El Lobby de las Abuelas causa estragos en el Turismo


Jueves, 26 Noviembre de 2015 a las 17:31:51

Publicado por spainsun

Asistimos a momentos convulsos en el turismo: a la determinación de los terroristas de hacer daño, a las medidas de seguridad extraordinarias de los gobiernos y a la histeria general de la prensa y su presión mediática, se ha añadido un factor inesperado y aún más influyente, pero sobre todo más machacón que los anteriores: el Lobby de las Abuelas.

En este artículo vamos a analizar el fenómeno de la presión familiar y, sobre todo, buscar algunas recetas y estrategias para intentar anular sus argumentos o al menos soslayar sus sugerencias "desmotivadoras", con la finalidad de poder realizar ese viaje planeado, deseado y tan merecido.

A los que buscan el consejo profesional, no le servirá nada de lo que aquí hay escrito, pues no parten de ninguna licenciatura en la escuela de psicología. Solo son fruto de la experiencia personal de tener una familia "mú pesaaaaaa".

Entremos en materia. ¿No habéis leído o escuchado últimamente algo sobre "voy a cancelar mis vacaciones porque la familia me está dando la lata, con que dónde voy con lo que está pasando en el Mundo"?

Se está acentuando un nuevo fenómeno, el Lobby de las Abuelas, que se ha venido a unir a las habituales dificultades para viajar (presupuesto, vacunas, alojamiento, vuelos, planificar el viaje) y que algunos estamos acostumbrados a capear y gestionamos con relativo éxito desde hace años.

Un Lobby es un grupo de presión con un interés u objetivo común, en este caso el que no viajemos por “nuestra seguridad”. Dicho sea de paso, este lobby de presión, no solo está formado por la abuela y el abuelo, sino que se han coaligado con los padres, hermanos poco viajeros, el cuñado que solo lee la prensa deportiva e incluso, se ha reportado apoyos esporádicos de algún hijo vago, de esos que no quieren emanciparse y viven tumbados en el sofá.

Una de las características que hace novedoso este "lobby familiar" es que es una alianza contra-natura, pues es de sobra conocido que la alianza sagrada es la de entre generaciones alternas: abuelos y nietos, contra padres (sobre todo para intentar minar la autoridad de estos últimos).

Los que nos gusta viajar estamos inmunizados a la presión de la autoridades y medios de comunicación, sobre todo generalistas, y sus “advertencias” unas veces interesadas (en vender titulares) y otras basadas en el pragmatismo conservador (no tener que rescatar a un conciudadano de las garras de alguna hipotética amenaza).

Sin embargo, tras los tristes acontecimientos causados por la barbarie terrorista este año (atentados de Túnez, Egipto, ahora París o Mali) han colocado el nivel de alarma de muchos gobiernos en su máximo nivel…y lo que es peor, han cargado de argumentos a esos familiares que se dejan guiar más por los titulares de los telediarios que por la información ajustada al destino: algunos de ellos se piensan que las huestes del ISIS están a punto de desembarcar en el Caribe, cuan Colón en su primer viaje.

Si has llegado hasta aquí, es seguro que estás bien informado: el 99% de los destinos siguen siendo tan seguros como antes de los atentados y algunos incluso más, pues han mejorado las condiciones generales de seguridad.

Muchos de los destinos que barajamos no suponen ningún riesgo adicional, al que supondría coger cada día el tren o el metro en nuestra ciudad. Ningún lugar es completamente seguro y la estrategia del avestruz no funciona.

En el extremo de la argumentación, hay continentes enteros donde no ha ocurrido ningún atentado similar a los descritos, contra turistas, por tanto no hay razones objetivas para cancelar un viaje a ninguno de esos países/continentes .

Bien, vamos a desgranar algunas estrategias para bloquear y desarmar los embates de la familia.

Los abuelos
Los abuelos son personas que suelen guiarse ya más por impulsos sentimentales, que por argumentos objetivos (y como además tengan algún recuerdo de guerra, hay que andarse con cuidado).

En estos casos lo mejor es buscar una distracción y apelar a los sentimientos que generan nuestra sagrada alianza de generación alterna: “Abuela estas mezclando el telediario con la telenovela. ¿Tú crees que tu nieto, con lo que te quiere, iba a asumir un riesgo incesesario? No te preocupes que a la vuelta te voy a traer un regalo que te va a gustar.”

A la vuelta sed generosos con las abuelas, que se lo merece solo por las veces que nos han ayudado en las disputas con nuestros progenitores. No seáis olvidadizos cuan político después de las elecciones.

Los padres
Con los padres no hay argumentos que vayan a funcionar, así que habrá que plantar batalla como mejor con nuestra experiencia de los conflictos que hemos tenido desde la adolescencia… cada padre es un mundo, pero una buena táctica es dividir y buscar el apoyo del uno, frente al otro, al mínimo resquicio u oportunidad. Con suerte acabaran discutiendo entre ellos de otra cosa.

Los hermanos
Los hermanos son de nuestra misma generación y con ellos los argumentos objetivos funcionan bastante mejor. No suelen ser un problema.

El cuñado metomentodo y que solo lee el periódico deportivo
¿Qué seria de una reunión familiar, sin ese cuñado que esta ahí siempre para echarte una mano (al cuello)? Tu cuñado no ha viajado nunca excepto aquella vez que fue al resort TI y pilló una borrachera continua que ni se acuerda en qué país estaba el hotel.

Ya sé que lo que os apetece decirle es: “¿Pero que narices vio mi hermana en ti?”, pero el camino de la sinceridad no asegura la victoria. Tenemos una oportunidad de meterle una goleada y en su propio campo. ¿La vamos a desaprovechar? No vale la pena perder el tiempo con argumentos, nos lo vamos a llevar a su propio terreno para que la humillación sea completa: “¿Qué tal el partido del domingo? Yo no entiendo para que fuiste al campo para sufrir tanto, que un día te va a dar un infarto. Eso si no llega un suicida de esos con chaleco y os manda a todos a la “otra grada”.

Si no le basta con ese revolcón y vuelve a por más, todavia hay una oportunidad para el sadismo: "No se cómo mi hermana te deja ir a los campos de futbol, con lo peligroso que es eso”. Solo habéis mostrado vuestra "preocupación" por vuestro cuñado, nadie os podra reprochar nada, y, dicho sea de paso, desplazáis el foco de la preocupación familiar sobre él. Le habéis dado donde mas le duele y todavía le espera una buena, cuando llegue a casa.

Con esto habréis perdido un cuñado, pero vais a ganar mucha paz y en Navidad ya veréis como os mira con más respeto. Eso si, no hagáis leña del árbol caído, pidiéndole que os pase el cuchillo de cortar el pan.

El hijo vago tumbado en el sofá
Nos queda esa hijo vago, que continua en casa porque no siente motivación alguna por hacerse sus propias labores domésticas y que se aprovecha de cada situación para obtener el máximo número de privilegios de la relación familiar, sin los inconvenientes de la libertad.

¡A ver, que es tu hijo! Que mientras viva bajo tu techo, está bajo tu autoridad. Que no necesitas darle más explicaciones: "Te dejo los taper en la nevera. No traigas gente a casa, aunque ya sé que lo harás. Y sobre todo, por favor, usa preservativo."

Si no funciona lo anterior: el recurso de la indignación
Si necesitamos recursos extra y nos han fallado una o todas las tácticas anteriores, nos queda un recurso bastante eficaz, pero del que no conviene abusar, excepto por una razón superior: La indignación.

"Pero a ver: ¿Con lo que me ha costado ahorrar el dinero, preparar con ilusión el viaje, encontrar los días libres en el trabajo, reservar los vuelos, buscar los alojamientos, preparar las rutas (en casa por la noche y durante las horas de curro), vais a venir vosotros, los vendedores de periódicos y 4 fanáticos descelebrados y me vais a arruinar las vacaciones? ¿Estamos tontos o que?"

Conclusión
Anoche comuniqué a la familia mis planes viajeros para el año próximo y que por mucho que me pongan caras desencajadas, que no me amarguen los periodos anteriores a estas y que de pasarlo bien en las vacaciones ya me encargo yo; le pese a quien le pese.

Nada va a quebrar mi voluntad de seguir viajando.

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