El noviembre de 2010, viajamos a
Roma, un destino de esos que siempre quería haber guardado para más adelante, por lo especial. Siempre dije que dejaría Roma y París para cuando fuera más mayor porque mis pensamientos eran que visto aquello, ya no se podía aspirar a más (ahora ya no creo así, después de haber visitado lugares tan geniales como Portugal, Malta, ...).
Llegamos a Roma un domingo, justo el día en que se disputaba en la capital italiana el derby romano entre Roma y Lazio. Yo soy muy futbolero y me habría encantado poder ver ese partido, pero el horario y el precio prohibitivo de las entradas, nos impidieron ir al Olímpico de Roma. Nos alojamos en el
hotel XX Settembre, un pequeño hotel cercano a la estación de tren de Termini. Llegamos desde el aeropuerto en un autobús que nos dejó junto a la estación por lo que en poco tiempo estuvimos en el hotel. Eran aproximadamente las 12:00 cuando llegamos. El hotel la verdad que bien. Para ser Roma, que los hoteles son muy malos, este era barato y aceptable de calidad (buffet de desayuno normalito, pero ya digo, aceptable). Lo malo fue que la primera habitacion que nos dieron, que estaba genial, resultó no tener agua caliente, y nos tuvieron que cambiar de habitación, en este caso a una en en edificio de la calle de enfrente a donde estaba la recepción del hotel. La habitación nueva no estaba mal, lo que pasa que estaba en un edificio muy viejo con un ascensor prehistórico. Pero ya digo, tampoco somos señoritos. Un 7 / 10.
Nada más salir del hotel, fuimos directos al
Coliseo. Nos compramos la Roma Pass que nos permitía creo que transporte gratis y entrada a 2 monumentos (Vaticano no incluído creo recordar). Llegamos al Coliseo y aquello es impresionante. De verdad, nada más salir del metro, se levanta frente al turista el inmenso monumento que tantas y tantas veces ha visto en fotos y vídeos y que siempre ha soñado con ver en vivo. A mi me impresionó. El día además era soleado, y era un placer ver la cantidad de gente por los alrededores. Había mucha cola, pero con la Roma Pass nos la pudimos saltar (os recomiendo que la compréis, de verdad). Una vez dentro, no somos muy entendidos del arte ni la arquitectura, pero verlo nos costó algo más de una hora, sin entrar en demasiados detalles. La verdad que todo el mundo dice que por dentro no impresiona, pero a mi me gustó muchísimo. Sobre todo, creo que es el verlo en medio de una ciudad con tantos coches y tan desordenada como Roma, impertérrito al paso del tiempo, y recordando hazañas de otras épocas. Impresionante, ya digo. Fotos y más fotos para comenzar nuestro viaje.
El siguiente destino, avanzando por la vía de los
Foros Imperiales (creada por Mussolini) fue precisamente el
Foro Romano. Yo, y consciente de que los amantes de la historia se puedan tirar encima mío, es algo que me habría podido ahorrar perfectamente. Es una gran explanada llena de restos históricos de lo que fue el Foro Romano (visibles desde fuera, por cierto) y sin demasiada organización, explicación, ... Ya digo, a mi no me llamó nada especialmente la atención. Hay que destacar el Arco de Tito por sus grabados.
Tras comer algo por allí, nos dirigimos a la
Plaza Venecia, pasando antes por la Columna Trajana, una impresionante columna con miles o millones de grabados desde la base hasta la cima. La Plaza Venecia es una plaza poco querida en Roma, por lo que he podido leer y escribir. Construida en honor a Víctor Manuel, tiene una estatua ecuestre del mismo, y una llama y un par de soldados vigilando que esta no se apague nunca. Por este detalle y por su forma, algunos romanos la llaman la “tarta de cumpleaños” de Roma. Mi padre dice que es lo que más le gustó de cuando ellos estuvieron. Ya veis, para gustos, los colores.
Sin parar ni un segundo (algo que como podéis comprobar en mis anteriores diarios, es habitual en nuestros viajes) nos dirigimos a la
Plaza del Capitolio (o Campidoglio). La verdad que entre el Coliseo, el Foro, la Plaza Venecia y el Capitolio, no puede haber mucho más de 1 Km. Está todo muy cerquita, y así da gusto ver una ciudad. En la plaza del Capitolio está creo recordar el ayuntamiento de Roma, pintado de naranja que le da a la plaza un color muy especial, sobre todo a media tarde. Está situado en una plaza diseñada por Miguel Ángel. Nos gustó mucho y estuvimos allí un rato sentados descansando y contemplándolo.
La verdad que era muy pronto, pero por la época del año (noviembre), anochecía muy pronto. Decidimos poner rumbo a la
Fontana di Trevi, por la vía del Corso. ¡Lo que nos estaba cundiendo el día! Rápido, pero preciso. La Fontana di Trevi he de decir que es de las cosas que más me gustó e impresionó de Roma. Es espectacular. Encima, al estar entre calles, y no en una plaza abierta, lo bueno es que no te la ves venir. Eso sí, cuando te acercas, comienzas a escuchar un susurro de agua que dice: “ya llegas, ya…”. Y cuando llegas, y más a media tarde como llegamos nosotros con todo iluminado… ¡tachan! Preciosa. Una plaza con escaleras la precede, para que todo el mundo pueda contemplarla. Cuando llegamos comenzó a llover, y eso hizo que la plaza se despejara un poco, y de esta forma la pudimos contemplar con precisión.
Una vez vista la Fontana, estábamos reventados, así que decidimos ir para el hotel, no sin antes pasar por la
Plaza de España, que en un primer momento me decepcionó un poco. Realmente no es una plaza, si no que es una pequeña fuente con un barco a medio hundir en medio de la carretera. Eso sí, las famosas escaleras, ahí estaban, como las esperaba. Y de hecho, allí el último día hicimos una de las mejores fotos que guardo de Roma.
¿Día intenso, eh? Pues es que debe ser así si pretendes visitar Roma en 3 días. A descansar, y al día siguiente más.