Ocho días recorriendo Túnez en coche. Visitando Túnez ciudad, Las impresionantes ruinas de Dougga, Sbeitla y El Djem, la región de los ksares de Tataouine y las ciudades costeras de Soussa y Sfax Autor:MuryelaFecha creación:⭐ Puntos: 5 (4 Votos)
Hacía años que no escribía un diario de viaje, y es que la mayoría de destinos tienen tantos diarios y con tan buena información, que poco más se puede aportar. Pero al organizar mi viaje a Túnez y ver que hay pocos diarios, algunos ya bastante antiguos, me entró el gusanillo de aportar la poca experiencia que se puede obtener visitando un país en tan solo una semana de viaje.
Elegimos Túnez de rebote, ya que los días de vacaciones vinieron de improvisto y buscamos básicamente por precio de los vuelos. El vuelo directo desde Barcelona con Nouvelair fueron algo menos de 150€, no recuerdo exactamente cuánto, es una compañía de bajo coste y con pocas comodidades, pero tampoco necesitamos mucho más para una horita y media que dura el vuelo. Sólo le encontré dos pegas, una, que sale de madrugada y la llegada a Túnez es a la 1:30 de la mañana, y la otra que no dejan facturar online, por lo que aunque solo llevamos equipaje de mano, tuvimos que hacer la cola en el mostrador de facturación, que por suerte había poca gente. El mostrador es setenta y algo, el ultimísimo de la T2 de Barcelona.
Nuestra idea inicial era movernos en tren, ya que nos gustaba la idea de no tener que estar pendiente del coche de alquiler, pero cuando nos pusimos a organizar la ruta con los horarios de los trenes nos dimos cuenta de que perdíamos mucho tiempo y, además, nos veíamos obligados a movernos casi exclusivamente por la costa, tirando de louage para visitar algunos sitios algo más alejados. El coche, sin embargo, nos daba mucha más libertad y flexibilidad para ir donde nos apeteciera y a la hora que quisiéramos.
De todas maneras, dejo por aquí el enlace a la web para quien pueda ser de utilidad, aunque la verdad es que es bastante mala. sncft.com.tn/
Para alquilar el coche estuvimos mirando a través de las típicas webs tipo Rentalcars y las grandes multinacionales, pero lo que ofrecían nos parecía bastante caro, mientras que buscando en agencias locales el precio era mucho más económico. Buscando en Google Maps pudimos ver que hay montones de agencias locales, pero muy pocas tienen página web con información suficiente como para que nos dieran cierta fiabilidad.
Pedimos precio en varias y la principal pega que encontramos fue que ninguna alquila con seguro a todo riesgo, solamente nos daban opción con franquicia en caso de accidente, por lo que nos quedamos con Avantgarde, que es la que nos dejaba la franquicia más baja, 300€, y además tenía bastantes buenos comentarios por internet. El resto de agencias a las que pedimos precio nos dejaba una franquicia de 1.200€.
Con esta agencia tuvimos un problema, y es que, aun habiéndoles mandado la documentación que nos pedían, el día antes de recoger el coche, cuando les contacté para confirmar que todo estaba en orden, me dijeron que no les había mandado la documentación y por tanto había perdido mi reserva. Nos ofrecían un coche de categoría superior pagando 60€ más y además recalcando todo el tiempo que nos estaban haciendo un favor por no dejarnos tirados sin coche.
Decidimos mandarlos a freír monas y contratar con otra agencia, como ya estábamos allí teníamos muchas más opciones, ya que era bastante fácil acercarnos a alguna oficina en el mismo aeropuerto o a alguna de las muchas que habíamos visto en el mapa repartidas por la ciudad. Pero tampoco le dimos muchas vueltas, como habíamos visto aquí en el foro que una de las más recomendadas era Camelcar, que por suerte también tienen web y tenían coches disponibles, reservamos directamente por internet y en pocos minutos teníamos la confirmación. Como su franquicia era de 1200€ sin opción a reducirla, que fue la principal razón de no contratar con ellos desde un principio, contratamos un seguro aparte con Rental Cover, empresa que no había probado nunca, pero también la había visto recomendada en el foro varias veces. Con ellos no puedo decir si bien o mal, porque, como no tuvimos ningún problema con el coche, no hubo que darle uso al seguro. Solo puedo decir que en caso de pagar algo a la agencia de alquiler por daños ellos te devolverían el dinero, igual que hacen los seguros que venden las agencias tipo Rentalcars. Pedimos además que nos pusiera un conductor adicional por el que no nos cobró nada. Al final, coche más seguro en conjunto nos salió más económico que el precio inicial que teníamos con Avantagarde.
Con Camelcar todo correcto, nos dieron un coche un poco más grande del Suzuki Swift que habíamos contratado, no recuerdo el modelo, pues en verdad era el único que tenían, con bastantes kilómetros, pero bien cuidado y limpio. Para los daños te dicen que hagas un video y lo hicimos a conciencia, sin dejarnos el más mínimo rasguño, chinazo o marca, aunque, a la devolución, la revisión del coche la hizo un chico mientras estábamos en la oficina, así que no sabemos si lo miran con mucho detenimiento o no, y, al estar todo correcto, tampoco pusimos mucho más interés.
Conducir nos pareció mucho más fácil de lo que pensamos al principio. Leyendo por internet nos esperábamos algo parecido a Marruecos, donde conducir nos resulta bastante estresante, tanto por el caos de las ciudades como por las locuras que se ven por la carretera.
En Túnez nos encontramos carreras de rectas infinitas y con muy poco tráfico. Por el interior, las carreteras secundarias están en relativamente buen estado, con badenes para reducir la velocidad cada pocos kilómetros, sobre todo en la entrada y salida de los pueblos, y la autopista de peaje, con un precio ridículo, está bien asfaltada y no tiene mucho tráfico excepto en la cercanía a las grandes ciudades. Sí que alguna barbaridad vimos, algún adelantamiento a lo loco, pero en general muy bien. Dentro de las ciudades el tráfico también nos pareció bastante correcto, dentro de que era más caótico y sufrimos algún atasco, pero poca cosa. Consejo, no llegar a una ciudad tan grande como Sfax o Túnez a plena hora punta de salida del trabajo.
Importante a tener en cuenta, que las gasolineras siempre están en los pueblos, ni siquiera en la autopista se encuentran áreas de servicio, por lo que hay que tener la precaución de no dejar el llenado del depósito para hacerlo por el camino, pues es posible que encontrar una sea difícil en muchos kilómetros. Bueno, áreas de servicio si hay, y es que, tanto en las secundarias como en la autopista, siempre hay algún puesto de té, fruta, comida…
Eso sí, la gasolina, comparada con España, está tirada de precio, a unos 2’5 dinares, que al cabio son menos de 75 céntimos de euro.
Con respecto a los controles policiales, vimos muchos, pero nunca nos pararon ni pidieron la documentación.
Además del coche cogimos algún taxi. La primera noche al aterrizar para ir al hotel usamos Grab, la app tipo Uber y similares. Nos ponía 15 dinares y al entrar en el taxi nos dijo el conductor que por las maletas eran 10 dinares más. Nos bajamos porque odiamos ese tipo de estafas a los turistas y estuvimos negociando con otros conductores que estaban allí, todos igual de tramposos, ya que pedían 30 dinares por un trayecto que con taxímetro cuesta 10, y con el primer taxista por allí diciéndole a los demás que no nos llevaran.
Finalmente conseguimos que uno nos llevara por un precio razonable y luego nos hizo la jugarreta de dejarnos en otro hotel, que por suerte estaba en la misma calle, pero a unos cinco minutos andando. Daba la casualidad que el hotel en el que nos dejó era el Hotel Golf, que había sido una de nuestras opciones para alojarnos, por eso sabíamos bien donde estábamos. Con la mala suerte de que estaban reformando la fachada y el nombre estaba tapado, por eso no nos dimos cuenta hasta que no llegamos a la recepción.
Para evitar a esta panda solamente hay que cruzar el parking que hay frente a la salida del aeropuerto, allí hay una rotonda por la que pasan taxis que sí ponen el taxímetro o en todo caso pedir desde allí el Grab.
El resto de taxis que cogimos los paramos en la calle, no volvimos a usar Grab, y todos pusieron el taxímetro sin tener que pedirlo siquiera y no dieron ningún tipo de problema.
Sobre la moneda, usan el dinar tunecino, que cuando fuimos estaba aproximadamente a 3’30 dinares por euro. Nosotros usamos Revolut para sacar dinero del cajero y en algún hotel pudimos pagar con tarjeta, pero en tiendas y restaurantes casi siempre efectivo, son pocos los que aceptan tarjeta. Incluso en los supermercados Carrefour, que tenían datafono en la caja, nos decían que no funcionaba.
Para encontrar cajeros no tuvimos mucho problema, solamente en el aeropuerto al llegar, todos los cajeros estaban sin dinero y menos mal que quedaba una casa de cambio abierta.
En el mismo aeropuerto hay varios kioscos que ofrecen conexión a internet, pero como llegamos tan tarde estaban ya todos cerrados y conseguimos nuestra tarjeta sim al día siguiente en una tienda de telefonía que encontramos cerca del hotel, concretamente una de Tunis Telecom que está junto a la puerta de la estación de tren.
Por la tarjeta sim pagamos cuatro dinares y una vez el chico de la tienda nos configuró el móvil, que era simplemente activar la red, tuvimos que comprar una recarga de un dinar de datos en el kiosco que hay frente a la tienda, con esto tuvimos 2Gb que nos duraron cuatro días, después añadimos una segunda recarga en una tienda de Tunis Telecom que encontramos en un pueblo. Es fácil encontrar puntos de recarga, están bien indicados con una pegatina, se les pide la cantidad de dinares de datos deseada y te dan un papelito con un código numérico que hay que poner en el teléfono. Todo el viaje tuvimos buena cobertura y, desde luego, por ese precio, mucho mejor que cualquier tarjeta esim de las que ahora se anuncian a bombo y platillo. Es muy fácil y más barato imposible.
Con el idioma nos apañamos mucho mejor de lo que nos imaginábamos. Lógicamente hablan árabe, el francés lo habla bastante gente, aunque mucha otra sólo lo chapurrea o no hablan ni una sola palabra. Inglés solo dimos con cinco o seis personas que lo hablaran. Nuestro francés es bastante básico y nuestro árabe se limita a tres o cuatro palabras, pero no nos supuso ningún problema, porque la gente con la que tratamos fue siempre amable y dispuesta a entendernos en el idioma internacional de las señas.
Al organizar la ruta descubrimos que es mucha la gente que viaja a Túnez en plan playa y relax, cosa que nos sorprendió, pues nunca había considerado Túnez como destino playero, probablemente el que no nos guste la playa influye. Nosotros buscábamos visitar tanto ruinas romanas como acercarnos al sur para ver algo del desierto, aunque sin plan de hacer las típicas excursiones en camello o jeep, ya que lo habíamos hecho en otros sitios y tampoco teníamos tanto tiempo.
Donde teníamos más dudas era si acercarnos hasta la zona de Tozeur o llegar hasta Tataouine y finalmente nos decidimos por Tataouine para visitar los viejos ksars, así que nuestro viaje quedó tal que así. Quizás hubiera dado tiempo a las dos cosas, pero algo que no queríamos era pegarnos demasiados palizones de coche y disfrutar un poco del no hacer mucho, que para algo son vacaciones.
Día1: Túnez ciudad
Día 2: Ruinas de Cartago y Sidi Bou Said.
Día 3: Ruinas de Dougga y viaje hasta Sbeitla
Día 4 Sbeitla y viaje hasta Tataouine
Día 5: Ksares alrededor de Tataouine
Día 6: Medenine y Sfax
Día 7: El Djem y Sousse
Día 8: Kairouan y vuelta a Túnez.
Aterrizamos en Túnez a eso de la 1:30 de la mañana, una hora un poco intempestiva para llegar a una ciudad que por la noche está prácticamente desierta.
Lo primero, intentar sacar dinero. Hay un cajero en la misma zona de recogida de maletas, pero no funcionaba. El resto de cajeros y casas de cambio están saliendo ya al hall, pero entre todos los españoles que por allí andábamos probamos todos los cajeros y no iba ninguno, por lo que cambiamos 10€ en la única casa de cambio que estaba abierta.
Además de cajeros y casas de cambio hay bastantes oficinas de coches de alquiler y algunas de telefonía. Bastante completo, para quien llegue de día, eso sí.
Una vez se sale del hall a la calle nos encontramos con la zona de taxis y justo enfrente el parking. Lo mejor sería seguir en línea recta cruzando el parking y coger el taxi en la calle, pero eso no lo sabíamos entonces, así que como ya he contado tuvimos que discutir con los taxistas.
Para esta primera noche, al llegar tan tarde, preferimos quedarnos en un hotel con recepción 24 horas. Elegimos el Oumara, con habitaciones bastante sencillas y decoración algo anticuada, pero limpio, cómodo y con desayuno correcto. Está en la zona francesa de la ciudad, muy cerca de la estación de tren, el mercado central y la medina, el personal es amable y, si se lleva coche, hay bastante sitio para aparcar en la puerta.
Por cierto, que en la fachada lateral hay un bonito mural que tienen medio escondido entre los árboles, con pinta de ser de la época en la que el hotel se construiría como un lugar más espléndido de lo que hoy es.
Al día siguiente nos cambiaríamos a un apartamento cercano a la puerta principal de la medina que era algo más económico que el hotel.
Por la mañana recorrimos un poco las calles de la Ville Nouvelle, la zona colonial francesa, con edificios art deco de finales del siglo XIX, en los que vivían los extranjeros, en su mayoría europeos, y tunecinos adinerados con todas las nuevas comodidades de la época, como electricidad o agua corriente, lujos que no tenían en la ciudad antigua dentro de las murallas.
Hoy día encontramos edificios desvencijados en los que entre la cartelería de los negocios que ocupan las plantas bajas y la ropa tendida en los balcones, a veces, nos sorprende alguna bonita fachada, decorada con mejor gusto que quien elige la cartelería actual que las tapa y afea (que no falte la publicidad de la Cocacola) y con no pocos desconchones.
La avenida Habib Bourguiba es el eje principal de esta zona de la ciudad, aquí se encuentran algunos grandes hoteles, el teatro, la catedral, restaurantes y cafés en los que sentarse a ver cómo se desarrolla la vida local. Tantos negocios hacen que sea una zona llena de vida, incluso una vez se hace de noche es de los pocos sitios donde queda algo de movimiento mientras que el resto de calles quedan desiertas.
Los edificios más llamativos de la avenida son el teatro Municipal, uno de los pocos del mundo de estilo art nouveau y la Catedral de San Vicente de Paul, que no pudimos curiosear porque cada vez que pasamos por allí estaba cerrada.
Comimos en el Café del Teatro, donde la comida es aceptable, sin ser gran cosa, los precios correctos y su terraza con vistas al boulevard es bastante agradable. El horario es muy amplio, ya que abren desde temprano para los desayunos hasta tarde para las cenas. Es siempre una buena opción cuando no se encuentra otra cosa abierta, mientras que otros restaurantes con buena pinta que teníamos localizados cerraban a las 15:00.
Allí practicamos por primera vez el entretenimiento tunecino por excelencia, sentarnos en una terraza con un té a la menta mientras vemos la gente pasar.
Ya por la tarde, nos dirigimos a la medina, que por cierto es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con la de Sussa. Si bien es bastante turística y tiene varias calles repletas de tiendas de souvenirs, es muy grande y, recorriendo sus distintos zocos, encontramos muchas zonas de vida local y multitud de callejones en los que perderte. Los vendedores de souvenirs no son tan pesados como en otros países y puedes pasear y mirar sin que alguien te insista continuamente que compres alguna baratija.
Entramos en la medina por la puerta de Bab Al-Bhar, que marca la separación entre la ciudad antigua y la ampliación que se hizo en época francesa, calles rectas y bien ordenadas en cuadrículas a un lado y una maraña de callejones al otro. Se encuentra en una agradable plaza en la que los niños juegan en la fuente de agua mientras los turistas más adinerados se toman un café en la terraza del lujoso Royal Victoria, un bonito hotel que antes fue embajada británica.
Los orígenes de la puerta datan del siglo XIII, formando parte de la estructura defensiva de la ciudad, daba acceso al puerto, de ahí su nombre, que significa puerta del mar, y por ella accedían a la ciudad todos aquellos mercaderes y mercancías que llegaban a Túnez desde todo el Mediterráneo, convirtiéndose en un importante centro comercial.
Su estilo se ha modificado varias veces a lo largo de los años, de manera que el diseño actual es del estilo otomano que se le dio en el siglo XVIII. Hoy día es un símbolo para los tunecinos y un punto de encuentro para locales y foráneos.
Desde allí, y sin rumbo alguno, nos fuimos adentrando en un enjambre de calles, cruzando los zocos de los perfumistas, joyeros, ropa, enseres de cocina… en los que la poca luz que entra lo hace a través de unas sucias claraboyas y parece que siempre sea de noche, a la vez que así quedan las calles resguardadas de la implacable calor.
Perdidos por la medina encontramos varios monumentos (cuenta con unos setecientos), varios palacios, madrasas y mausoleos, aunque solamente entramos en un par de madrazas, ya que nos apetecía más disfrutar del ambiente de las calles.
En un punto bastante céntrico de la medina encontramos su monumento más importante, la Mezquita Zituna, o Mezquita de la Aceituna.
Construida nada menos que a principios del siglo VIII. Los no musulmanes podemos visitar el patio, sin entrar en la zona de oraciones, aunque, torpe de mí, me olvidé el foulard en el hotel y tuve que asomar la cabeza desde un biombo que tapa la entrada para poder verla. En uno de los laterales de la mezquita hay una especie de logia con escalinata donde suele haber muchos hombres pasando el rato, de estos, varios se acercaron a ofrecernos información sobre terrazas con vistas y siempre nos decían que no se podía entrar en la mezquita, desconozco la razón, pero poderse se puede entrar.
El patio se veía bastante sencillo, sin mucho ornamento, lo más interesante son las ciento sesenta columnas traídas desde las ruinas de la ciudad de Cartago.
También subimos a curiosear las terrazas de algunos cafés que anunciaban vistas panorámicas. Las vistas eran interesantes, pero no nos impresionaron mucho, si bien permiten admirar el minarete de la mezquita mucho mejor que desde abajo, el resto es casi todo los techos de los zocos.
En todos los que nos asomamos pudimos subir sin necesidad de tomar nada, aunque sí nos tomamos un té en un lugar bastante agradable llamado Café du Souk. Los precios en la carta nos parecieron excesivamente caros, por un té 8 dinares, pero el camarero nos dijo que nos cobrarían precio tunecino, 2’5 dinares, y decidimos quedarnos.
Pero más lo más bonito, o lo que para mí da más encanto a la medina, son sus puertas azules y amarillas, decoradas con remaches dando forma a detallados dibujos. Difícil fue no hacerle fotos a todas y cada una de ellas.
Paseando por la calle Sidi ben Arous, que sale frente al minarete, encontramos bastantes cafés a pie de calle que se iban animando según iba a atardeciendo, algunos algo turísticos y otros donde se veía más ambiente local. Nos tomamos otro té por allí para probar el tradicional con piñones y, casi sin darnos cuenta, se hizo de noche y las calles quedaron rápidamente desiertas.
Nos compramos algo para cenar en un local de comida rápida que encontramos en esa misma calle, llamado Dkik&Zit, ya que poco más quedaba abierto por allí a esas horas, sería las ocho y media o nueve. Pedimos un Malfouf, que venía a ser como un rollo, tipo durum, relleno de verduras, queso, huevo, etc. estaba bastante bueno, y nos fuimos para nuestro apartamento.
A la vuelta nos perdimos un poco y recorrimos una buena parte de la medina completamente a oscuras, alumbrándonos con la linterna del móvil. Calles que un rato antes estaban llenas de vida, ahora solo los gatos y algún turista despistado como nosotros vagaban por ellas.
Una vez salimos de los zocos llegamos a la zona de casas particulares, desde las que salía algo de luz y el sonido de las familias ya reunidas para la cena, y por fin a nuestra casa, que por suerte estaba pegada al antiguo cinturón de la muralla que rodeaba la ciudad y era fácil de localizar en aquel enjambre de calles.
Nuestro segundo día en la ciudad lo dedicaríamos a ver las ruinas de Cartago y el pueblo de Sidi Bou Said, situados ambos al noreste de la ciudad y bien comunicados por tren.
Éste sale desde la estación de Tunis Marine, situada al final de la avenida Habib Bourguiba, a la que fuimos dando un paseo de una media hora aproximadamente.
La avenida toma su nombre del primer presidente de la República Tunecina y líder del movimiento nacional de independencia, del que podemos ver una escultura al final de la avenida, junto a la Plaza 14 de Enero que conmemora la revolución de 2011.
Según avanzamos por la avenida desde la Plaza de la Independencia, los edificios de bonitas fachadas van dando lugar a las construcciones modernas, algunas de dudoso gusto, como la mole del Hotel África o las oficinas del Ministerio de Turismo, conocido como el edificio pájaro.
En medio de la avenida sobresale la Torre del Reloj. Con un cuerpo metálico de 38 metros de altura, se construyó en 2001 en conmemoración de la independencia de Túnez por el dictador Ben Ali, sustituyendo a uno anterior, que a su vez sustituía una estatua de Habib Bourguiba, la cual sustituía una estatua de Jules Ferry, el ministro francés que llevó a cabo la colonización de Túnez.
Se supone que es uno de los puntos de interés turísticos de la ciudad, pero, personalmente, me pareció bastante feo.
Llegamos a la estación de tren y nos encontramos con que las vías estaban en obras, por lo que tuvimos que hacer el trayecto hasta Cartago en autobús. Iba lleno a reventar y como al revisor, que va metido en la cabina con el conductor, le daría pena nuestra pinta de guiris despistados, nos dejó meternos en la cabina con ellos, así que fuimos relativamente cómodos.
Aunque tardó un poco más de lo que hubiera tardado el tren, el bus nos dejó junto al mismo apeadero Carthage Hannibal, desde donde hay unos diez minutos andando hasta el primer yacimiento a visitar. Las ruinas están desperdigadas por toda la zona pero se puede ir andando perfectamente de un punto a otro, aunque si alguien quiere llevar el coche nos pareció que por allí era bastante fácil aparcar. Para la visita hay que pagar una entrada de 10 dinares que incluye todos los monumentos.
De lo que fue la gran ciudad que a punto estuvo de destronar a Roma como dueña y señora del Mediterráneo prácticamente no queda nada, es más interesante por su valor histórico que arqueológico.
Fue fundada por los fenicios alrededor del siglo IX aC, y en poco tiempo se convirtió en una potencia económica que viajó por todo el Mediterráneo expandiendo su influencia y territorio.
Quizás el momento más conocido de su historia es precisamente el fin de esta. Pocos serán los que no conocen la historia sobre como Aníbal Barca cruzó los Alpes con su ejército de elefantes, travesía a la que ninguno sobrevivió. Aunque a mí siempre me pareció que el paso del estrecho hasta la península ibérica con los animales en barcas debió de ser también algo digno de ver.
Aníbal pudo cambiar el curso de la historia al llegar hasta las puertas de Roma para, finalmente, acabar perdiendo la guerra, lo que supuso la destrucción total de la ciudad y sus ciudadanos asesinados o esclavizados.
Sería más de cien años después cuando Augusto manda reconstruir la ciudad para convertirla en la capital de la provincia de África, convirtiéndose rápidamente en una de las ciudades más importantes del Imperio. Y romana-bizantina permanecería hasta el 698, a excepción de los casi cien años que fue invadida por los vándalos, cuando los musulmanes la conquistan y destruyen de nuevo para construir su nueva capital en Kairouan. Las columnas de sus templos fueron utilizadas para construir la mezquita de Túnez y el resto de edificios se utilizaron como cantera para otras construcciones.
De esta época romana proceden prácticamente todas las ruinas que quedan en pie. En primer lugar, visitamos el área arqueológica de la colina Byrsa, donde se pueden ver los cimientos de algunas casas púnicas, restos de un templo y el supuesto palacio de Dido, que, según la leyenda, fue la fundadora de la ciudad, marcando el perímetro con tiras de pellejo de buey, o byrsa en griego.
La misma Dido que según Virgilio, en su Eneida, se suicidó tras el abandono de Eneas, maldiciéndolo y creando así la futura enemistad entre Cartago y Roma.
Junto a las ruinas hay una iglesia del siglo XIX, que estaba cerrada, y la tumba del rey de Francia Luis IX, quien murió allí camino a las cruzadas.
También hay un museo arqueológico, que al parecer era lo más interesante del conjunto, pero estaba cerrado por reformas, así que lo mejor allí son las vistas, que alcanzan a ver parte de la ciudad con su lago, desde aquí podemos apreciar lo grande que es, todo el golfo de Túnez e incluso se ve los puertos púnicos, donde no llegamos a acercarnos.
Cruzando una zona residencial de chalés de lujo y las ruinas de algunas casas romanas, llegamos al teatro, del que lo que mejor se puede apreciar es el graderío con capacidad para 30.000 personas, reconstruido en su mayor parte, todavía hoy está en uso para eventos y conciertos.
Por detrás del teatro encontramos un barrio residencial por el que podemos pasear entre las estructuras de las antiguas casas. Está bien cuidado y lo más interesante que ofrece esta zona son los mosaicos que se conservan, aunque daba un poco de pena verlos apilados a la intemperie. Como en el resto de estructuras que fuimos visitando se echaba en falta algunos paneles informativos, ya que con ellos la visita cobraría más sentido.
Un poco más arriba de las villas hay un odeón y un anfiteatro, pero habiendo leído que estaban muy ruinosos no llegamos a subir, ya que a esa hora la calor apretaba y allí la sombra escasea.
Bajando la calle principal en dirección a la costa llegamos a lo más interesante del conjunto arqueológico, las termas de Antonino. Llamadas así porque se construyeron en la época de este emperador, aproximadamente a mediados del siglo II dC.
Entramos en otro recinto de ruinas entre las que destacan la necrópolis, en la que estaban realizando algunos trabajos de excavación, y las propias termas.
Si le echamos bastante imaginación, podemos hacernos una idea de lo colosal de la estructura y transportarnos al momento de mayor esplendor de la ciudad, pues hoy día solo quedan restos de los sótanos, algunos mosaicos y un par de columnas en pie. Los árabes aprovecharon las ruinas que antes dejaron los vándalos como cantera para construir la ciudad de Túnez.
Situados en un lugar privilegiado junto al mar, fueron los baños más grandes del imperio fuera de la ciudad de Roma. Recibían agua del acueducto de Zaghouan, del que todavía quedan algunas partes en pie, y, como curiosidad, contaba con una zona de letrinas de hasta ochenta asientos, lo que debía suponer una estampa que mejor no imaginarse.
Volvimos al apeadero del tren para continuar el viaje hacia Sidi Bou Said. Aquí no había nadie en la taquilla para comprar el billete, pero el dueño del kiosco que hay junto a las vías fue muy amable explicándonos en qué andén paraba, el contrario al sentido, ya que, aunque hay dos vías con sus respectivos andenes, solo utilizan una de ellas. Luego el billete se lo compramos a un revisor que pasó ya montados en el tren, costó dos dinares, si mal no recuerdo.
Sidi Bou Said era uno de los lugares claves del viaje. Todavía conservo una postal que una amiga me mandó desde allí hace ya veinte años. Me encantó aquel pueblo pintoresco de puertas azules y me hacía mucha ilusión poder visitarlo al fin.
Aunque en tiempos romanos el promontorio sobre el que se sitúa el pueblo era una extensión de la ciudad de Cartago, el pueblo actual data de la edad media. Fueron los árabes los que le dieron esa imagen de pueblo mediterráneo que bien pudiera estar en las costas de España. Y es que Túnez fue el destino de muchos de los musulmanes expulsados de España en el siglo XVI.
Entrando al pueblo desde la estación de tren mi ilusión se fue disipando, ya que todos los turistas que no habíamos visto ni en Túnez ni en Cartago estaban allí metidos entre tiendas de imanes, alfombras y alguna cafetería.
Si bien el pueblo es muy bonito y tiene mucho encanto, sufre de esa enfermedad de la que todos nos quejamos, a la vez que todos somos culpables: la turistificación masiva que arrasa con todo signo de identidad, cultura u originalidad de un lugar para sustituirlos por tiendas de recuerdos, calcadas unas de otras, que venden los mismos imanes made in China, mientras los turistas nos hacemos todos la misma foto y en el mismo sitio que hemos visto antes en Instagram para poder darle a nuestro perfil ese toque viajero que consigue likes.
Después de comer algo en un sitio modernito que hay en la cuesta que da entrada a la zona turística del pueblo, que servía sándwiches, ensaladas y similares y no estaba mal, creo que se llamaba Blue, nos fuimos a dar un paseo por las abarrotadas calles.
Uno de los lugares más interesantes para visitar, el palacio Ennejma Ezzahra, estaba ya a punto de cerrar, a las 16:00, así que no pudimos entrar a verlo. Es de estilo árabe andalusí y, según las fotos, cuenta con bonitos artesonados y decoración en las paredes, muy al estilo Alhambra o Alcázar de Sevilla.
Paseando por el pueblo, encontramos también la mezquita donde está enterrado el santo que da nombre al pueblo. Abou Saïd Khalafa Ibn Yahya era un ermitaño sufí que llegó a estas costas allá por el siglo XIII con la intención de impartir sus enseñanzas.
Su tumba es hoy lugar de peregrinación para los musulmanes, a la que solo ellos tienen acceso, los no musulmanes solamente podemos entrar al patio.
En conclusión, el pueblo me gustó, tenía encanto y, por supuesto, lo visitaría si estoy en Túnez, pero no fue ni de lejos de lo más interesante del viaje.
Para volver a la ciudad cogimos otra vez el autobús, que tardaría casi una hora en dejarnos en la misma estación de tren donde lo cogimos a la ida.
El plan para la vuelta en principio era ir desde el pueblo al aeropuerto para recoger el coche de alquiler, pero, al cambiar la reserva de compañía, no podíamos recogerlo hasta la mañana siguiente. Por lo que preferimos ir a descansar un poco y tomarnos unos últimos tés en la medina que tanto nos había gustado.
Dimos un último paseo por la zona hasta que, ya de noche, la gente empezó a desaparecer de nuevo, momento en que nos fuimos a nuestro apartamento a descansar.
Me viene como anillo al dedo!!! Preguntas. ¿Te parecieron suficiente los días? ¿El clima qué tal? Estoy pensando en ir en Septiembre, pero serían 2 semanas. igual es demasiado... gracias por tu diario!!!!!
Excelente diario. Me estoy planteando ir a Túnez y me está siendo muy útil. Creo que le falta la etapa de Kairouan pero aún así, viene muy bien. Y las fotos son fantásticas. Muchas gracias por compartir. 5* y un saludo
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¡Hola! Recién llegada de Túnez (viaje corto de 4 días), si alguien tiene dudas o necesita info ¡aquí estoy!
En los Zocos los vendedores te cogen monedas de Euro? O es mejor cambiar a su moneda?
Gracias!
Sí los cogen pero el cambio te lo dan en dinares y hacen el cambio que quieren, por ejemplo, si está 1€ a 3,40 TND, ellos te lo cuentan como 3 dinares. Es muy poca la diferencia pero siempre saldrán ganando.
Veo que casi todos habéis viajado por libre, alguien que haya estado en viaje organizado/circuito? Estoy mirando de viajar con el RACC pero me gustaría tener opiniones, ó si alguien ha viajado con otro mayorista...
Buenas, yo acabo de volver y he hecho viaje organizado porque iba con mis padres. Contraté con Halcón Viajes (realmente es un viaje de TravelPlan pero con Halcón sale más barato), y realmente lo recomiendo. Hicimos el gran Tour y ves todo lo importante del país y muy bien organizado todo. Los hoteles son de la cadena el Mouradi, y si bien alguno está algo antiguo, los buffets por ejemplo estaban genial.
Es buen momento para viajar allí, los precios son más que razonables y hay muy poco turista.
Buenas, yo acabo de volver y he hecho viaje organizado porque iba con mis padres. Contraté con Halcón Viajes (realmente es un viaje de TravelPlan pero con Halcón sale más barato), y realmente lo recomiendo. Hicimos el gran Tour y ves todo lo importante del país y muy bien organizado todo. Los hoteles son de la cadena el Mouradi, y si bien alguno está algo antiguo, los buffets por ejemplo estaban genial.
Es buen momento para viajar allí, los precios son más que razonables y hay muy poco turista.