Amanecía un día muy soleado!!! Bien!!!!!
El plan era ver un par de miradores cerca de Miranda para volver a la hora de comer. Nos esperaba el bacalao que nos iban a preparar en el camping.
Desayunamos, cogimos los "bártulos" y nos fuimos en dirección a la primera parada del día: Mirador Sao Joao das Arribas.
Este mirador se sitúa en el pequeño pueblo de Aldeia Nova. Llegar al mirador es muy fácil (será el único!!!!). Sólo hay que seguir las indicaciones a la ermita de Sao Joao.
Nosotros dejamos el coche al final del pueblo donde se comienza a descender y bajamos a pie. Los caminos estaban bastante embarrados así que preferimos hacer pierna y no jugárnosla y que luego el coche no pudiera subir. Pero en condiciones normales se llega hasta abajo sin problema. De hecho hay un merendero con bancos, así que supongo que no bajen con toda la comida andando
El mirador tiene una altura bastante considerable y no hay protección así que... id con cuidado.
La ermita estaba cerrada, así que hicimos unas fotos por los alrededores. Allí podemos encontrar un castro y un área con mesas y bancos donde te puedes sentar a contemplar el paisaje.
Después de un buen rato por allí emprendimos la vuelta hacia el coche.
La siguiente parada se suponía que iba a ser el mirador situado en el punto más al norte de Portugal. El mirador salto de castro. Y sí, he dicho se suponía porque tampoco fue.
Cuando llegamos a Paradela, localidad donde se sitúa dicho mirador, no encontramos ni una señal para llegar a él. Tampoco nos encontramos a nadie, ni a una sola persona para poder preguntar. Así que con las mismas, emprendimos el camino de vuelta a Miranda. Eso sí, pasamos por unos pueblos llenos de animales correteando a su antojo. Vimos burros, vacas e incluso caballos por la carretera. Toda una aventura, pero muy gracioso porque nuestra perra estaba encantada de ver tanto "perro grande".
Al llegar a Miranda nos fuimos hacia el centro y visitamos la parte del castillo, paseamos tranquilamente por allí y nos acercamos hasta la parte de la muralla que tiene vistas al río. Caminamos sobre la muralla durante un tramo y nos dimos un paseo tranquilamente.
Nos tomamos una cervecita con una croqueta de bacalao, que por cierto estaba buenísima y nos dirigimos a la zona de las tiendas para echar un ojo. Compramos pan para las tostadas del desayuno del día siguiente, un queso en una especie de feria que había en el mercado,... La idea era comprar natas o pasteles de Belém en la única pastelería que hay, pero estaba cerrada.
Decidimos entonces ir a la cabaña y tomarnos otro par de cervecitas que teníamos enfriándose en la nevera hasta que llegara la hora de comer. ¡No se estaba nada mal!
Nos avisaron de que la mesa estaba lista. ¡Bien!
Cuando llegamos nos encontramos con un picoteo antes del bacalao: queso con palitos de untar, langostinos cocidos, aceitunas,... Todo muy rico.
¿Y el bacalao? Mmmmmm, riquísimo también.
No es el típico bacalao de los restaurantes. Éste estaba cocinado con un montón de verduras: brócoli, cebolla, patata, lombarda, pimiento, zanahoria,... Muy sabroso.
De postre queso con mermeladas y membrillo casero. Os podéis imaginar...
Todo bien acompañado de vino portugués y unos chupitos muy ricos.
Para bajar la comida nos fuimos a dar un paseo por un sitio que nos recomendó el chico del camping. Se trataba de un camino que bajaba casi casi hasta la orilla del río.
Yo me quedé un poquito más arriba, pero mi marido y la perra llegaron hasta el final.
Toda una experiencia, ya que hay pocos sitios, o al menos no muy conocidos que te permitan contemplar el cauce del río tan de cerca.
Pero todo lo que se baja se ha de subir de nuevo
Es mucho el desnivel acumulado en tan pocos metros, por lo que se hace algo duro, aunque con tranquilidad y paradas para descansar no hay problema.