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Aun habiendo pillado la cama con ganas sorprendentemente no hemos terminado de dormir bien. Parece que hay menos ruidos en el camping salvaje en el moremi, donde solo te molestan los búhos o los ronquidos de los hipopótamos, que en pleno Maun donde un gallo ha estado cantando a destajo desde las 4 de la mañana.
A las 7 nos ha recogido Wilson para hacer la ruta a pie (Bush Walk) por una parte del Okavango y el paseo en Mokoro. Vamos nosotros solos y la excursión nos sale cara. 60 euros cada uno. En internet hay gente que dice cómo hacerlo más barato pero por lo que yo he visto es difícil. Para llegar a la zona de mokoro se atraviesa dos veces un rio por el que yo no me metería con un coche de alquiler ni loco. Toca pasar por el aro, quizá en época seca se pueda rebajar asumiendo el transporte.
A las 8:30 hemos llegado a la zona de Mokoro. Se encuentra en pleno delta en una concesión que se llama NG32. Ahí los mokoro los lleva una comunidad en la que los que llevan el mokoro se licencian para poder trabajar. Viven en un pueblo bastante rustico cerca del delta.
El mokoro es una embarcación tipo piragua. Te sientas en el medio y el que lleva el mokoro se pone atrás y con una caña alta va desplazándose. Es como las góndolas pero a lo africano. Realmente es bonito porque te mueves en silencio pasando cerca de hipopótamos, respetando siempre una distancia porque en bicho de esos no me quiero imaginar si la toma con un mokoro. Después de 30 minutos de paseo, el mokoro llega a la orilla de una isla. Ahí bajamos y empezamos una caminata de unos 6 kilómetros por dos islas del delta.
La caminata me ha gustado bastante. Me ha recordado a las caminatas del Kruger. El principal objetivo no es ver vida, aunque hemos terminado andando junto a cebras y jirafas. Lo chulo es ir siguiendo rastros. El guía la verdad que se paraba a explicarnos todas las cosas que veía. No se ha quedado sin coger con las manos ni una sola caca que se ha encontrado. Cacas de jirafa, de cebra, de hipopótamo... las ha cogido todas. Se ven también muchos restos de cadáveres, búfalos, cebras, impalas, lechwes e incluso el de una jirafa relativamente reciente que aún se apreciaba el pelaje.
A media caminata nos descalzamos para vadear un rio con el agua bien fresquita y paramos a comer en una sombra. Me ha gustado, eso si al final el sol picaba a gusto. Al llegar al mokoro ha venido la parte que yo llamo "turismo activo". Al chaval se le ha ocurrido traer el mokoro a una especie de canal que había para no tener que pisar agua. Nos hemos subido y en dos metros el mokoro estaba encallado a pocos metros de unos hipopótamos. El chico ha empezado a decirnos que nos agarráramos de los juncos y empezáramos a tirar... pues nada, turismo activo. Agarrando juncos y tirando con todas nuestras ganas durante 50 metros hasta que por fin hemos conseguido salir a un canal con más profundidad. Ahí hemos exclamado un gran Oleeee y al chaval le ha hecho gracia y ha vuelto a la zona de los mokoro cantando e intercalando oles de vez en cuando. Merece la pena la experiencia.
De vuelta al hotel nos hemos acercado a comer a la acacia coffee de ayer. Por la tarde teníamos la despedida del viaje. El sobrevuelo en helicóptero por el Delta. Hemos comido con un poco de nervio y a las 16:30 estábamos en el aeropuerto haciendo el check in para el helicóptero. Curiosamente en la empresa de helicópteros hemos coincidido con dos chicas de valencia que comenzaban el viaje,
El vuelo en Helicóptero es una actividad cara. 300 euros por persona. Pero es un capricho que nos queríamos dar. Siempre he querido hacer el sobrevuelo del delta desde que lo vi en los típicos documentales. Lo típico es en avioneta y cuesta a unos 100 euros. Si lo comparas con el helicóptero no hay duda. La avioneta vas con más gente y vuelas bastante alto viendo el delta desde la ventanilla. El helicóptero es aventura total. Es privado y se vuela sin puertas ni ventanillas de por medio y además haciendo vuelos rasante. En cuanto lo vi en internet no tuve dudas.
Al llegar a la pista nos esperaba nuestro helicóptero con dos pilotos con acento americano con una seguridad que bien me podrían haber operado ellos del apéndice. Nos hicieron el briefing y ya montado en el helicóptero la cara de ilusión era un poema.
El despegue ya hace que el corazón se te vuelque y desde ese momento es un no parar de asombrarse. Sobrevolamos el canal principal del delta y miles de lagunas y ramales en los que se ven las sendas marcadas por lo animales. El piloto va buscando animales y cuando los encuentra sobrevuela sobre ellos. Cebras, impalas, ñus y elefantes... sobre todo elefantes. Verlos desde arriba es un pasote. Llegamos a encontrar un grupo de 30 elefantes andando sobre el agua y el helicóptero los sobrevuela en círculos. De película. Muchos animales se asustan y echan a correr, sobre todo los ñus. Es una experiencia única. Es tan intensa que prácticamente he dejado la cámara a un lado. El helicóptero tiembla tanto que solo con el objetivo de 35 que tiene un buen estabilizador podía pillar algo decente. Cuando he visto el panorama, me he desentendido de la cámara y he disfrutado como un crio. Ha sido una hora de vuelo que se nos ha hecho 1 segundo. Que envidia de trabajo tienen los pilotos que trabajan ahí.
Ya en tierra y temblándonos hasta las pestañas hemos pasado por un spar a comprar algo para mañana. El helicóptero sin duda ha sido el broche final perfecto a 5 días recorriendo el Okavango. Un dia en el que hemos vivido el delta en tierra en agua y en aire. Mañana nos toca viaje desde Maun a Windhoek para volar el sábado a España. 800 km que está previsto que hagamos en unas 9 horas.
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