Estuve cuatro días completos en Jerusalén, aunque uno lo destiné a Belén y Hebrón (muy recomendable esta última para entender el guirigay montado entre judíos y musulmanes). La verdad es que me hubiera quedado más tiempo. Es una ciudad fascinante hasta para un ateo; para un creyente tiene que ser una experiencia subliminal. Me ha hecho ver la religión del libro (cristiana y judía; la musulmana practicante ya la tengo vista en muchos sitios) de otra forma y comprender un sentimiento que a tantas personas les sale de las entrañas, algo que no se aprecia de manera generalizada en nuestras afortunadas sociedades laicas, más allá del folclorismo religioso patrio. Excluyo, por supuesto, a un buen número de creyentes que parecen que van al circo, por no hablar de los reportajes fotográficos con la cruz a cuestas y los selfies. Me he emocionado en varios sitios viendo la pasión de algunos creyentes. Eso sí, la llamada de la religión ni siquiera la he oído en Jerusalén; sigo siendo ateo, gracias a Dios
Después de este preámbulo personal, algunos consejos:
- Mínimo dos días completos (mejor tres); uno da para poca cosa.
- Paciencia con los grupos; más turismo en manada que en otros países, y muchos peregrinos, claro. Suelen ser disciplinados y como vienen se van, y solo ven lo "importante". Hay calles por las que no va nadie. A veces conviene esperar o sortearlos para volver en otro momento (aunque luego puede que esté igual o peor). Máxima flexibilidad en las visitas.
- Conviene aprovechar bien las primeras y últimas horas, ya que el flujo de gente es menor. Por ejemplo, pasé dos veces por el monte Sión; a última hora visité yo solo el cenáculo de Cristo; en otro momento que me dejé caer por allí, casi ni se podía entrar. Como curiosidad, cerca se encuentra la tumba de Oskar Schindler, el de la famosa película. Recomiendo en las inmediaciones un pequeño museo del holocausto (se entra por donde la estatua de la niña con su osito) por si alguien no va al que se suele visitar en la zona moderna, que fue mi caso.
- Hay que vivir el shabat (se inicia el viernes a la caída del sol). Es impresionante la riada de judíos, con sus mejores y curiosas galas, en dirección al muro. Bailes, cánticos... Nunca imaginé que vivieran el judaísmo con esa alegría, sobre todo la gente joven. No es el mejor momento para ver el muro, pero sí para disfrutar del ambiente.
- Buenas vistas del muro, de la plaza y de los minaretes de las mezquitas de la explanada desde la azotea del edificio de enfrente (creo que es un centro judío de algo). Subí sin que nadie me dijera nada. La parte cubierta del muro es tan interesante o más que la descubierta.
- La explanada de las mezquitas es impresionante e inmensa. Tiene horarios: de domingo a jueves, 7.30, 10.30, 12.30 y 13.30 horas (creo). Solo se puede acceder, si no se reza a Alá, por la pasarela de madera que se levanta junto al muro de las lamentaciones. Yo intenté colarme por todas las puertas sin éxito, aunque en una de ellas la vista de la mezquita de la cúpula de la roca con los militares armados hasta los dientes tiene una bonita foto. Siempre me lo pregunto, ¿cómo saben que no soy musulmán?, ¿tengo cara de ateo?
Por cierto, fui testigo de la visita a la explanada de un grupo de judíos, con escolta militar; luego salieron por una de las puertas, se descalzaron y se pusieron a jugar al corro de las patatas
- La única puerta de la muralla que está cerrada (para joder a los judíos y que no entre el mesías) se puede contemplar de cerca adentrándose en el cementerio musulmán que está junto a la puerta de los leones, y de paso deleitarse con las vistas del monte de los Olivos.
- Hablando de vistas, no solo desde el monte de los Olivos se vislumbra una excelente panorámica de Jerusalén; desde la iglesia del gallo de San Pedro también, y desde los tejados por los que se puede caminar hay una buena vista de la cúpula dorada.
- Tiene su encanto pasear de noche por las callejuelas intramuros sin gente y con los comercios cerrados, así como disfrutar de las murallas iluminadas.
- Hay un tramo de muralla (cerca de Dung Gate) por el que se puede caminar sin pagar, por si a alguien le hace ilusión y no quiere gastar pasta extra en una ciudad en la que se gasta mucha.
- Me alojé en la calle Jaffa, así que tenía muy cerca dos visitas recomendables: el mercado Mahane Yehuda, con puestos para comer y tomar algo, y el barrio ultraortodoxo y cutre de Mea Shearim (tanto rezar que se olvidan de limpiar).
- Algunas iglesias (diría que muchas) no son especialmente atractivas ni por fuera ni por dentro, al margen de su importancia simbólica; sin embargo, el subsuelo suele guardar gratas sorpresas.
Por cierto, ¿dónde está el Israel laico? Desde luego en Jerusalén no parece que pinte mucho. Lástima. Pocas veces he visto una sociedad tan militarizada. Vale, ya sé quiénes son sus vecinos y conozco la historia del país, pero extraña ver tantos militares por todas partes. También resulta chocante contemplar tantos judíos (hombres y mujeres) vestidos como hace un siglo. Nunca imaginé que la religión, la tradición o lo que sea impregnase tanto la vida judaica. Y yo pensando que Israel era la aldea occidental de Astérix en Oriente
Hasta los musulmanes me parecieron más "modernos".