El día siguiente teníamos planeado ir al British Museum y estar allí hasta las 17:30 (hora de cierre), para después ir al Tate Modern para ver sobre todo la exposición de Gauguin que nos llamaba la atención. Así que después de desayunar, y siguiendo las indicaciones que nos indicaron amablemente de nuevo desde el hotel, llegamos a la estación de metro de Tottenham Court Road donde después de andar unos 7-8 minutos llegamos al British Museum.
Allí estuvimos disfrutando de los restos de colosales estatuas de faraones así como de preciosos sarcófagos y momias egipcias (en mi humilde opinión y pese a lo que se comenta en su conjunto
inferior al arte egipcio que hay en el Louvre)
de las colosales estatuas guardianas de los templos persas con sus maravillosos relieves,
del magnífico templo de las Nereidas y, como no, de los preciosos restos de los frisos del partenon, así como de las estatuas del arte romano.
Incluso, como teníamos tiempo, decidimos ver algunas pequeñas maravillas como figuras de dioses y
relieves aztecas, símbolos y totems de los indios americanos, pero sobre todo de una impresionante escultura de piedra de la Isla de Pascua.
Como no podía ser de otra forma, nos echaron también del museo por lo que procedimos a echar un vistazo a las tiendas del exterior y comer algo ligero, ya que aquella noche íbamos a cenar en el hotel.
Como había comentado nuestra siguiente visita era el Museo Tate Modern así que nos dirigimos de nuevo hacia la parada de metro de Tottenham Court Road para ir hasta allí, pero a la entrada del metro nos encontramos ante una situación inesperada y rocambolesca, y es que debido a la cantidad de gente que había viajando en el metro en esos momentos, decidieron impedirla entrada al metro de más personas hasta que pasara un tiempo, con lo cual nos encontramos sin medio de transporte para ir al Tate Modern. En vista de que no localizábamos ningún autobús que nos llevara hasta allí, decidimos desistir de ir al museo y, siguiendo a una marabunta de gente que como nosotros se desplazaba hacia el centro en busca de algún medio de transporte, comenzamos a andar y disfrutar del centro de Londres (cosa que por cierto no nos arrepentimos de haber hecho).
El paseo de más de 1 hora de duración nos llevó por las calles del Soho, Leicester Street, Picadilly Circus y, finalmente, hasta Trafalgar Square donde pudimos coger el mismo tren de la noche anterior y que nos dejaba en el hotel.
Después de cenar en el hotel (donde por cierto comimos muy bien por unas 25 libras cada uno), estuvimos un rato por la cafetería hasta que nos fuimos a dormir ya que al día siguiente, después de desayunar, teníamos que coger de nuevo el Southern para Gatwick. Eso sí, antes de dirigirnos al aeropuerto subimos a la última planta donde había otra cafetería para echar una última vista de Londres.
Fue un viaje relámpago que nos dió una idea de lo maravilloso que es Londres y, de paso, aumentar las ganas de que llegue el verano para visitar tranquilamente la ciudad.
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