Tras otro madrugón, a la mañana siguiente, tras un desayuno de huevos, café y tortitas, nos dejaban en Emali, un pueblito no lejos de Amboseli desde donde un autobús nos llevaría a Mombasa. Allí nos quedábamos ya solos pues el equipo de FFA se volvía a Nairobi.
El bus no llegaba y el que llegaba iba atestado. Por lo que optamos al final por subirnos a un matatu privado, que viene a ser una mini van, pequeña para los 6 o 7 que íbamos y las maletas, las lunas rotas y un calor intenso. Seis horas en aquel vehículo, con locos adelantamientos de camiones y el mal estado de la carretera, fue una auténtica prueba de “integración” en el país.
Los chinos están construyendo una nueva vía férrea entre Mombasa y Nairobi, e incluso una autovía entre ambas ciudades. Pero hasta 2017 que no estarán operativas, la carretera es infernal en parte por los cientos de enormes camiones que van como locos y en parte por el mal estado. Por eso en los foros de viajes, cuando me preguntan sobre alquilar un vehículo en Kenya, lo desaconsejo totalmente.
Y así llegábamos a Mombasa.
Mombasa es la ciudad histórica por excelencia de Kenya. Recorrer su Old Town es dejarse impregnar de un ambiente árabe de lo más auténtico. Su historia es apasionante. Y sus gentes son llegadas desde Omán, India, Yemen... casi todos ellos musulmanes.
En nuestro paseo por el casco histórico pudimos probar los dulces en sus callejuelas, pasar por su mercado de especias, ver a los niños repitiendo las suras en la Madrassa...
y por supuesto la visita a Fort Jesus, de la época de los portugueses (entrada 1.200 sh). Incluso compramos artesanía. Un paseo por esta zona histórica, con los edificios algo viejos y destartalados, te sorprende, viniendo de ver animales y pasar a recorrer una zona tan antigua, es como un cambio de ambiente de lo más embriagador.
Espectaculares dibujos de los prisioneros en la pared
Allí cerca del centro de la ciudad se coge el ferry para ir a las playas del Índico. Puedes dirigirte hacia las playas del norte o hacia el sur. Nosotros, después de informarnos y ver fotos en Internet, nos decidimos por Diani. Las playas del norte también deben ser espectaculares pero en esos días había cierto riesgo con los yihadistas por lo que optamos por la tranquilidad del sur.
Pensábamos ingenuamente ir andando al ferry con las maletas, pero menos mal que hicimos caso de un local que nos recomendó ir en taxi hasta Diani (2500 sh). Lo entendimos cuando llegamos con el coche hasta el barco: los coches pasan directamente, embarcan y siguen camino sin apenas espera. Pero las personas que llegan andando son una ingente multitud, es una marea tal que apenas hay sitio en el barco, van hacinados y es imposible andar con una maleta entre tal multitud (los viandantes no pagan nada, los coches pagan 1$ por pasar).
Tras los pocos minutos que tarda el ferry en cruzar al otro lado, en 20-30 minutos de coche (nuestro chófer era un reverendo protestante que nos hablaba de las bondades de su nuevo Presidente) estás en Diani beach y su fantástica playa... pero para hablar de ese paraíso escribiré otro diario, bien lo merece.