MOSCÚ
El día D es el 21 de julio. Nuestro vuelo sale a las 0615 (no hagais cuentas de a que hora hubo que levantarse) rumbo a Frankfurt. Como teníamos 4 horas de escala, cogemos un tren desde el aeropuerto que te pone en 15 minutos en el centro. Allí pudimos ver el centro histórico además de los mejores rascacielos, tomar unas salchichas y una buena cerveza alemana, para volver al aeropuerto apenas un rato más tarde. Cogemos el avión y primera odisea. La llegada prevista era a las 1840 y a las 1900 nos dicen que en lugar de a Domodedovo vamos a Shemereteyo (calificado como uno de los peores aeropuertos del mundo). Una vez aterrizamos pedimos permiso para bajar ya que no habíamos facturado maletas, pero nos lo impiden ya que nos dicen que en cuanto repostaran , despegaríamos de nuevo hacia Domodedovo. A las ya 2300 hora rusa (+2 de diferencia), nos dicen que nos quedamos en Shemereteyo, nos dejan bajar y ale, a buscarse la vida. Primeros problemas ya que no habíamos previso como ir desde eso aeropuerto, son más de las 23 y no hay nadie, no entendemos un dichoso cartel y nadie nos entiende ni nos quiere ayudar. Al final y con mucha suerte, cogemos un bus que nos lleva a la T2 del aeropuerto desde donde sale el aeroexpress (320)R. Tras 35 minutos de viaje llegamos a una parada de metro, y otros 20 minutos de metro hasta nuestra parada, teatralnaya. Por suerte en el hotel nos estaban esperando y eso que eran las 0200 de la madrugada. Nos vamos a la cama y es que ha sido un día duro y largo, muy largo...
Diana a 0800 con el desayuno en la cama; sin embargo, hasta las 1000 no somos capaces de levantarnos. Comenzamos a recorrer la ciudad y la primera parada es el histórico teatro Bolshoi. Si se tiene tiempo y dinero (entre 30 y 50 euros sería suficiente) se puede presenciar una obra de ballet clásico en este mítico teatro. Girando a la izquierda en el Bolshoi damos con una avenida llena de puestecitos que acaba en la puerta de la resurrección, la entrada más bonita de la plaza roja. Pero dejamos esta visita para más tarde y proseguimos dirección al Kremlin. Antes, una breve parada para ver la tumba al soldado desconocido y el cambio de guardia, además del monumento a los pensadores o una enorme fuente con imágenes en bronce de un montón de cuentos infantiles. Tras esto llegamos al Kremlin. La entrada para estudiantes son 100R, pero no incluye la armería. Esta tiene pases a las 10,12,1430 y 1630, y la venta de entradas se inicia 45 minutos antes de cada pase. Su precio es de 200R, 450R para los que no son estudiantes. Esta visita puede llevarle a uno lo que esté dispuesto a gastar, desde 1 hora hasta todo un día. Al margen de la armería, lo que son las catedrales del kremlin, hay al menos 4 abiertas al público, y si a eso se le añade las imperdibles visitas a la campana gigante y al más grande aún cañón, hacen que mínimo se te vaya una mañana. Ojo, está prohibido pasar con mochilas (tipo cole), y los seguratas no dudarán en echarte a empujones si te intentas hacer el listillo. 20 metros detrás de las taquillas hay una sala que se llama "cloakroom" donde por 40R se puede dejar la mochila.
A la hora de la comida, puesto que no nos veíamos muy adaptados a Rusia, decidimos ir a McDonals, pero no siquiera el máximo símbolo americano tiene los cartelitos en inglés. Acabamos en un buffet libre de comida italiana donde por 139R comemos un plato de pasta, una porción de pizza y un refresco. Una vez reposada la comida, nos dirigimos al principal motivo de nuestro viaje, la infinitas veces inmortalizada Plaza Roja. Con 23.000 m2, es la tercera plaza más grande del mundo.No creo como dice mucha gente que sea más pequeña de lo que parece, simplemente que no es llana, porque hacia el final desciende, y eso de la un toque diferente pero único. Sus 4 "fachadas" están compuestas por la puerta de la resurrección y el museo de historia en el lado norte, san basilia en el lado sur, los almacenes GUM y la catedral de Kazán en el este y la muralla del Kremlin y el mausoleo de Lenin en el oeste. Mención especial merece el mausoleo de Lenin, donde muestran al dirigente soviético embalsamado, de forma gratuita de 10 a 1300. En cuanto a los almacenes, no dejan de ser un centro comercial de alto standing, así que en nuestra opinión, si se va justo de tiempo es algo totalmente prescindible. En lo que concierne a San Basilio, poco se puede escribir que no se haya hecho ya. Puede que sea más pequeña, más sosa o más fea de lo que se esperaba, pero lo que no le quita nadie es la ilusión que produce en el visitante encontrase cara a cara con uno de esos monumentos que sabes que hay que ver al menos una vez en la vida. Si bien la visita por dentro no vale mucho la pena, la entrada para estudiantes son solo 50R así que bien empleados que estuvieron, ya que además había 3 hombres haciendo canto gregoriano en la sala principal.
Seguimos nuestro paseo a orillas del Moscova, dejando a estribor el kremlin, hasta que llegamos a la iglesia del Cristo Salvador, una cúpula gigante blanca que se divida desde toda la ciudad. Visita gratuita y obligada, eso si, ojo con llevar pantalones cortos ya que está prohibida la entrada (también personal masculino). Después cruzamos por un puente que los recién casados deben recorrer con la novia cogida en brazos, y que nos lleva hasta el monumento a Pedro el grande, estatua la cual por cierto, tiene truco. Es un monumento a Colón, con las 3 carabelas y el mismo Colón que fue donada a España en la expo del 92; sin embargo, algún político listillo tuvo a bien rechazarla y por eso preside ahora la capital rusa; eso si, le cortaron la cabeza al bueno de Cristóbal para suplantarla por la de Pedro I.
Tras esto, nos ponemos rumbo a la universidad, un edificio de las 7 hermanas o los 7 cojones de Lenin, esos mastodónticos edificios iguales hechos para hacer sombra a los rascacielos americanos; sin embargo, aunque en los mapas veáis universidad estatal de Moscú junto a la parada de metro Biblioteka...meeeec, error, ahí no hay nada.
De manera que aprovechando la situación, nos vamos a recorrer la calle arbat, principal cale de comercio de la ciudad, llena de tiendas de souvenirs, restaurantes,músicos y artistas callejeros. Aquí cenamos en un Wendys, y es que me declaro fiel admirador de su hamburguesa baconator, la cual pude probar a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Volvemos al hotel y a descansar, no sin antes asistir sorprendidos al marchoso concierto que tenía lugar en la primera planta del mismo.
A la mañana siguiente, tras desayunar nos vamos directos y a petición de Mery al museo de los cosmonautas, parada de metro VDKn. Aparte de los 200R de la entrada, excesivamente caro para lo que se ve, hay que pagar por poder hacer fotos. Y muchos diréis que en todos los lugares de Rusia hace falta...si, es verdad, pero en ningún sitio lo pidieron, así que no saquéis esos permisos porque luego nadie los requiere; sin embargo, en el museo del espacio, con dicho permiso te dan una pulsera, y si te ven haciendo fotos sin la pulsera te echan sin contemplaciones, y es que hay como 2 o 3 no-amables señoras en cada sala. Al margen de esto, debo reconocer que es un museo muy curioso, sobretodo si se está interesado en el tema de la carrera espacial. A la salida aprovechamos para recorrer las principales paradas del metro, y es que cuando crees que no puede haber algo más ostentoso, viene la siguiente y te sorprende aún más. Críticas al margen, es espectacular que estés esperando al metro y se vean esas obras de arte; no dejéis de verlas todas ya que no llevan más de un minuto cada una. Las más importantes: Komsomolskaya, Novoslobodkaya, Mayakovskaya, Pl revolyutsi, Novokuznetskaya, Kropotkinskaya, Prospeckt Mira, Belorruskaya, Krasnopresnenskaya, Kievskaya y Teatralnaya.
Al acabar nos dirigimos a comprar unos recuerdos al sitio más típico para ello, el mercado de Izmaylovo. Prestad atención porque no está en la parada homónima sino en la anterior. Se pueden comprar todo tipo de recuerdos y el regateo es una norma generalizada. Además, resulta de gran interés la visita al colorido kremlin que se encuentra al final del mercadillo.
A la vuelta, tras visitar el convento Novodevichi, volvemos a la calle arbat par pasar las últimas horas moscovitas comiéndonos un pollo a la kiev en el original My-My, y vuelta al hotel, no sin antes tumbarnos en la plaza roja y contemplar la hermosura de este lugar al caer el sol.
Por la mañana,según nos levantamos nos dirigimos a la parada de metro que nos deja junto al aeroexpress, el que en 43 minutos nos lleva hasta Domodedovo poniendo punto y final a la aventura rusa.