12.- En el “Infierno Verde” ✏️ Diarios de Viajes de Centro Africa R.Nos levantamos temprano por la mañana, hemos dormido en el “jardín” de la cabaña en la que Louis vive cuando no está en la selva. Desayunamos y recogemos las tiendas y el equipaje, que dejaremos en la cabaña de Louis, nos llevamos solamente la...Diario: Pigmeos y Gorilas, un paseo por la selva centroafricana⭐ Puntos: 5 (21 Votos) Etapas: 16 Localización: Centro Africa R.Nos levantamos temprano por la mañana, hemos dormido en el “jardín” de la cabaña en la que Louis vive cuando no está en la selva. Desayunamos y recogemos las tiendas y el equipaje, que dejaremos en la cabaña de Louis, nos llevamos solamente la pequeña mochila de día, mientras, los Bayaka han empezado con los preparativos para la marcha. Cogen únicamente los utensilios indispensables, los cargan en unas cestas hechas de mimbre, que cargan a la espalda como si de mochilas se tratara y ya están listos para irse a pasar el tiempo que quieran en el interior de la selva, cualquier otra cosa que puedan necesitar, encontraran todo lo necesario en el interior de la selva para poder fabricarla. Nosotros nos llevamos comida para pasar esos días con ellos, pasta, conservas, pan … no queremos cargar a los Bayaka con la responsabilidad añadida de alimentarnos, ya es duro conseguir alimento para ellos, como para que además, deban cazar y pescar para que nosotros podamos comer. Ya con todo listo, entramos en la selva. Seguimos a los Bayaka a través de la selva, cruzando riachuelos, resbalando en pendientes embarradas, haciendo equilibrios andando sobre troncos de árboles caídos. Poco a poco, nos vamos adentrando más en el llamado “infierno verde”. Sin duda, si estuviéramos solos aquí, seria para nosotros un auténtico infierno. No hay horizonte, estas totalmente rodeado del verde de la vegetación, sorteando arboles gigantescos y sin casi poder ver el cielo, solo de vez en cuando, un pequeño claro donde uno de estos gigantescos arboles ha caído, te permite ver un pequeño trozo azul, fuera de estos pequeños claros, la luz del sol difícilmente llega hasta nosotros, andamos en una especie de penumbra permanente. Pero acompañados de los Bayaka, este lugar tan inhóspito, pronto nos parecerá un verdadero paraíso. A la media hora de andar, estamos ya totalmente perdidos, no tenemos ni idea de si nos dirigimos al norte o al sur, ni podemos imaginar como saben esta gente hacia donde nos dirigimos y mucho menos como pueden seguir los pasos de aquellos que han salido antes. Porque esta es otra. Cuando deciden entrar en la selva, no salen todos juntos en una larga hilera, sino que primero, se adelantan algunos exploradores, tanto como medida de seguridad, para evitar encuentros desafortunados con elefantes u otros animales, como para poder ir explorando las distintas opciones de la ruta a seguir. Seguidamente, el resto de la gente va saliendo, pero no todos a la vez, sino que van formando pequeños grupos que se van adentrando en la selva. A nosotros, al principio nos maravilla pensar que puedan encontrar el rastro dejado por los primeros que han salido, hasta que poco a poco, nos vamos dando cuenta de las pequeñas señales que han ido dejando. El tronco de un arbusto partido, señalando en una dirección. Unas marcas hechas con el machete en el tronco de un árbol, señales que a nosotros nos pasarían totalmente inadvertidas si no nos las indicaran, pero que para ellos equivalen a los paneles indicadores de nuestras autopistas. Por el camino, de vez en cuando nos encontramos con alguno de los grupos que han salido antes que nosotros y que se han detenido para tomarse un pequeño descanso, fumar algún cigarrillo, ya sea del tabaco que nosotros conocemos o del llamado “tabaco de la selva”, que son cigarros liados con hojas de plantas y una picadura que fabrican, de vete a saber de qué planta y que tiene unos efectos parecidos a la marihuana. Los senderos que seguimos, a veces más trillados, otras veces más difuminados, no son senderos creados por ellos, sino que han sido los animales, los elefantes, búfalos, etc. los que abren estos caminos y ellos los aprovechan para recorrer la selva más cómodamente, en lugar de tener que ir abriendo nuevos caminos a través de la densa vegetación. Finalmente, después de unas horas de caminata, llegamos a un lugar donde parece haberse reunido los exploradores y los diferentes grupos que nos preceden. Nos dicen que vamos a acampar aquí. Nosotros, totalmente alucinados, nos preguntamos donde, ya que no acertamos a ver un metro cuadrado de terreno libre de vegetación sobre el que poder, no ya echarse, si no tan solo sentarse. Pero nuestra estupefacción, dejará pronto paso a una sincera admiración. Sacan los machetes y empiezan a desbrozar el terreno, mientras los hombres van cortando y apartando los arbustos y la maleza, las mujeres recogen los troncos de estas plantas y con ellos empiezan a fabricar sus cabañas. Son troncos delgados y muy flexibles y con ellos crean una estructura en forma de iglú, clavando un extremo en el blando suelo y formando un arco con el tronco hasta clavar el otro extremo también en el suelo. Con otros troncos, forman travesaños que unen los diferentes arcos y los atan entre sí con unos “cordeles” que han fabricado con la tierna corteza de estos mismos troncos, dando la forma final al iglú. Finalmente, recubren esta estructura con hojas y ya tienen finalizado el “chalet”. Una vez han construido sus cabañas, nos ayudan a nosotros a construirnos una para nosotros, aunque el acabado final, la cobertura de la estructura con hojas, nos lo dejan a nosotros solos, con el resultado de que, cuando más adelante empiece a llover, nos daremos cuenta de que muy bien no hemos sabido desenvolvernos, ya que las goteras que vamos a padecer parecerán provenir de un grifo abierto, más que de las gotas de lluvia. Y en una hora u hora y media, aquel inhóspito lugar, donde parecía imposible poder encontrar un lugar donde echarse, se ha convertido en una verdadera “urbanización”. Cada familia tiene su cabaña, pero no solo han construido cabañas, delante de las mismas, han construido además, unos pequeños bancos, que por la noche pueden utilizarse como camas si no apetece quedarse a dormir dentro de la cabaña, hay pequeñas “plazas” o lugares de reunión comunes, los pequeños fuegos ya están encendidos y aquí, de nuevo, deben ayudarnos, ya que nosotros somos incapaces de hacer arder la madera verde, nos traen la madera adecuada, que a pesar de estar húmeda y recién cortada, arde fácilmente cuando se sabe cómo hacerlo. Cuando finalmente hemos conseguido instalarnos, las mujeres llevan ya un buen rato moliendo mandioca y tienen ya la cena prácticamente lista. Nosotros corremos a prepararnos la nuestra puesto que la noche ya se acerca. Nuestra primera noche en el “infierno verde”. Índice del Diario: Pigmeos y Gorilas, un paseo por la selva centroafricana
01: 1.- Introducción
02: 2.- La Ruta
03: 3.- De Yaundé a Lomié
04: 4.- Selva del Dja. Tribu Baka
05: 5.- Tambores, cantos polifónicos y espíritus
06: 6.- En busca de miel
07: 7.- Seguimos en ruta hacia la RCA.
08: 8.- GORILAS!!
09: 9.- Dzanga Bai
10: 10.- Bailando con Bantúes
11: 11.- Encuentro con los Bayaka.
12: 12.- En el “Infierno Verde”
13: 13.- Viviendo la selva
14: 14.- El regreso
15: 15.- Kribi
16: 16.- Fin
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