Nos levantamos (algunos en peor estado que otros tras la degustación del día anterior) y desayunamos a eso de las 8,30. Cada día había menos variedad en el desayuno, así que al final apenas leche algún croissant y algo de fiambre… Tras el intento de llenar el estómago, fuimos al metro hasta bajarnos en la parada Simonis. Al salir de ella, atravesamos un larguísimo parque situado justo frente a nuestro objetivo: La Basílica Nacional del Sagrado Corazón de Koekelberg
Basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg
Esta Basílica data del s. XX y es famosa por ser la 5ª más grande del mundo: 89 m. de alto y 167 de largo. Se construyó para conmemorar el 75º aniversario de la independencia de Bélgica. En 1905, el Rey Leopoldo II puso la primera piedra y el edificio fue completado en 1971.Su horario de visitas es de 9 a 18 horas, y la entrada a la misma es gratuita (aunque la vista panorámica desde la cúpula cuesta 3 €). Una vez ante la Basílica, lo primero que impresiona es su tamaño, aunque no tanto su estilo.
Tras visitar los exteriores, entramos al interior de la iglesia, comprobando que no es demasiado llamativo, sobre todo si lo comparamos con las anteriores visitas. Por tanto, y una vez allí, decidimos hacer uso del 40% de descuento que la Brussels Card llevaba y subimos a la vista panorámica en la cúpula. Existe un ascensor que te lleva hasta ella, aunque para encontrarlo debes andar un poco, y, en nuestro caso, atravesar una exposición sobre arte moderno que no entendíamos muy bien su relación con la basílica, pues eran perfomances como basura en el suelo, sillas colgadas del techo, escaleras que no llevaban a ningún sitio… algo más bien propio de ARCO. La cuestión es que, una vez en la cúpula, entendimos que la visita merecía la pena por las impresionantes vistas que teníamos ante nosotros y, sorprendentemente, estábamos completamente solos, así que pudimos disfrutar unos minutos de tranquilidad contemplando, entre otras cosas, el Atomium (que era la siguiente visita en nuestra agenda).
Tras visitar los exteriores, entramos al interior de la iglesia, comprobando que no es demasiado llamativo, sobre todo si lo comparamos con las anteriores visitas. Por tanto, y una vez allí, decidimos hacer uso del 40% de descuento que la Brussels Card llevaba y subimos a la vista panorámica en la cúpula. Existe un ascensor que te lleva hasta ella, aunque para encontrarlo debes andar un poco, y, en nuestro caso, atravesar una exposición sobre arte moderno que no entendíamos muy bien su relación con la basílica, pues eran perfomances como basura en el suelo, sillas colgadas del techo, escaleras que no llevaban a ningún sitio… algo más bien propio de ARCO. La cuestión es que, una vez en la cúpula, entendimos que la visita merecía la pena por las impresionantes vistas que teníamos ante nosotros y, sorprendentemente, estábamos completamente solos, así que pudimos disfrutar unos minutos de tranquilidad contemplando, entre otras cosas, el Atomium (que era la siguiente visita en nuestra agenda).
Vistas desde la cúpula
Tras visitar la basílica y recorrer de nuevo el parque, cogimos el metro en Simonis llegando hasta Heysel, donde bajamos para contemplar nuestro siguiente objetivo: el Atomium. Nada más bajar del metro, ya puedes contemplar esa increíble obra de ingeniería que representa una molécula de hierro aumentada 165.000 millones de veces. Alcanza los 103 m. con sus esferas de 18 m. de diámetro y fue símbolo de la Expo del 58. Por tanto, teniendo en cuenta que fue construido hace 52 años, todavía impresiona más. Las visitas de 10 a 18 horas y el precio son 11 €, aunque con la Brussels Card tuvimos también un 25 % de descuento. Aunque lo visitamos de día, de noche debería ser también sorprendente observar sus 2970 luces.
Atomium
Quizá lo que más nos sorprendió tras verlo fue que desde la última esfera, un par de cuerdas que llegaban hasta el suelo servían para que la gente se tirase a modo de tirolina desde lo más alto del Atomium, algo que impresionaba sólo de pensarlo.
Gente saltando desde el Atomium, visto desde la última esfera
Una vez dentro, te suben directamente en un ascensor hasta la última esfera: 92 m. en 22”. Desde arriba impresionan las vistas de la ciudad y ver de cerca la gente tirándose en tirolina. Tras contemplar Bruselas desde diferentes ángulos, también pudimos observar el Parque Laeken situado junto al Atomium con el Palacio donde viven actualmente los reyes belgas, así como el Mini-Europe, un parque donde se reproducen en miniatura diferentes monumentos de ciudades europeas.
Vistas del Mini-Europe
Tras ello, cogemos nuevamente el ascensor y te vuelve al suelo de nuevo. Desde aquí cogemos unas escaleras mecánicas para empezar a subir a las diferentes esferas. En una de ellas había concretamente una exposición sobre la Inmigración. Sinceramente, si te detenías un poco a leer y observar, era realmente buena. Sin embargo, de toda la exposición lo que más nos llamó la atención fue que, al llegar a una esfera que hace las funciones de cafetería, comenzamos a oír una música conocida… hasta que, al llegar allí las escaleras mecánicas, escuchamos cantar Libre a Nino Bravo. Entendimos entonces de donde venía esa música: un pequeño equipo situado en esa esfera disponía de una serie de canciones relacionadas con la inmigración, y cualquiera podía elegir una canción que sonaría en toda la esfera. Cual sería nuestra sorpresa cuando, al acercarnos, comprobamos que, de las 20 canciones que había, 4 eran en castellano. Pero, lo que más no llamó la atención fue que esas 4 eran: Libre de Nino Bravo, Mediterráneo de Serrat… hasta aquí bien, pero las dos restantes eran “Ay pena, penita, pena” de la Faraona y… EL EMIGRANTE de Juanito Valderrama. Bastó ver la canción para seleccionarla y, mientras que sonaba en la esfera y la gente miraba extrañada qué melodía era esa, nosotros nos sentíamos por un momento como en casa…
El conocidísimo tema... jejeje
Tras este momento Typical Spanish, cogimos el metro de nuevo en Heysel hasata Brouckère, donde entramos a comer en Chi-chi’s, que, a pesar del nombre, era una cadena de restaurantes mexicanos.
Resturante Chi-chi's
Nos pedimos una hamburguesa completa con patatas (ya sé que era mexicano, pero nos apeteció eso…). No estaba mala, sobre todo las patatas que eran deluxe y no pudimos acabarlas. La única pega fue bebernos una Pepsi sin gas que era como tomar un Flash líquido de aquellos que tomábamos de pequeños.
Tras esta comida, y queriendo aprovechar la Brussels Card, decidimos dedicar la tarde a los museos. Fuimos en primer lugar al Museo Magritte y de Bellas Artes. Aquí activamos por primera vez la Brussels Card (ya que hasta ahora sólo habíamos gastado los cupones descuento). Desde el momento de la activación disponíamos de 24 horas para poder visitar todos los museos que incluía. De todo el museo, quizá destacar que las obras de Magritte quizá no son las más conocidas, pero sí un buen ejemplo de la evolución del artista y la influencia de diversos estilos. En el museo moderno personalmente lo que más me gustó fue la obra de “La tentación de San Antonio” de Dalí.
La Tentación de San Antonio
Para los entendidos en arte, también es importante la colección de pintura realista del s. XIX –XX que existe en este museo.
Bueno, y algo que nos resultó muy curioso fue encontrar un ascensor con sofás donde poder sentarte mientras que subía…
Bueno, y algo que nos resultó muy curioso fue encontrar un ascensor con sofás donde poder sentarte mientras que subía…
Ascensor con sillones
Al salir, cogimos el TRAM 94 (tranvía) y paramos en la parada Congreso. Desde aquí, decidimos aventurarnos y bajar por unas fábricas en ruinas adentrándonos por un inmenso parking completamente vacío y que parecía abandonado. Comenzamos a bajar algunas escaleras por escenarios propios de una película de miedo… A pesar de todo, salimos sanos y salvos justo en la escaleras que bajaban hasta el Museo del comic. Entramos haciendo uso también de la Brussels Card. En este museo puedes ver una importantísima evolución de la historia del comic, incluyendo, cómo no, obras de Lucky Luke, Tintín, Spirou…
1ª edición de Tintin
Capitán Haddock
Tras ello bajamos a la tienda, donde no compramos nada porque los precios eran dignos de coleccionistas, de grandes coleccionistas…
Desde aquí decidimos darnos un descanso volviendo a la Grand Place donde nos tomamos un Chocolate caliente con un Gofre.
Mmmmmmm....
Tras descansar un poco, decidimos volver al hotel a descansar y a ducharnos hasta la hora de la cena. Pero, antes de volver, pasamos por una inhóspita plaza junto a la Grand Place donde encontramos una escultura de Don Quijote y Sancho Panza. Curioso, aunque la plaza no era nada del otro mundo.
Don Quijote y Sancho Panza
Tras ducharnos, salimos a cenar y decidimos volver a The Old Oak ya que nos había causado muy buena impresión. Para colmo, había música en directo, con lo cual el ambiente era mejor si cabe. Para que no fuera la cena tan pesada, decidimos pedir unos sándwiches. Sin embargo, lo que nos trajeron fue pan de chapata con bacon, queso, cebolla, pollo, tomates cherrys y ensaladas… vamos, ligerito, ligerito… Por cierto, pudimos ver al Atlético de Madrid ganar la Supercopa de Europa mientras cenábamos.
Sandwich ¿light?
Desde aquí volvimos al hotel a por el merecido descanso.