[align=justify]Hoy empieza nuestra aventura. Con todo ya listo madrugamos para ir al aeropuerto ya que nuestro avión hacia Zúrich (primera escala del viaje) sale a las 10:15h. Echamos el rato tomando un café en el aeropuerto mientras nos hacemos preguntas sobre: ¿cuánto tardaremos en escuchar a alguien escupiendo?, ¿en qué momento se nos colará un chino? y ¿se pondrán en cuclillas mientras se fuman un cigarro?
A las 9.20h embarcamos sin facturar las mochilas y a las 10.15h en punto ya ponemos rumbo a Zúrich. Nos dan unos croissants y chocolate suizo para desayunar; no está mal. El vuelo ha sido tranquilo y muy cómodo ya que nos ha tocado sentarnos en la salida de emergencia. A las 11:29h ya estamos aterrizando en Zúrich y el siguiente vuelo hacia Beijing sale a las 12:44h; casi no tenemos tiempo ni de estirar las piernas.
Al embarcar descubrimos que no nos han tocado los asientos de la salida de emergencia y por lo tanto, vamos a tener que pasar 10h con las piernas encogidas. Ramón, con su 1.95m de estatura se desespera. Pasamos el rato viendo películas y mirando como corren, pasillo arriba pasillo abajo, los niños chinos de alrededor nuestro. Varias horas después, sobre las 10 de la mañana, llegamos a nuestro destino. Como llevamos el dinero en efectivo decidimos cambiar un poco en el aeropuerto (aunque el cambio está más caro) para poder comprar los billetes de metro. Vemos a unas chicas en un stand vendiendo tarjetas SIM y decidimos comprar la de 3G/mes por 200 yuanes (26€), ya que sólo la vamos a usar en situaciones de emergencia cuando nos veamos muy perdidos.
En este momento nos damos cuenta de que realmente no hablan nada de inglés y de que incluso muchos de nuestros gestos tampoco los entienden (por ejemplo, los usados para indicar números). También empezamos a descubrir la esencia del carácter chino cuando al pagar nos lanzan el cambio y cuando al preguntarles cómo llegar a tal sitio nos dan un “no” por respuesta. Sin embargo, no perdemos las ganas de disfrutar de la aventura que tenemos por delante.
Después de cambiar dinero y comprar la tarjeta SIM, buscamos cómo llegar desde el aeropuerto al centro de Beijing. Tras unos 20 minutos intentando que algún trabajador nos entendiera, compramos unas tarjetas de metro que se recargan y nos dirigimos al transfer que nos llevará de la Terminal 3 a la estación Dongzhimen (L2), para allí poder coger el metro y hacer transbordo a la línea 6 o a la línea 5 y bajarnos en la estación Dongsi. El trayecto nos cuesta 25 yuan por persona (3,18€).
Nuestro hotel es el Beijing 161 Wangfujing Hotel. Conseguimos llegar a él gracias a Google Maps y resultó que estaba ubicado en uno de los hutongs (callejón antiguo) de la ciudad.
Tras dejar las mochilas decidimos ir a cambiar dinero a un banco donde el cambio sale más a cuenta. De camino encontramos a una señora que se hace llamar ‘Jenny’ y nos hablaba un poco de español. Nos explica que trabaja en una galería de arte y que nos quiere llevar a que veamos sus cuadros. Como durante la organización del viaje ya nos informamos bien de posibles timos, sabíamos que había gente que ofrecía ir a tomar el té y ver obras de arte y una vez allí te cobraban unos 300-500€. Por lo tanto, despachamos pronto a la señora y fuimos en busca de un banco.
Tras dos intentos fallidos, damos con una oficina de ‘Bank of China’, en la que nos atiende una chica un poco borde y nos dice que si queremos sacar dinero tenemos que esperar una hora de cola. Como necesitamos el dinero no nos queda más remedio que esperar. Cuando pensábamos en un banco chino nos imaginábamos algo moderno, parecido a los bancos de España donde los trabajadores tienen sus pequeños despachos con ordenadores, etc. Pero no: en vez de despachos, los trabajadores están detrás de unas vitrinas, como cuando vas a comprar los tíquets de algún monumento turístico.
Además, tienen ordenadores muy antiguos que raramente utilizan ya que todos los documentos y formularios se rellenan a mano y tienen el típico papel de calcar para darle una copia al usuario de aquello que firma. Todo va muy lento: para cambiar dinero hacemos una hora de cola y estamos media hora más mientras nos atienden.
Cuando tenemos nuestros yuanes nos dirigimos al metro para ir a visitar el Palacio de Verano. Recargamos la tarjeta, teniendo en cuenta que por el trayecto más largo tendríamos que pagar 6 yuanes (0,76€), y ponemos rumbo a nuestro destino.
Una curiosidad de los metros de china es que antes de bajar al andén hay que pasar un control de seguridad, como el de los aeropuertos, en los que metes las mochilas, bolsos, bolsas, etc. En un escáner para ver lo que llevas dentro. Además, también te miran las botellas de agua con una máquina. El primer día te parece curioso pero cuando vas cargado con la mochila enorme y otras bolsas y te hacen quitártelo todo de encima... No hace mucha gracia. Otra cosa a mencionar es que hay muchísimas salidas para una misma parada de metro así que seguramente os tocará caminar bastante si os equivocáis (a nosotros nos ha pasado más de una vez).
Para llegar hasta el Palacio de Verano hay que bajarse o bien en la parada Xiyuan (L4), que da acceso a la entrada oeste, o en Beigongmen (L4), que da acceso a la entrada norte. Antes de ir a la entrada buscamos un sitio donde comer ya que solamente nos hemos alimentado con la comida del avión. Nos metemos en un restaurante y pedimos unos fideos buenísimos y un plato de ternera con bambú y otras verduras. Nuestra primera comida china por 39 yuanes (5€) nos sabe a gloria.
Con las barrigas llenas nos dirigimos a la taquilla para comprar los tíquets. Los que tengáis carné de estudiante llevadlo siempre encima además del pasaporte porque no te aceptan ninguna identificación que no lleve el nombre y una fotografía. Si os dicen que no, sed pesados y al final acabarán comparando vuestro carné de estudiante con el pasaporte y haciéndoos el descuento.
La entrada nos cuesta 30 yuanes (3,83€) por persona con el descuento de estudiante, sino hubieran sido 60 yuanes (7,66€). El Palacio está abierto todos los días pero el horario cambia dependiendo de la temporada. En la temporada alta, que fue en las fechas que nosotros fuimos, estaba abierto de 8.30 a 17:00h.
Ya con las entradas compradas empezamos nuestra visita. Recomendamos que reservéis una mañana o una tarde entera para visitar el complejo ya que es bastante grande. Además, consta de 3 lagos en los que puedes darte una vuelta en barca. El Palacio de Verano, como su nombre indica, era la residencia del Emperador para relajarse y descansar en verano.
Tras ver el complejo, subimos a la llamada ‘Colina de la Longevidad’ donde se encuentra la ‘Pagoda del Buda’. Entre el calor, el cansancio acumulado y todos los escalones que habían, la subida se nos hace eterna. Sin embargo merece la pena para admirar el mágico y bello paisaje que se puede observar desde allí arriba.
Al bajar decidimos dar un paseo en barca, por 10 yuanes (1,27€), para llegar otra vez a la entrada y poner rumbo al hotel. Recomendamos mucho la visita al Palacio de Verano pero también os recomendamos que la hagáis un día en la que no llevéis horas de avión acumuladas ya que hay que subir muchas escaleras.
Alrededor de las 6 de la tarde ya estamos de vuelta, no sin antes pasar por un 7eleven para comprar una cena rápida. Nos vamos a dormir muy pronto ya que tenemos que recuperar horas de sueño y estar preparados para caminar mucho al día siguiente. ¡Qué ganas de explorar más la ciudad!
Os dejamos el primer capítulo de nuestra serie de China. Esperamos que lo disfrutéis.
¡Nos vemos en el siguiente post!