14.- El regreso ✏️ Diarios de Viajes de Centro Africa R.Finalmente llega el día en que debemos despertar del sueño en que hemos estado viviendo para iniciar el regreso a la realidad. Hay que volver a casa. A media mañana, nos despedimos de los bayaka que se quedan en el interior de la selva, algunos...Diario: Pigmeos y Gorilas, un paseo por la selva centroafricana⭐ Puntos: 5 (21 Votos) Etapas: 16 Localización: Centro Africa R.Finalmente llega el día en que debemos despertar del sueño en que hemos estado viviendo para iniciar el regreso a la realidad. Hay que volver a casa. A media mañana, nos despedimos de los bayaka que se quedan en el interior de la selva, algunos nos acompañan de regreso a la “civilización”, pero bastantes de ellos prefieren quedarse más tiempo aquí, no me extraña, yo, si pudiera, también me quedaría bastantes días más. Cuando no llevamos aun media hora andando, camino de regreso hacia Sangha Lodge, un temporal como no le hemos visto en los días que hemos estado aquí, nos deja empapados de pies a cabeza, seguimos andando durante dos o tres horas, siempre bajo la constante lluvia que solo terminará justo en el momento en que salgamos de la selva para llegar al poblado “de transito” de los bayaka, cerca de Bayanga. Nos hace pensar que la selva nos quiere decir adiós mostrándonos como podía habernos “puteado” durante los días que hemos estado aquí. A la tristeza de andar bajo la lluvia torrencial, se suma la de dejar atrás un lugar fantástico, donde hemos podido disfrutar de unos momentos como nunca hasta ahora había vivido, todo ello hace que uno se sienta con un importante “bajón”, al cruzar Bayanga, el pueblo que a la ida me había parecido un pueblo típico africano, con sus cosas buenas y malas, pero con un llamémosle, encanto, ahora, al observarlo después de estos días en la selva, me parece un lugar sucio y triste. Solo al llegar a Sangha Lodge, desaparece esta sensación de tristeza, que es reemplazada, después de una buena ducha, de ponerme ropa limpia y sentarme en la terraza sobre el rio Sangha con una cerveza helada en la mano, por una sensación de nostalgia de los días pasados en la selva, hace tan solo unas horas que hemos dejado a los Bayaka y ya los estoy echando de menos. Pasamos la última noche en Sangha Lodge, disfrutando de la compañía de Rod y Tamar y a la mañana siguiente, viene a buscarnos la canoa que nos trajo hasta aquí para devolvernos a Libongo, en el Camerún. Pero al levantarnos, nos espera una sorpresa no muy agradable, está lloviendo de nuevo, así que tenemos por delante más de cuatro horas de viaje, en una canoa en medio del rio y bajo la lluvia. Pero no hay opción, hay que salir hoy si o si, así que nos vestimos solo con una camiseta y un bañador y nos embarcamos para iniciar el regreso, Y aquí la cagamos, no hace ni media hora que hemos salido, cuando deja de llover y a continuación aparece el sol, que calienta y mucho, primero nos alegramos de ello, no deberemos sufrir la lluvia durante toda la travesía, pero luego, poco a poco nos vamos dando cuenta de que las partes expuestas del cuerpo van a freírse bajo ese sol tropical ( y las bolsas están apelotonadas y envueltas en lonas y atadas con vueltas y vueltas de cuerdas en la parte trasera de la canoa, con lo que la opción de buscar ropa o crema solar dentro de ellas, está totalmente descartada ) así que toca aguantar el sol o mejor dicho, sufrirlo, sobre todo en mi caso que soy de piel blanca y pecosa, lo que normalmente hace que procure no excederme en lo de tomar el sol. Y en efecto, al llegar finalmente a Libongo, tengo las piernas que me recuerdan a esos turistas nórdicos que vemos en verano por la costa mediterránea y a los que llamamos “gambas” por el colorido que ha ido tomando su piel. Desembarcamos en Libongo y vamos a comer algo (de nuevo tortilla de espaguetis) antes de tomar el Matatu. Esta vez, a diferencia de al venir, que lo hicimos en Land Cruisers, vamos a hacer el viaje en un Matatu, el Matatu es un pequeño autobús de transporte público, con unos asientos de medio palmo y tan juntos que la longitud de mi fémur es superior a la distancia que hay entre el respaldo de mi asiento y el de delante, así que no hay otra que sentarse medio de lado e ir aguantando como puedas los saltos que va dando el Matatu a lo largo de todo el día. Nos esperan dos días de viaje así, primero desde Libongo a Yokadouma, donde ya dormimos al venir y al día siguiente desde Yokadouma a Bertoua, donde tomaremos el tren que nos llevará hasta Yaundé. El viaje se ve amenizado por las paradas obligadas, cuando en alguna cuesta y debido a la lluvia caída, que ha convertido la carretera en una pista de fango deslizante, debemos bajar para empujar al Matatu, el cual resbala y no puede subir la cuesta. Nos encontraremos con varios de estos momentos de diversión a lo largo del viaje, pero en el fondo, no deja de ser una anécdota divertida. El problema lo tenemos realmente en el segundo día de viaje, entre Yokadouma y Bertoua. Debemos estar en la estación a medianoche para tomar el tren y en una cuesta, nos encontramos con una camión maderero, atravesado en la misma y un par de camiones más detrás suyo, detenidos y que además, están discutiendo con el chofer del primer camión no sé muy bien porque. No podemos pasar. Con el chofer del Matatu, vamos a ver a los camioneros, los cuales no están de muy buen humor, todo hay que decirlo, para ver si podemos hallar una solución al problema. Esperar a que llegue alguna grúa no es una opción, no tenemos tiempo, es más, nadie sabe si va a llegar dentro de una hora o dentro de dos días, así que se trata de buscar una alternativa. Después de darle vueltas y vueltas, nuestro chofer nos dice que si uno de los camiones que están detrás, recula un poco, podría quedar el suficiente espacio para intentar pasar. Ahora ya solo falta convencer al chofer del camión para que lo intente, cosa nada fácil. Por suerte, pasa en ese momento en una moto, un policía, el cual ha sabido que hay el lio de estos camiones aquí y se ha acercado a ver qué ocurre y se cuadra con el chofer del camión, amenazándole con todos los males del infierno si no hace recular el camión. Así que a regañadientes, lanzándonos unas miradas asesinas, el tipo se sube al camión y consigue hacerlo retroceder unos pocos metros, los suficientes, esperamos, para poder pasar. Habrá que hacer pasar el Matatu, medio por fuera de la pista, pero empujando adelante y atrás, por los lados y casi medio construyendo un nuevo trozo de pista, podemos pasar y continuar el viaje hacia Bertoua. De camino, nos detenemos a cenar en Batouri, otro pueblo “típico” africano y ya sin más incidentes, conseguimos llegar a tiempo a la estación de Bertoua para poder tomar el tren, el cual tiene previsto pasar a medianoche. Finalmente a eso de la una y media, llega el tren y tenemos una agradable sorpresa al ver que las cabinas son de dos literas, con un aspecto limpio y bastante nuevo, así que después de dos días de viaje en el Matatu, poder ahora estirarse en una cómoda litera y pasar la noche durmiendo a pierna suelta nos parece un regalo del cielo, además y para terminar de hacernos sentir como millonarios, a la mañana siguiente, cuando faltan un par de horas para llegar a Yaundé, pasan unas camareras por los compartimentos trayéndonos el desayuno a la habitación, todo un lujo! Índice del Diario: Pigmeos y Gorilas, un paseo por la selva centroafricana
01: 1.- Introducción
02: 2.- La Ruta
03: 3.- De Yaundé a Lomié
04: 4.- Selva del Dja. Tribu Baka
05: 5.- Tambores, cantos polifónicos y espíritus
06: 6.- En busca de miel
07: 7.- Seguimos en ruta hacia la RCA.
08: 8.- GORILAS!!
09: 9.- Dzanga Bai
10: 10.- Bailando con Bantúes
11: 11.- Encuentro con los Bayaka.
12: 12.- En el “Infierno Verde”
13: 13.- Viviendo la selva
14: 14.- El regreso
15: 15.- Kribi
16: 16.- Fin
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