7 de agosto
Nos despertamos temprano después de haber descansado bien, desayunamos como he descrito arriba, a la rumana, no hay buffet libre y el café es bastante mejorable según dicen los que gustan de ese brebaje. Sí hay máquina de café. Yo desayuno bien pero a mí no me gustan ni el café ni el té, así que no tengo problemas. Después de pagar (aunque ya estaba pagado, como describo más arriba) en efectivo nos ponemos en marcha rumbo al monasterio de Snagov.
Está situado en una isla, en el lago del mismo nombre. El lugar es tranquilo y tiene un encanto muy particular. El día que estuvimos allí no había apenas gente así que lo disfrutamos mucho. Más allá de la polémica con la tumba de Vlad Tepes, merece una visita por el entorno y porque dentro tiene el encanto de las cosas pequeñas, pero bonitas. La entrada eran 15 lei para los adultos y para los jóvenes algo menos o gratis, no recuerdo bien. Si quieres sacar fotos hay que pagar. Ahí entramos en el regateo de una entrada para todos los teléfonos móviles, no recuerdo exactamente cuánto. En el entorno encontramos desde casas que parecen estar muy bien hasta otras con muchas carencias, alternándose unas y otras. A la orilla del lago sí da la sensación de haber fincas de mucho dinero. Hay también algún club naútico con la entrada restringida. En un bar cercano tomamos unos refrescos y unas cervezas por muy poquito dinero: una coca cola, un nest tea y una cerveza de tercio por apenas un euro. Eso sí, la tomas de la cámara refrigeradora tú mismo y la pagas en la barra, cosa bastante habitual en Rumanía. La limpieza de los aseos muy mejorable.
Nos metemos en la DN1 rumbo al castillo de Peles y avanzamos hacia la tormenta. Así es, nos pilla una tormenta hermosa en plena DN1 y optamos por parar por seguridad y para reponer fuerzas de paso. Comemos algo rápido, aunque tardan en servirnos quizás porque no esperaban a 14 personas a la vez y proseguimos viaje al castillo de Peles. Amaina la tormenta y nos ponemos en camino. Nuestro propósito es llegar antes de las 16:00 pues la última visita es a las 16:15 pero a pesar de ser las 16:05 nos dicen que la taquilla ya está cerrada y que no nos pueden vender los tickets. No hay manera de convencerles de que si la última visita es a las 16:15 todavía podríamos incorporarnos a ella, así que nos tenemos que conformar con verlo por fuera. La entrada al parking son 30 lei la furgoneta y 15 el turismo, si no recuerdo mal. Si se está acostumbrado a andar subir hasta arriba no supone demasiado esfuerzo, esto ya al gusto. El entorno del castillo, los jardines y demás merecen la pena. Sacamos un montón de fotos y nos planteamos volver al día siguiente para verlo por dentro; la pega es que el martes abren en lugar de a las 9:00 a las 11:00.
Después de que unas chicas y un chico malagueños nos aconsejen encarecidamente hacerlo optamos por volver y a pesar de todo, no nos arrepentiremos. Nos marchamos hacia Busteni, al hotel Magic Club. No tiene parking y el coche hay que dejarlo a la buena de dios en la calle, encima de la acera, pero eso no suele ser problema en Rumanía. Nos toca una habitación con bonitas vistas a los montes Bucegi, en concreto a la cruz de los héroes nacionales (Monumentul Eroilor Neamului). Arriba ya tenemos nuestros buenos 2300 metros. Preguntamos para subir arriba y nos dicen que hay una telecabina pero que las esperas tanto para subir como para bajar son de alrededor de un par de horas. Supongo que fuera de la temporada de verano y antes de la de invierno, cuando no haya tanta afluencia de turistas será más fácil y seguro que merece muchísimo la pena dar un paseo por las alturas. En Wikiloc hay un montón de sugerencias para aquellas personas a las que les guste la montaña.
Nos alojamos y bajamos a cenar al centro de Busteni. Lo hacemos en la Casa Taraneasca, al lado de la oficina de turismo de Busteni que nos abre el encargado al ver que andamos rondando. Ya es fuera del horario pero es muy amable y nos proporciona unos mapas de la ciudad y responde a las preguntas que le hacemos. La oficina está en la calle principal del pueblo que ya se ve que es de montaña. Nos advierten también que los osos suelen bajar hasta el mismo pueblo a rebuscar comida en la basura.
La cena es normal y no sale cara, comemos pizzas y la carne típica de cerdo junto con algunas ensaladas. Bebemos varias cervezas y un vino blanco fresquito que no está mal. El dueño del negocio habla castellano, aprendido en la escuela nos cuenta y así es más fácil entendernos. Toca descansar pues el día ha sido largo. Vamos hacia el hotel y vemos que el tráfico de camiones es intenso a esta hora por la DN1.
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