Dejando el lago, de nuevo nos esperaban varias horas de coche hasta uno de los Parques más fotogénicos de Kenya: Amboseli y el Kilimanjaro de fondo.
De camino pudimos ver cómo alguien había atropellado un enorme eland que intentó cruzar la carretera. Decenas de camiones paraban en el arcén y bajaban raudos con sus cuchillos enormes a cortar la preciada carne del animal antes de que llegara la policía, pues está prohibidísimo cazar o comer ciertos animales salvajes.
También de camino pudimos ver ya cómo se recortaba la montaña más alta de África, viendo su enorme sombra en el horizonte...
Amboseli es el lugar idóneo para ver elefantes. Manadas de ellos. Enormes machos, grupos de madres con crías, jóvenes solitarios... Parando el vehículo y dejando pasar justo delante del vehículo unos adultos con su majestuosidad o las crías moviendo la trompa.
En el Parque está el Observation Hill, una colina donde, dejando el vehículo aparcado abajo, puedes ascender andando y contemplar desde arriba una vista espectacular de un laguito, con los hipopótamos pastando, elefantes pasando…
Nosotros tuvimos la “suerte” de ver una estampa curiosa: como una cría de elefante tras cruzar al centro del lago, y quizás por lo frío del agua no se levantó más. Y los adultos la rodearon y no se movían. La naturaleza nos sorprendió de nuevo.
Es importante saber que el Kilimanjaro es difícil de ver como en las postales o fotografías. Casi siempre tiene una neblina constante que imposibilita ver la montaña en su vastedad y sus casi 6.000 metros de altura.
Después de ver unas hienas cerca de unas gacelas, pájaros Secretario, búfalos, avestruces, fagoceros y más elefantes...
pájaro Secretario
optamos por regresar al campamento, ya en la tarde, y descansar con una Tusker en la mano. Y la fortuna fue que la tarde clareó y pudimos ver el Kilimanjaro con una claridad increíble, todo despejado.
Sentados con la sabana por delante, la cerveza y la montaña (con sus tres volcanes inactivos) de fondo con su (escasa ya) nieve perpetua en el pico, fue una despedida de lo más memorable.
Al volver a la tienda ya sólo nos quedaba “eliminar” a un pequeño escorpión que rondaba por allí...
y descansar para salir al día siguiente camino de la segunda ciudad más importante del país, y donde recalaron los portugueses del siglo XV…