Por fin llego el 23 de noviembre y pusimos rumbo a Bratislava, nos esperaba un viaje largo desde Asturias hasta allí, primero los aviones con escala de un par de horas en el Prat de Barcelona y por fin llegamos al aeropuerto de Viena que era nuestro destino inicial, desde aquí cogimos un autobús regular que sale cada hora hacia la capital eslovaca, los billetes se pueden comprar online o directamente al conductor del autobús, nosotros ya los llevábamos comprados a través de la web www.slovaklines.sk, nos costaron 8 € los dos billetes, luego en el autobús tendríamos que pagar 1 € más por el equipaje. El viaje duró una hora y apenas pudimos ver nada del trayecto porque ya era de noche.
Ese día nos acomodamos en el hotel que se encontraba a 5 minutos de la estación de autobuses y nos acercamos hasta el centro de la ciudad para cenar, se trata de un paseo de unos 20 minutos. Llegamos a la plaza del ayuntamiento que estaba llena de puestos callejeros y un escenario con diferentes actuaciones, tenía un ambiente muy animado, allí nos tomamos nuestro primer punsch, se trata de un vino caliente pero que no es solo vino sino que lleva más cosas mezcladas como canela o naranja.
Al día siguiente nos levantamos bastante pronto para aprovechar el día bien porque lo que tiene irte a Centroeuropa en invierno es que la noche llega muy pronto y a las 4:30-5 ya es de noche, además teníamos un día para visitar la ciudad así que nos pusimos en marcha rápidamente.
Decidimos que íbamos a ver la ciudad con calma y caminando, hacía un buen día así que mucho mejor caminar y ver el ambiente de la ciudad que andar subiéndose en tranvías para llegar de un sitio a otro, y el centro histórico no es muy grande.
Lo primero que visitamos fue la iglesia de Santa Isabel o iglesia Azul, se la conoce como iglesia Azul por el color de su fachada y es uno de los edificios más representativos de Bratislava.
Seguimos caminando y llegamos al plaza de la ópera de Bratislava o el Teatro Nacional Eslovaco, esta plaza también se encontraba llena de puestecito de comida y de una pista de hielo que a esas horas la abrían así que no había nadie en ella pero en una hora estaría llena de gente patinando.
Desde esta plaza fuimos a ver la famosa estatua de Cumil que tantas veces había visto buscando información sobre la ciudad, la vimos de lejos porque estaba rodeada de gente sacándole fotos así que decidimos ir a ver otra estatua que estaba más solitaria, el Paparazzo, una estatua a tamaño natural de un fotógrafo saliendo de una esquina, cuando vimos que Cumil ya estaba un poco más libre nos acercamos para sacarle un par de fotos, se trata de la única estatua que está saliendo de una alcantarilla, detrás de él hay una señal que te indica que ahí se encuentra Cumil para evitar que los conductores se lo lleven por delante. Un poco más arriba está Schöne Náci, la estatua en homenaje a un famoso personaje de Bratislava.
Tras ver algunas de las estatuas más famosas nos dirigimos al Castillo de Bratislava, el cual se ve desde cualquier punto de la ciudad ya que se encuentro en una pequeña colina sobre el casco histórico. Subimos al castillo por unas escaleras que se encuentran enfrente de la catedral de San Martín. Nosotros estuvimos viendo el castillo por fuera, dando una vuelta a su alrededor aunque se puede entrar a ver las exposiciones que tiene, nosotros decidimos que no lo haríamos porque ya llevamos unos cuantos castillos vistos y además había una excursión inmensa de niños de un colegio para verlo. Desde sus jardines hay una vista impresionante sobre el Danubio y el casco histórico de la ciudad.
Tras la visita al castillo nos volvimos caminando a la plaza de la Ópera a comer en uno de los puestecillos navideños, nos tomamos unos de los bocadillos típicos de los puestos que no sé muy bien que llevaba porque la chica que me atendió no hablaba nada de inglés, aún así el bocadillo estaba realmente bueno. Tras coger fuerzas nos dirigimos a la plaza del Ayuntamiento para verla de día y entrar en el Antiguo Ayuntamiento a ver sus patios. La playa Mayor con todos los puestos no se aprecia muy bien y la estatua de Napoleón que se encuentra allí estaba tapada por alguno de los puestos. Pero todo eso lo compensa el ambiente a navidad que allí se respira, y con la cantidad de puestos de artesanía, dulces, punsch o comida que hay.
Subimos caminando por la calle comercial MIchalska hasta la Puerta de Miguel, otro de los símbolos de la ciudad, se puede acceder a la torre y dicen que hay buenas vistas del casco histórico de la ciudad, pero nosotros no subimos. Debajo de ella se encuentra el punto “kilómetrico cero” que marca la distancia con 29 capitales europeas.
Pasamos por debajo de la Puerta de Miguel y seguimos nuestro camino hasta Palacio de Grassalkovich, el palacio no se encuentra abierto al público pero el inmenso jardín que tiene detrás si que lo está y hay bastante gente paseando, haciendo deporte o con los niños para que juegue, se trata de uno de los jardines preferidos por los habitantes de Bratislava. Delante del palacio hay una escultura como una bola del mundo que durante el verano tiene agua pero que en la época que lo visitamos nosotros estaba seca para que no se congelara el agua.
Tras este pedazo de paseo por el casco histórico y habiendo visto las principales atracciones de la ciudad, decidimos que era hora de relajarnos e irnos a tomarnos unas cervezas eslovacas para luego volver a cenar por los mercadillos navideños. Bratislava nos dejo muy buen sabor de boca, se trata de una ciudad pequeña, para mí una gran desconocida frente a las famosas capitales centroeuropeas pero que merece realmente la pena pasar al menos un día en ella.