Llegamos a Odesa desde Tiraspol sin ningún problema en la frontera (solo necesitas el pasaporte). Al final fuimos en taxi por 800 lei porque el bus no salía hasta la tarde.
Tardamos unas 2 horas y media aunque hay que tener en cuenta que en verano este trayecto puede ser de 4 o 5 horas por las colas que se forman en la frontera.
Eso sucede porque Odesa es una
ciudad muy turística en la región por ser una zona con
playa y se ve que en temporada alta, además de que los precios son bastante más elevados, está a petar.
En diciembre no había nadie. Es más, la gente se quedaba alucinada de qué estábamos haciendo ahí.
Visitamos la playa y la verdad que tampoco parecía
nada del otro mundo, algunos chiringuitos, es verdad que el agua estaba bastante limpia, pero no destaca especialmente. Andando desde el centro son como unos 40 minutos que no se hacen largos. Se puede ir bordeando la costa dónde hay una especie de paseo “marítimo” que atraviesa un parque o bien por el interior yendo por una zona un poco más periférica de la ciudad.
Igual que en Tiraspol y Chisináu,
dormimos en un apartamento que buscamos por booking un par de días antes de llegar a la ciudad y recomiendo esta opción ya que los únicos alojamientos que están señalizados son hoteles de lujo. Cómo éramos cuatro nos salió tirado de precio (13€ la noche entre los 4) y el sitio estaba muy bien, además de a muy buena localización al lado del centro.
De hecho estábamos en la calle Prymors’ka justo delante del
puerto. El puerto es uno de los más activos del
Mar Negro y además desde allí hay unas vistas privilegiadas de las famosas escaleras Potemkin, icono de la ciudad.
La moneda de Ucrania es el
grivna y en el momento de mi visita (diciembre 2017) 1€ equivalía aproximadamente a 32 grivnas. Nos resultó todo
bastante barato y no tuvimos ningún problema para cambiar (hay muchísimas casas de cambio a todas partes).
El centro de Odesa no es muy grande, se puede recorrer a pie y al principio me sorprende un poco. Es una
mezcla entre una ciudad de Europa del Este un poco
destartalada, decadente y un poco gris en algunas zonas, pero luego tiene un
rollo neoclásico de edificios bastante grandes, elegantes imitando a París. En conjunto no deja de ser curioso, pero tiene una explicación histórica.
Al 1792 (curiosamente el mismo año en que fue fundada Tiraspol, la ciudad de dónde venimos)
Catalina la Grande (emperatriz Rusa) cede los terrenos donde actualmente se encuentra Odesa a el duque de Richelieu y a José de Ribas y Boyons (hijo de unos nobles catalanes) quien serán alcaldes de la ciudad. La ciudad floreció rápidamente gracias en gran parte de sus cofundadores quien tuvieron la idea de ceder terrenos a todo aquel que quisiera venir a vivir o hacer negocio en Odesa siempre y cuando construyeran algo bonito (de hecho Odesa es conocida como
“Little París”, un poco con pinzas como suele pasar con estos comparativos…).
Escultura de Catalina la Grande en Odesa
Uno de los principales atractivos es la
Ópera, un edificio imponente y muy elegante. Es una ópera muy activa y se pueden ver espectáculos a muy bajo precio.
Para conocer un poco mejor la ciudad quedamos con una
chica por Facebook para que nos hiciera un tour y estuvo muy bien. Empezamos en las
famosas escaleras Potemkin, una de las atracciones más famosas de la ciudad a raíz de la mítica escena de la película soviética del Acorazado Potemkin.
En la cima de las escaleras encontramos una escultura del duque de Richelieu. Muy cerca de allí está el
ayuntamiento. Como curiosidad, durante la Unión Soviética era la casa de la moneda, y en la actualidad se hacen muchas bromas de que lo sigue siendo por el problema de corrupción que afecta a la clase política del país. Delante del ayuntamiento encontramos también una escultura de Pushkin, poeta ruso que vivió en la ciudad.
Seguimos dando una vuelta por las calles alrededor de la Ópera dónde vale la pena dar un paseo mirando los
edificios neoclásicos y algunos de los parques interiores de los edificios (en verano los jardines están más bonitos).
También muy cerca de la Ópera está el
Soviet Corner, un memorial a la liberación del ejército rojo contra los nazis al final de la Segunda Guerra Mundial.
Soviet Corner
Pasamos también por un parque muy bien cuidado que era propiedad de un adinerado muy bien posicionado en la esfera política, que cedió el parque a la ciudad por lo que ahora todos los ciudadanos de Odesa pueden proponer modificaciones y aportar ideas.
Seguimos callejeando por el centro y vemos las
galerías que imitan las galerías de Milán Victor Manuel II. Curioso.
Terminamos el tour en la gran
Catedral ortodoxa que fue derribada durante la época soviética, pero que ahora es muy importante.
También vale la pena visitar la
estación de tren, queda un poco más alejada del centro, pero si estáis cansados de andar hay muchos buses o trolebuses que por nada os llevan (5 grivnas).
Encontrar restaurantes de comida ucraniana no nos resultó muy fácil, pero cenamos en un sitio que me encantó de
comida tradicional que se llamaba Alpina, cerca del centro. En la gastronomía ucraniana (a mí me pareció muy rica) destacan las
sopas de verduras, carne, legumbres, etc. La más típica es la Borsch (también la comen en Moldavia) y le añaden yogurt. También hay bastantes
Vareniki y Palmeni una especie de raviolis rellenos de muchas cosas distintas (carne, patata, queso, verduras, etc). Bebemos una
cerveza negra autóctona riquísima.
En general la gente muy amable, pero notamos que es más difícil comunicarnos que en Moldavia, dónde hablan rumano que al ser una lengua latina es mucho más parecida al castellano. En Odesa
hablan principalmente ruso y no es tan común que sepan inglés.
De Odesa volvemos a Chisináu para coger el avión de regreso a Barcelona.
Se puede ir a Chisináu en tren (solo los fines de semana) o en autobús. La estación de autobuses está como a unos 40 minutos a pie del centro que a mí me gustaron porque es descubrir la periferia, edificios bastante hechos caldo, pero con un encanto decadente.
Aunque hay bastantes buses al día, no pasan muy seguidos, así que id con tiempo. El trayecto duró unas 5 horas y el autobús la verdad que muy incómodo. Yo que no mido ni 1’60 me tocaban las rodillas al asiento de adelante. Imaginaros mis amigos…
El billete cuesta 260 grivnas (más 40 por la mochila) y aunque no son muchos kilómetros los pasos fronterizos ralentizan bastante el viaje. En el caso de los españoles solo necesitamos el pasaporte.