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“ Os quiero explicar una historia. Es la historia de un niño que nació el 18 de julio de 1990 en Barcelona. La historia de un niño que nació antes de lo que estaba previsto y de las ganas que tenía por ver mundo, y también la historia de lo que pasó con las ganas de conocer gente y cosas nuevas. Evidentemente es una historia de aventuras”.

No es una historia nada corriente. Albert Casals es un chico que a los 5 años sufrió una mononucleosis que desencadenó en leucemia y cuyo tratamiento provocó una minusvalía que lo condenó de por vida a depender de una silla de ruedas.

Este joven de pelo azul, con tan solo catorce años empezó a viajar por libre y sin compañía en su silla de ruedas por medio mundo. Su espíritu inconformista y luchador, su curiosidad y su afán de superar los contratiempos y de ser feliz, lo han convertido en un joven aventurero excepcional. Sus aventuras quedan recogidas en su libro “El mundo sobre ruedas”. Un relato apasionante y que es testimonio de su vitalidad sincera y directa. Eso es, el relato de un viajero de primera linea que nos da, aunque no lo pretenda, una lección en cada página. Y es que no esperéis encontraros con una guía de viajes, nada más lejos del objetivo del libro, ya que lo que realmente abunda en él son anécdotas que le ocurren en sus viajes, los amigos que encuentra, su habilidad y trucos para congeniar con la gente. Y es que Albert prefiere el contacto humano a la visita a los tótems turísticos, como la vez que acabó comiendo pizza en Bangkok con una chica que conoció y que, como no podía ser de otra forma, se tuvieron que comunicar con gestos.

Todo ello queda reflejado en su peculiar manera de viajar. Según él mismo: “En un viaje partí con tan solo 9€ pero me encontré con un amigo al que le debía dinero, así que me quedé con tan solo 3€ para realizar la ruta”. Como se ve el dinero no le preocupa nada, ya que para realizar el viaje a Sudamérica “partí con 20€ y volví con 20€”, “¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Siempre hay dónde dormir, siempre hay algo que comer. Conoces a gente, y todo fluye. ¡Qué sencillo es el mundo! Lo he entendido viajando. Bastan cuatro cosas: dormir, comer, ducharse y hacer amigos.”

Su equipaje es escaso, y casi se diría que solo necesita de la silla de rueda para emprender sus andanzas por el mundo: Una libreta, algún libro, un boli, una linterna, los naipes para juegos de manos, jabón, cojín, dos pantalones y dos camisetas, calzoncillos, chaqueta, botiquín, la tienda de campaña y el kit de reparación de la silla.

Su viajes han sido a lugares tan diversos y diferentes como Italia, Grecia, Tailandia, Singapur, Malasia, Alemania, Bélgica, Francia, Escocia y Japón. Eso sin olvidar los 6 meses que recorrió Sudamérica.


Su próximo sueño es visitar todo el África oriental hasta llegar a Madagascar. ¿Alguien duda de qué lo podrá conseguir?