellos, francamente bonito. Y tras unos cuantos margaritas volvimos a Panchos a tomarnos otro café maya (estaba tan bueno!). Menos mal que estábamos muy cerca del hotel y había poco camino porque el tequila y la oscuridad ya nos empezaban a desorientar.
Pubs en Mérida
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