El segundo día estaba prevista una salida en barco para ver las ballenas y delfines. Esta era una de las actividades estrella de nuestro viaje y lo habíamos planeado con mucha ilusión.
Desayunamos en el apartamento con algunas cosas ricas que habíamos comprado la noche anterior en el Supercor y cogimos el coche en dirección a los Acantilados de los Gigantes. Se trata de una carretera estrecha y de curvas, pero llena de encanto y de paisajes preciosos. He de decir que fue el único día que pudimos contemplar el Teide, ya que en los días posteriores estuvo tapado por un mar de nubes que lo ocultaba completamente.
La excursión del avistamiento de ballenas la habíamos contratado desde Alicante, y entre las muchas ofertas de la isla, yo había preferido que el barco saliera desde el puerto de los Gigantes para poder disfrutar de esos monumentales acantilados de paredes verticales que guardaba en mi memoria desde nuestra anterior visita. También precisaba que la ruta marítima no fuera muy larga, a lo sumo dos horas, pues temía que mi hija y yo nos mareáramos en el barco. En prevención del mareo nos tomamos las biodraminas con cafeína que surtieron un efecto maravilloso durante todo el trayecto.
Llegamos al Puerto de los Gigantes y aparcamos en una de las pocas plazas que quedaban, ¡no quiero imaginarme como será esto en pleno agosto!
A las 11:30 subíamos a nuestra pequeña embarcación, el Marina Princess Dos, un barco perfecto para ver de cerca los cetáceos y disfrutar de un paseo maravilloso. A la salida del puerto se comienzan a ver las paredes verticales de este impresionante acantilado que en su parte mas alta llega a medir hasta 600 metros. Nos fuimos alejando de la costa a toda velocidad con la ilusión de poder ver a las ballenas en algún momento. Los acantilados cada vez se hacían mas pequeños y nos acercábamos a la isla vecina de La Gomera.
Llegado el momento, comenzaron a verse algunas aletas de las ballenas calderones o ballenas piloto. Cada vez se van viendo más, por un lado y por el otro, en grupos de dos o tres ejemplares, y resultan de una belleza extraordinaria. Después de unos minutos contemplándolas, retomamos la marcha hacia la costa. Rápidamente alcanzamos la Playa Seca, un lugar idílico como pocos, donde nos lanzamos al agua a darnos un baño super refrescante. Durante unos minutos me pareció que estaba en el Paraíso. A continuación, subimos al barco para navegar junto a los acantilados y que finalmente nos acercaría hasta el puerto.
Este primer día teníamos reservado en “Alfonso´s bar”, donde comimos unas verduras asadas, la carne en fiesta y unas albóndigas estupendas. El sitio es pequeñito pero el dueño es encantador, cocina con cariño y la comida está muy rica. Después de comer nos dimos una vuelta con el coche para ver esta zona llena de complejos hoteleros y de extranjeros, sin nada más que destacar. De nuevo, tomamos la carretera en dirección a Puerto de la Cruz, pero al llegar al “mirador de Garachico” nos desviamos hacia la izquierda, zigzagueando por una empinada bajada hasta llegar a Garachico para ver las piscinas naturales. Visitamos la localidad y nos gustaron especialmente estas piscinas, lo bien conservadas y limpias que estaban.
Desde aquí, nos acercamos a Icod de los Vinos para ver el Drago milenario, la Plaza principal y algunas de sus calles, pero nos fuimos pronto hacia nuestro apartamento.