Encontramos un vuelo muy barato des de Alicante con WOW Air: 140 euros cada uno más 60 de una maleta que decidimos facturar.
Llegamos a Keflavik hacia las 2 de la madrugada, y llegamos a la ciudad a pie. Fue un trayecto un poco pesado. Deberíamos haberlo hecho en taxi porque fue casi una hora andando, con un cambio de temperatura muy grande, y en plena noche, sin tener demasiado claro hacia donde íbamos.
Tras esta pequeña odisea llegamos al hostel que habíamos reservado, Svitan Guesthouse. Era una casa de una planta con cuatro habitaciones y varias salas comunes. Una de las cosas más sorprendentes es que los caseros nos confiaron la puerta abierta para cuando llegasemos, porque sabían que llegábamos tarde. Esa noche dormimos poco pero descansamos mucho.
Este es el vídeo que mi heramana hizo del viaje:
El primer día nos despertamos en el albergue de Keflavik. La casera con la que contacté antes de llegar entró a nuestra habitación a presentarse y a preguntarnos como fue el viaje. Los amos del hostel eran una pareja muy amable y hospitalaria. Desayunamos muy fuerte y empezamos la aventura.
Esa mañana dimos una vuelta por Keflavik, que no es más que un pueblecito de vecinos, muy tranquilo y con mucho encanto. Las casas son pequeñas y muchas tienen tejados de colores. Una de las cosas que más llama la atención en estos pueblos es que prácticamente nignuna casa tiene cortinas! Keflavik no tiene demasiado interés turístico, pero esa primera toma de contacto fue muy bonita. Nos acercamos a la costa a tocar las aguas heladas del Atlántico, y después de eso volvimos a la R41 donde hicimos el primer Autoestop. Es cierto que, por lo menos en setiembre, había pocos coches, pero en general fueron bastantes los que se preocuparon en parar, atendernos y ayudarnos si podían.
Curiosamente los primeros que nos subieron fueron los mismos caseros del albergue que iban hacia Reykjavik. El trayecto es bastante corto y al ser los primeros paisajes de Islandia que vimos se nos hizo muy corto. Los conductores nos atendieron a todas las preguntas que tuvimos y nos dejaron en Reyjkavik.
Allí estuvimos alojados en un albergue, donde reservamos una dos camas en una habitación de 24 PERSONAS!!! Al principio parecía irreal pero el ambiente de las habitaciones fue muy bueno; de mucho respeto.
El primer paseo por Reykjavik nos llevó a visitar la Catedral. Visitamos su itnerior y subimos hacia el mirador. Se supone que había que pagar, pero nadie nos dijo nada, por lo que subimos sin tener que pagar nada
. Las vistas de mirador merecen la pena; son las mismas que se encuentran en muchas postales de Reykjavik, y te permiten conocer un poco más la ciudad, donde escasean los rascacielos y casi todo son casas pequeñas, y de colores vivos.
Paseamos por la avenida Laugavegur, vimos el gran lago y el Auditorio. Al atardecer nos acercamos al Perlan para tener una panorámica, pero sinceramente, no mereció demasiado la pena.
Esta etapa fue seguramente la más dura, con más de 380 km en un día. Hacia la tarde parecía que iba ser imposible, porque nos quedaban muchos km por delante, pero al final lo conseguimos.
Cogimos un autbús des de Reykjavik hasta Mosfellbaer, por donde pasa la Ring Road. Allí empezamos a hacer autoestop. Des de Mosfellbaer hasta Borgarnes nos subieron tres coches diferentes que nos hicieron trayectos bastante cortos. Por el camino vimos paisajes muy especiales y nos encontramos con otros dos grupos de autoestopistas.
En Borgarnes estuvimos mucho rato haciendo autoestop pero finalmente nos subió una mujer que nos dejó en un lugar desolador donde prácticamente no pasaba ningún coche. Finalmente un chico nos llevó hasta un pueblo en el fiordo de Hrutafjordur. El lugar era espectacular pero se hacía tarde y nos daba la impresión que no llegaríamos a Akureyri donde teníamos reservada la habitación. Después de más de una hora en la carretera un hombre islandés nos subió a su coche y fue muy amable. Nos llevó hasta Akureyri.
Llegamos cansadísimos pero muy agradecidos. Paseamos por Akureyri y nos levantamos para ver si podíamos ver la Aurora Boreal, pero no hubo suerte. Sin embargo, el cielo de la noche islandesa es, aún así, todo un espectáculo.
Después de tanto pesimismo nos dimos cuenta que la locura de viaje que habíamos planeado se podía hacer!