La calle está oscura y pese a ser en torno a la una de la madrugada hay bastante tráfico, en las aceras y las isletas de las rotondas hay gente durmiendo, comparten el espacio con vacas que también descansan, aquí y allá conductores de rickshaw intentan conciliar el sueño en posturas imposibles dentro de sus vehículos.
La calle se va estrechando y cada vez es más difícil identificar qué hay entre las sombras.
Finalmente el coche para, a través de un callejón oscuro me indican donde esta mi hotel, el Paradise, un nombre bastante pretencioso, visto el entorno, sin embargo no está del todo mal, la habitación es amplia y tiene cuarto de baño. Pongo la tele, multitud de canales pasan películas de Bollywood , vistosos coros y coreografías multicolores se alternan con primeros planos de bellas mujeres y adustos hombres compungidos por su amor imposible, de fondo la musiquilla hindú tan penetrante y que termina pareciendo siempre la misma a oídos del foráneo.
Hace un par de horas que he aterrizado en el aeropuerto internacional Indira Gandhi de Nueva Delhi, la primera impresión de India es el calor, que cae encima como si fuera una manta, y el olor, ese olor que nadie sabe describir con exactitud, mezcla de combustible mal quemado, vegetación en descomposición, basura acumulada, olor corporal, comida especiada hasta el límite, ese olor…
Otro asunto que impresiona al recién llegado es el tráfico, vehículos de todos los tamaños compiten por el espacio asfaltado, o sin asfaltar. La principal norma es que quien conduce el mayor vehículo pasa primero. Viejos y abollados camiones con todo tipo de mercancías tienen cada centímetro de su carrocería pintado artesanalmente de vivos colores, frases en hindú o inglés (“horn please”, pite por favor), advocaciones a los dioses y nombres comerciales. Furgonetas, taxis y coches particulares son los siguientes en el escalafón, puede haber hasta cuatro vehículos en línea en una carretera de solo dos carriles, todo son bocinazos de claxon, aunque más que algo agresivo son un “cuidado que me acerco por tu derecha”.
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Un peldaño más abajo en la pirámide de la supervivencia se sitúan las motos, ricksaws (motocarros con un asiento cubierto para hasta tres pasajeros) y por último las bicis y los ciclo-ricksaw en los que el esforzado conductor transporta a golpe de pedal a sus clientes.
Tras el largo viaje y dada la hora solo hay ganas de comer alguna galleta, una ducha y a dormir.
Al día siguiente me levanto tarde, estoy en el barrio de Paharganj y la calle principal, Main Bazar, ya está en plena ebullición, a los pocos pasos de salir de mi hotel me encuentro con Stephanie, una neozelandesa con la que coincidí en el aeropuerto el día anterior, volvemos a hablar de nuestros planes. Le sugiero acompañarme a un mercado de la zona centro llamado Palika Bazar donde quiero comprar un pantalón y un antimosquitos eléctrico. Tras un paseo llegamos al mercado, es subterraneo y cientos de pequeños puestos se suceden por estrechos corredores, cada puesto parece tener al menos dos empleados que persiguen sin piedad a los posibles clientes, parecemos una presa especialmente tentadora, resulta agotador, no compramos nada y salimos para descansar en un parque cercano. Varias mulas pastan en la escasa hierba, las dos patas del mismo lado atadas, para que no escapen.
Nos dirigimos hacia el “Tibetan Market”, es una calle donde las tiendas se suceden puerta con puerta, los productos son atractivos y los vendedores no insisten para que entres en su establecimiento, están sentados junto a la puerta y se limitan a sonreir si les miras y con un gesto de la mano te invitan a entrar. Stephanie compra una camiseta con símbolos hindúes.
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Para regresar a la zona de nuestros hoteles regateamos el precio con un conductor de rickshaw y nos lanzamos a recorrer las calles a toda velocidad, entre pitidos, frenazos y acelerones.
En Main Bazar consigo el antimosquitos, promete noches sin picaduras…
Cenamos arroz frito y un delicioso pollo con especias en un agradable restaurante e intentamos ir a un local con Internet pero hay apagón eléctrico y ninguno funciona. Cada tienda, restaurante y puesto callejero pone en marcha sus generadores de gasoil y las calles se llenan de ruido y gases que hacen difícil el respirar. Para completar la noche, un camión recorre a toda pastilla las calles del Main Bazar, va soltando desde el remolque un espeso chorro de humo, todo el mundo cubre su boca con un pañuelo. El dueño de una tienda cercana nos explica que es insecticida distribuido por el ayuntamiento. Cansados y algo mareados por el ambiente nos despedimos hasta el día siguiente, en el que continuaremos recorriendo la ciudad.
Me levanto más temprano que el día anterior, desayuno y consigo enviar unos correos desde un local con Internet. Más tarde me encuentro con Stephanie para dirigirnos hacia Old Delhi, la parte antigua, para ver el fuerte rojo y la mezquita Jama Masjid. Decidimos ir andando ya que tenemos todo el día por delante. Recorremos una carretera que bordea el ferrocarril durante más de una hora, es una sucesión de talleres de todo tipo, mecánicos, metalúrgicos, carpinterías, fontanerías, forjas, cada uno de ellos da para estar mirándolo un día entero, desarrollan sus labores a pie de calle, con los medios más escasos pero toda la pericia del mundo.
Los sonidos pasan zumbando por todos lados, como tiros en una película bélica. El martilleo de un herrero, los gritos de un hombre que se abre paso con su carro repleto de mercancías, el tráfico que abruma, una radio a todo volumen suena en algún lado, los compradores negocian a voz en grito con los comerciantes. El pobre cerebro va intentando procesar todo, sin mucho éxito, y finalmente se rinde, simplemente se deja llevar, se sumerge en el ambiente y se funde con el caos que le rodea. Esta sensación será muy común a lo largo de un viaje por India.
Llegamos a Chandni Chowk, una calle de aproximadamente un kilómetro de largo repleta de puestos con comida; especias, frutos secos, legumbres, alimentos preparados para llevar, dulces, etc. Según nos adentramos en el mercado hay cada vez más gente y el tráfico de coches, carros, motos, bicis y rickshaws se espesa por momentos. Se suceden los atascos que parecen colapsar por completo la calle en un maremagnum imposible de deshacer, sin embargo en pocos minutos y como movidos por reglas ocultas para el entendimiento del forastero aquello vuelve a la fluidez, de forma caótica pero efectiva, durante un tiempo, el que tarda en formarse otro embrollo descomunal una manzana más abajo. No puedo evitar pensar que pasaría en España si tuviéramos la población de India y se dieran estas situaciones, tumultos, peleas, muertos?.
Ya vemos el fuerte rojo, aunque antes pasamos por delante de un inmaculado templo Sij, fuera, en la calle, un amable hombre pulcramente vestido nos invita a unirnos a un grupo de turistas que van a visitarlo, somos sus invitados y la visita es gratuita, nos dice. Hay que descalzarse y yo prefiero esperar fuera, Stephanie acepta, a todos los visitantes les colocan un pañuelo naranja y pasan al interior del templo.
Guru Nanak (1469-1539) funda la religión sij, tras viajar a la Meca y otros lugares santos, fusiona elementos del Islam y el Hinduismo intentando poner fin a los seculares enfrentamientos entre religiones. Rechaza, como el Islam, la adoración de imágenes y el culto a los ancestros y toma del Hinduismo el uso de la música en el culto. Rechazó la separación injusta que suponen las castas así como la discriminación sexual. Proclamó que existe un único dios, Sat ( la verdad) y acercarse a él lo propicia la pulcritud mediante el baño, las limosnas a los necesitados y la meditación.
Otros gurus posteriores recogieron los textos sagrados en el libro Adi Granth, impulsaron la construcción de templos (gurudwaras) el más importante de ellos el templo dorado en Amritsar (Punjab). Durante la dominación Mogol se sucedieron los enfrentamientos y el derramamiento de sangre contra los sijs.
Durante el décimo guru, Guru Gobind Singh (1666-1708) se establecen preceptos como no fumar, no comer carne halal y no mantener relaciones sexuales con mujeres musulmanas. Deben renunciar a sus nombres de casta , los hombres toman el nombre de Singh (leon) y las mujeres el de Kaur (princesa). El actual primer ministro indio es sij, Manmohan Singh. Los sij son reconocidos como honrados y trabajadores.
Deben llevar siempre consigo los cinco kakkars ; el pelo nunca se corta (kesh) recogido en un turbante, para llegar íntegro ante Dios, muchos cuerpos policiales y militares como la policía montada del canadá, scotland yard o el ejército sueco han tenido que adaptar sus reglamentos para que los sij que sirven en ellos puedan llevar turbante en vez de la gorra o casco oficial. Un peine de madera (kangah) para estar arreglado, un brazalete metálico (Kara) que esposa al sij con Dios, unos calzoncillos tipo boxer (kuchha) símbolo de sencillez, y un puñal (kripan) para luchar por la fe y defender al débil. Por lo que pude ver, más que un puñal suelen llevar auténticos espadones de casi un metro que te impresionan cuando por ejemplo los encuentras esperando el tren en tu mismo andén.
Los sijs forman el Khalsa (ejército de los puros). En el verano de 1984, un carismático sij, Jarnail Singh Bindrawale, seguido por cientos de leales desafió al gobierno indio atrincherándose en el templo de oro de Amristar. Muchos iban armados, era otro momento más de tensión en la lucha por un estado independiente para los sij, el Khalistan. La primera ministra, Indira Gandhi, decidió suprimir la rebelión a sangre y fuego y el cuatro de Junio ordenó la operación “Blue Star”, el templo fue reducido a cenizas y decenas de sijs perdieron la vida.
Unos meses más tarde, en Octubre, dos miembros de la guardia personal de la primera ministra, compuesta por sijs, la asesinaron. Los trágicos acontecimientos se sucedieron y en los días siguientes cientos de sij fueron perseguidos y asesinados en toda India.
Salen del templo una media hora después, han visto cómo se cocina y se ofrece a todo el mundo la comida preparada, según los preceptos de hospitalidad y servicio común (seva). Les han pedido un donativo de 100 rupias y Stephanie les ha dado 50.
Por fin llegamos al fuerte rojo, es una construcción enorme, con un perímetro amurallado de dos kilómetros en cuyo interior se suceden los palacetes de la época Mogol.
El imperio Mogol se extiende entre 1526, año en que Babur, descendiente de Tamerlan y Genghis Khan, conquista el norte de India y 1857 en que el imperio británico se impone al Mogol. Mogol es una versión indoaria de la palabra Mongol. De aquí nace la influencia del Islam en el norte de India.
Las construcciones son muy elegantes, con tallas refinadas y el lugar tiene un aspecto de cuento, pese a que el nacar y las piedras preciosas que cubrían las paredes desaparecieron hace mucho tiempo.
Al salir del fuerte regateamos con un conductor de rickshaw para que nos lleve la mezquita Jama Masjid, la más grande de India. Según nos acercamos su aspecto impone, con sus enormes torres y cúpulas, es de un tamaño enorme. La gran escalinata de acceso es una estampa desoladora, a ambos lados se suceden personas mendigando con toda clase de llagas, erosiones, malformaciones, amputaciones y enfermedades imaginables. Al llegar a la entrada nos indican que debemos descalzarnos, yo sigo sin estar por la labor y Stephanie también desiste, necesitamos un descanso.
Nos dirigimos a un restaurante cercano llamado Karim, recomendado en mi guía, está regentado por descendientes de los cocineros del último emperador mogol. Todo lo que comemos es realmente sabroso, aunque pica como un demonio.
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Al salir volvemos a regatear con los conductores de rickshaw para ir a la tumba de Humayun, el segundo emperador mogol. El monumento es predecesor del Taj Mahal, y en sus formas adivinamos las que luego perfeccionará este. Es un lugar con un gran encanto, apenas hay visitantes, los enormes jardines de inmenso césped y cuidados árboles rodean las construcciones de piedra ocre. El sol del atardecer va descendiendo entre las bulbosas cúpulas de los edificios y las copas de los frondosos árboles, se extiende un silencio y una paz difícilmente explicables. Lamento no tener una buena cámara de fotos para captar el momento, aunque creo que por buena que sea no podría recoger el ambiente que nos rodea.
Tomamos otro rickshaw para volver a Main Bazar en un frenético slalom entre el tráfico de Nueva Delhi, aspirando los gases, escuchando el ritmo atronador de los claxon, apretando la mano en torno a algo a lo que sujetarse y tensando la mandíbula, a la vez que le vamos cogiendo el gusto y no podemos evitar una sonrisa, como de niños viviendo algo peligroso y emocionante a la vez.
Nos dirigimos al restaurante Leema, donde he quedado con William, un inglés con el que contacté a través de Internet. El local tiene una bonita terraza, con un ambiente relajante que invita a dejar pasar el tiempo, rodeado de tenues luces y plantas, se escucha música india y reggae, mientras abajo, en la calle, el mercado va calmándose poco a poco con la llegada de la noche.
Después de cenar Stephanie se despide, coge un tren nocturno hacia el norte, pues quiere estar un mes recorriendo los valles de los Himalayas. Nos despedimos intercambiando los correos electrónicos y deseándonos feliz viaje.
Tomo unas cervezas con William mientras hablamos del viaje y mas tarde nos despedimos quedando en encontrarnos para desayunar el día siguiente en el mismo sitio, ya que se ha convertido en el preferido de los que hemos visto hasta ahora.
Al día siguiente nos acompaña en el desayuno Caroline, es una chica inglesa que, como William, dispone de un billete para volar alrededor del mundo con un plazo de 7 meses, quien pudiera!, ella llega de los Himalayas y junto con William se dirigirán a Rajastán.
Vamos a la estación de tren de New Delhi para reservar sus billetes, decir que está llena de gente es quedarse corto, parece más el escenario de un refugio provisional para desplazados por alguna catástrofe. Cientos de personas sentadas o acostadas en el suelo esperan su tren, charlan, comen, dormitan, juegan bajo los enormes indicadores de horarios de los trenes.
La oficina de reservas para atender a los turistas extranjeros está situada en el piso de arriba. Al llegar a las escaleras un amable hombre nos indica que está cerrada, viste chaqueta y lleva una especie de chapita ovalada en el pecho que le da un aire oficial. Se ofrece a acompañarnos a una oficina cercana donde nos atenderán de inmediato. Ya he leído en la guía sobre el timo. La agencia cercana es la de su primo o amigo, que recargarán el precio del billete sin misericordia. No le hacemos caso y subimos al primer piso.
Nos lleva una hora y media esperar la cola, rellenar los formularios en los que se indica fecha, destino, clase etc y solucionar las dudas sobre posibles horarios y diferencias entre las distintas clases de vagón, al fin tienen sus billetes.
Al salir de la estación cogemos un rickshaw para dirigirnos al Purana Qila, el fuerte viejo. En su interior hay una mezquita y cerca un edificio que fue biblioteca. Es día de fiesta en los colegios y muchos estudiantes pasan el rato paseando o sentados en los jardines. Varios grupos se acercan a nosotros para hablar y así practicar su inglés, son muy simpáticos y les encanta preguntar cualquier cosa para escuchar a los ingleses.
Cuando nos vamos, dos de los chicos con los que hemos hablado se acercan y se dirigen a Caroline, le explican de la forma más amable posible que para su religión es ofensivo el modo en que ella luce un pañuelo con motivos religiosos hindúes, ya que lo lleva alrededor de la cintura y tapando su culo. Le explican que la forma correcta es sobre los hombros o la cabeza. Caroline se deshace en disculpas y retira su pañuelo, pese a que nos confiesa que lo llevaba para tapar un roto en su pantalón.
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Nos acercamos a la puerta de India, un enorme arco de triunfo al estilo romano que conmemora a los caídos en la primera guerra mundial y la guerra afgana, unos soldados sijs con llamativos turbantes naranjas hacen guardia.
A poca distancia se encuentran lo que fueron los edificios del secretariado británico durante su domino en India. Son unos imponentes bloques de oficinas pensados para dejar claro con su sola visión quien mandaba en India durante el “Raj” (periodo de administración colonial británica), y la voluntad inequívoca de quedarse del imperio británico.
Cerca están el Parlamento y la residencia del primer ministro.
Comemos en un sitio recomendado en mi guía llamado Nirula´s, hasta el momento la mejor comida del viaje. Pedimos el plato especial del día, trozos de pollo frito acompañados con salsa dal, hecha con lentejas, alubias y especias, brochetas variadas con guarnición de verduras y pan roti, una especie de tortitas planas con las que untar las salsas.
Después de comer les sugiero visitar el mercado tibetano, ya que quieren hacer algunas compras. Todos compramos pantalones y camisetas. William compra también una tarjeta SIM para su móvil, se hace la hora de volver al hotel pues ellos toman el tren para Jaipur a las 20h. Quedo en encontrarme con ellos más tarde en la terraza de su hotel, ya que he quedado con Jason, un canadiense que se apunta a tomar algo, aunque empiezo a tener la sensación de ser algo así como un guía no oficial de Delhi.
Disfrutamos de una rica cena y varias cervezas hasta la hora en que Caroline y William se despiden para poner rumbo a Rajastan, quedamos en mantener contacto por e mail y quizás encontrarnos más adelante.
Hablando con Jason ambos coincidimos en la dirección a tomar, el norte. El quiere hacer algo de trekking y visitar la zona de Manali, yo por mi parte quiero tomar un tren de vía estrecha (“toy train”) que lleva a la ciudad de Shimla. Siempre me han gustado los trenes, mi padre trabajaba en RENFE y yo siempre disfrutaba viajando en tren a cualquier lado, y si es de vía estrecha, tanto mejor!, quedamos en comprar los billetes la mañana siguiente.
Después de desayunar hemos comprado los billetes y visitado el fuerte rojo, como ya lo conozco prefiero quedarme tumbado a la sombra de un gran árbol mientras Jason lo visita. Comemos en un local de Connaught place, una gran plaza circular con multitud de tiendas y restaurantes.
Por la tarde toca preparar la mochila, algo de Internet, ducharse y cenar, antes de tomar el tren nocturno a Kalka, punto donde transbordaremos al ferrocarril de vía estrecha para Shimla.
La estación de la vieja Delhi es un tumulto de viajeros, porteadores, vendedores, policías, empleados del ferrocarril y alguna que otra rata que pelean por un pedazo de espacio propio.
El ferrocarril indio (Indian Railways IR) tiene en nómina a más de un millón y medio de empleados, la empresa con más asalariados del mundo, pero indirectamente se calcula que da trabajo a unos 18 millones de personas.
La extensa red ferroviaria es un gran medio para recorrer India, los trenes se dividen principalmente en Express y Passenger. El Express es mucho más rápido y algo más caro que el Passenger. Los especiales “super-fast” (Shatabdi Express, Rajdhani Express y Taj Express, cubren rutas entre las principales ciudades. Además están los trenes de vía estrecha o “toy trains” para destinos montañosos como Darjeeling, Ooty o Shimla.
La segunda clase sin reserva (second class unreserved) es la más económica y por ello las más incómoda y abarrotada. La segunda clase “sleeper” dispone de asientos para tres personas a cada lado y camas plegables adosadas a las paredes laterales para la noche. La primera clase es mucho más cómoda, con aire acondicionado y cristales tintados en compartimentos de tres o cuatro camas.
Viajamos en segunda “sleeper” y aunque la litera no es especialmente cómoda el cansancio hace que me duerma enseguida. De madrugada transbordamos en Kalka y tomamos el tren de vía estrecha que irá ascendiendo con esfuerzo las faldas de las montañas, las vistas son estupendas, interminables bosques cubren hasta donde alcanza la vista y pasamos por pequeños pueblos de casas tan humildes que provocan cierta desazón.
La comida está incluida en el precio del billete, un agradable empleado atiende con mimo a todos los pasajeros del vagón a su cargo. Ciertas actitudes de prepotencia hacia él por parte de algunos pasajeros indios me hacen darle una propina al terminar el viaje.
El tren es un pedazo de historia bien conservando, los detalles en madera, las tapicerías de los asientos, las trabajadas cortinas te hacen imaginar que viajas en plena época colonial. El destino, Shimla está enclavado en las montañas a los pies del Himalaya, durante la época colonial británica era un sitio de retiro para los soldados heridos y funcionarios con días de descanso, también para las familias de los británicos que durante el tórrido verano en Delhi acudían a Shimla buscando la fresca brisa de las montañas. En 1864 las autoridades del “Raj” la declararon capital de verano.
La calle principal es la llamada “the Mall”, en pararelo a esta discurre otra a un nivel inferior repleta de puestos callejeros sobre todo de comida y especias.
En la explanada central los británicos construyeron una iglesia y muy cerca se alza una estatua de Gandhi con la cordillera del Himalaya al fondo.
No me encuentro bien ya que la altura suele afectarme y estamos a casi 2500m de altitud, a esto se suman los efectos del famoso “Delhi belly” o tripa de Delhi, es decir la típica disfunción gástrica de la mayoría de los viajeros al entrar en contacto con bichitos en alimentos y líquidos a los que su estómago no está acostumbrado.
Conseguimos un buen precio en un hotel, ya que no es época alta para el turismo indio.
Al día siguiente subimos a una colina cercana que alberga un templo dedicado al dios mono, Hanuman. El camino es muy empinado por interminables escaleras, ya cerca del final una mujer vende comida para los monos, nos avisa de que haríamos bien en quitarnos las gafas ya que los monos las arrebatan en cuanto pueden.
Parece que el dueño del bar cercano consigue , por un módico precio, que los primates devuelvan su trofeo. Tienen una buena relación comercial el señor hostelero y los j..dos monos.
El templo no deja precisamente boquiabierto, pero las vistas desde este punto son fantásticas, los tupidos bosques cubren todo lo que se alcanza a ver, al fondo la cordillera de los Himalayas.
Dedicamos la tarde a callejear y hacer alguna compra, postales y unos chales de cachemira para las féminas de la familia.
No he disfrutado de la gastronomía india, ya que mi estómago sigue sin recuperarse.
La religión hindú tiene multitud de dioses, encabezados por la trinidad “Trimurti”, Brahma (dios creador), Visnú (Preservador) y Siva (Destructor).
Brahma: es el autoexistente, autocreado y supremo ser, nacido como tortuga, huevo o pez primordial, según versiones, con el tiempo su imagen se fijó como un dios de cuatro caras y cuatro brazos, en los que lleva un rosario (akshamala) y un cántaro de agua ( kamandalu) mientras pone sus otras dos manos, una hacia abajo en posición de varada, otra en la de mudra abhaya. Suele vestir un pequeño taparrabos de piel de tigre, también un cordón sacerdotal que es la marca de distinción de la casta de los bramines. Su mayor fuerza es el control del tiempo.
Visnú: Es el preservador del Cosmos, se le representa con forma humana, de color azul, sentado sobre una flor de loto y su consorte Lakshmi sobre sus rodillas. En sus cuatro brazos sostiene una flor de loto (padma) un disco para degollar demonios (sudarshana chakra), una caracola, shanka cuyo sonido festejaba la victoria sobre el enemigo en la antigua India, y una maza de oro para la lucha.
Shiva: tiene tres ojos, uno de los cuales está en medio de su frente (denotando su capacidad de ver las tres divisiones del tiempo: pasado, presente y futuro), su piel es de color azul grisáceo (cubierta de cenizas). En una de sus cuatro manos sostiene un tri-shūla o tridente. Shiva vive en lo alto del monte Kailash, en el Himalaya, junto a su mujer Parvati y sus hijos Ganesh y Kartikeya.
Krishna: es muy popular entre los hindúes, Inspira afecto ya que desde su tierna infancia no podìa resistirse a robar mantequilla. Mientras que de acuerdo con las principales tradiciones hindúes él es una de las encarnaciones principales de Vishnú, en el vaisnavismo gaudíia (o sea el ‘vishnuismo de Bengala’) se le considera la fuente de toda la realidad material, que constituiría una emanación suya, así como de las encarnaciones divinas, y por lo tanto es visto como el único y siendo la forma original de Dios.
Kali: Es la diosa de la destrucción, tiene una apariencia terrible, largos cabellos, piel oscura, alargada lengua roja, brazaletes de serpientes y luce un collar de ensangrentadas cabezas. Se la suele representar combatiendo en el campo de batalla.
Hanuman: es el dios mono, se le considera un aspecto del dios Shiva. Es el fiel compañero de Rama (uno de los diez avatares de Visnú) y una de las deidades más importantes del panteón hindú. Posee un poder y una fuerza casi ilimitada, hasta el punto de que al nacer saltó hasta el sol al confundirlo con una fruta.
Ganesh, o Ganesha el dios con cabeza de elefante, adorado por todos los hindúes, recibe apodos cariñosos como “Lambodara”, el de la gorda panza, “Edakanta”, el de un colmillo, está presente en gran parte de las casas, comercios y vehículos, es el “removedor de obstáculos”, dios de la sabiduría, los caminos y las letras. sostiene varias armas en sus cuatro brazos, y un bol de laddoo, su dulce favorito. Según la leyenda, un día la madre de Ganesh, Parvati, fue a bañarse, y le pidió a Ganesh que vigilara la puerta del aposento. En ese momento su padre Shiva volvió. Ganesh no reconoció a su padre, ni éste a su hijo, de modo que el joven dios le prohibió el paso. Hubo una reyerta y Shiva enfurecido, decapitó a Ganesha. Cuando se dio cuenta de que había matado a su hijo, y ante el llanto de la desconsolada madre, Shiva bajó a la Tierra con la promesa de darle a su hijo la cabeza del primer ser que encontrara a su paso. Resultó ser un elefante.
El día siguiente por la mañana Jason toma el bus para Manali y yo me acerco a la estación para comprar el billete con destino a Delhi, sale a las 17.30, para hacer tiempo doy una última vuelta por las calles de Shimla, me atrevo a comer algo de arroz sin especias y busco un sitio con Internet.
De nuevo en el pequeño tren camino de Delhi, mi compañero de viaje en el asiento de enfrente es un ingeniero indio de unos 60 años, estudió en Alemania durante su juventud y no para de hacerme preguntas sobre España.
- ¿A que edad se casa la gente en España?
- Ahora bastante tarde la verdad, a partir de los 25 incluso 30.
- ¿Y conviven junto a sus padres cuando se casan?
- Pues no, antes sí era muy común, mis abuelos y mis padres es lo que hicieron hasta conseguir una casa propia, ahora se procura tener ya tu hogar instalado.
- Vaya, las costumbres cambian a gran velocidad en todo el mundo…
En un momento de la conversación cometo el error de hablarle de lo mucho que India se está desarrollando en los últimos años (empleo la palabra “development”), al hombre le cambia la cara y parece que el orgullo nacionalista indio le posee, me dice muy serio que India estaba desarrollada siglos antes de que los europeos pudieran considerarse desarrollados. Intento salir del jardín, aclarando que yo me refería a las industrias y tecnología y no a la cultura o las costumbres. Algo mas relajado seguimos hablando durante todo el trayecto hasta llegar a Delhi.
Al llegar a la estación de Old Delhi el hombre se ofrece a llevarme hasta la estación de New Delhi, en la que cojo mi próximo tren, a él viene a esperarle su chófer y un rato después nos despedimos a la puerta de la estación.
Al llegar a la entrada de la estación, allí me espera el típico buen samaritano para informarme de que el despacho de billetes para extranjeros está cerrado, y él conoce, casualmente, una estupenda oficina donde me ayudarán gustosos a tramitar mis billetes. Declino su ofrecimiento con una sonrisa y espero sentado a que den las ocho de la mañana, que es cuando abren.
Cuando abren ya somos unos cuantos esperando, una chica me pregunta si soy español, me sorprendo de cómo la gente puede adivinar por el aspecto de donde eres. Se llama Ana y también es española, se dirige a Rishikesh, donde los Beatles practicaban yoga. Me cuenta que estuvo en Benarés ,o Varanasi, el lugar sagrado a orillas del río Ganges donde quienes fallecen consiguen poner fin al proceso de reencarnaciones sucesivas para alcanzar el moksha (liberación) del alma inmortal.
Le han impactado y emocionado los rituales para preparar a los difuntos antes de llevarlos a la pira funeraria, la espiritualidad que se respira y la manera de entender el paso de un estado a otro para cuerpo y alma. Me asegura que sintió una especie de vacío y gran pena al coger el tren para abandonar el lugar. Yo le confieso que no es un sitio al que desee ir en absoluto.
Pasamos un buen rato hablando, ella toma el tren a las 15:00 y yo el mío para Agra a las 11.30, voy con ella a la policía turística para poner una denuncia. La pobre sí cayó en la trampa de la estación, tras conseguir llevarla a una agencia de viajes, con el mencionado engaño de que la taquilla para extranjeros estaba cerrada, estuvieron con ella más de una hora aparentando mirar en el ordenador los billetes de tren disponibles para Agra.
Lamentablemente todos estaban ocupados, en todos los horarios y clases!, finalmente y casi como un favor a la pobre turista desamparada, la propusieron el viaje a Agra con chofer, que también haría de guía una vez allí para el Taj Mahal, y vuelta en tren, en primera clase, todo por 9000 rupias, más de 170 eruros, una auténtica barbaridad. Para colmo, el tren de vuelta no era de primera clase y tuvo que viajar sentada en el suelo.
Nos acercamos a los policías para el turista, que visten vistosos chalecos reflectantes y manejan coches mejores que los policías “normales”. Uno de ellos, muy amable, nos ofrece una especie de churros con mucho azucar que estaba comiendo en ese momento.
Tras contarles el caso, uno de los policías se dirige con Ana a buscar la agencia e intentar que le devuelvan el dinero, al menos la parte que le han robado descaradamente. La deseo mucha suerte y me despido de ella.