Llegamos a Santorini cerca de las 17.00 pm, media hora después de lo previsto en el programa. El desembarque era con lanchas y, como teníamos una excursión incluida, nuestro viaje seguía en un micro con un cartel de la agencia y un guía local. Las vistas desde el comienzo ya eran hermosas, porque el micro iba subiendo por una ruta en zigzag que trepaba la montaña hasta llegar a la cima.
La primera parada fue en Megalochori, un pueblito tranquilo, pintoresco, con calles estrechas y lindas vistas.
Nos explicaron la historia del lugar y un detalle curioso sobre las uvas que cosechan para la producción del vino: para proteger los frutos del viento y el sol, los cubren con ramas que forman una canasta, de manera tal que el viento los refresca y conservan la humedad.
La segunda parada fue Oia, pueblo al que llegamos después de atravesar un caos de tránsito (se juntaron los habitantes del lugar, que andaban en auto o en moto, con los micros que transportaban turistas). Es un pueblo de ensueño, tal como se ve en fotos, con sus iglesias, casas blancas, techos azules, puertas de colores, calles laberínticas y hermosos paisajes.
Cuando terminó la visita nos quedó una hora de tiempo libre; eran las 19.00 pm y a las 20.00 pm teníamos que estar todos en el micro para emprender el regreso. Recorrimos la calle principal de Oia, donde abundaban las joyerías y las tiendas de souvenirs. Hicimos algunas compras y nos quedamos en uno de los tantos puntos panorámicos desde donde se puede contemplar la puesta del sol. El atardecer se hacía eterno, y lamentablemente no nos dio el tiempo para verlo todo porque teníamos que volver. Sin embargo, lo poco que pudimos ver nos pareció precioso.
El sol nos abandonó por completo durante el viaje hasta el puerto, y el camino en zigzag por la ruta se hizo a paso muy lento porque la única iluminación que había eran las luces del micro. Llegamos justo para la última lancha, que salía a las 21.00 pm. Si bien la escala en esta isla fue corta, creemos que fue un acierto haber hecho la excursión porque, de lo contrario, quizá no nos hubiese alcanzado el tiempo para hacer lo que hicimos por libre.
Cuando volvimos al barco fuimos a retirar nuestros pasaportes, que estaban disponibles en una oficina cerca de la recepción.
Después de cenar, tuvimos que preparar las valijas y dejarlas en la puerta de los camarotes para que se las llevaran y las dejaran en el puerto de Atenas a la mañana siguiente. Previamente nos habían dejado una cinta con el número de cabina que había que ponerle a cada valija. Como nosotros habíamos contratado la excursión a Delfos para el día siguiente, que empezaba temprano, la guía nos entregó unas cintas especiales, con la leyenda “Prioridad”, justamente para que nuestras valijas fueran unas de las primeras en llegar al puerto.
Terminados los preparativos, nos fuimos a dormir.
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