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Travel Addict
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Viajar a isla Mauricio: por qué esta pequeña joya africana debería ser tu próxima escapada al paraíso

Viajar a isla Mauricio es una de esas decisiones que uno no toma a la ligera, porque lo más probable es que luego todo lo demás en la vida te parezca un poco decepcionante. Imagínate una isla en medio del océano Índico, con playas que parecen salidas de una postal editada por un diseñador con mucho tiempo libre, gente que te sonríe como si supieras algún secreto maravilloso, y comida que mezcla las cocinas francesa, india, criolla y africana con descaro y talento. Sí, viajar a isla Mauricio es como meterse en una novela de aventuras sin riesgo de que te coma un tigre.

Pero si aún necesitas razones —y francamente, ¿por qué las necesitarías?— aquí tienes unas cuantas que harán que busques vuelos antes de terminar este artículo.

Relajarte en playas que parecen hechas con Photoshop

Una de las principales razones para viajar a isla Mauricio es, naturalmente, sus playas. Pero no cualquier playa. Las de Mauricio no tienen ni un mal grano de arena. De hecho, es probable que en algún lugar del gobierno local haya un funcionario cuya única labor sea asegurarse de que cada palmera esté ligeramente inclinada en el ángulo perfecto para Instagram.

Las playas de Le Morne, Flic-en-Flac y Belle Mare son ejemplos vivos de lo que ocurre cuando la naturaleza y el buen gusto colaboran. Arena blanca como harina, aguas turquesa que harían llorar de envidia al Caribe, y esa deliciosa falta de multitudes ruidosas. Porque aquí, incluso el viento parece susurrar: "relájate, estás en Mauricio".

Alojarte en algunos de los hoteles más extraordinarios del hemisferio surf

Viajar a isla Mauricio sería una experiencia incompleta sin hablar de los magníficos hoteles de isla Mauricio todo incluido. No estamos hablando de un bufé con croquetas tristes y camareros que te ignoran. No. Aquí los hoteles son pequeñas ciudades del placer cuidadosamente diseñadas para que no tengas que hacer absolutamente nada más que disfrutar.

Hoteles como Constance Belle Mare Plage o Lux Le Morne* ofrecen experiencias donde te despiertas con vistas al océano, desayunas fruta fresca cortada con precisión quirúrgica y puedes elegir entre un masaje, una clase de yoga al amanecer o simplemente volver a dormirte en una hamaca.

Además, el concepto todo incluido aquí no es una excusa para inflarte a pasta y sangría. Es una forma de vida. Alta cocina, cócteles bien hechos, servicio discreto pero presente, y ese silencio que sólo interrumpe el canto ocasional de un pájaro con mejor voz que cualquier cantante de reguetón.

Comer como si tu paladar hubiera ganado la lotería

Uno no puede viajar a isla Mauricio sin prepararse mentalmente para lo que le espera en el plato. Esta isla es como una cumbre internacional de sabores: india, criolla, china, francesa… todo en un mismo menú, sin discusiones diplomáticas.

Puedes desayunar crêpes con miel local, almorzar un biryani con más especias que una novela de Agatha Christie, y cenar pescado al curry cocinado en hoja de plátano. Todo ello acompañado de una cerveza local Phoenix, o si te sientes sofisticado, un ron añejo mauriciano que se desliza por la garganta como si supiera que estás de vacaciones.

Aventuras suaves para quienes no quieren sudar en exceso

Viajar a isla Mauricio no es solo para los amantes de la playa (aunque sería una locura no amar esas playas). También puedes hacer senderismo por la Reserva Natural de Black River Gorges, subir al mítico Le Morne Brabant, o explorar cascadas escondidas como Chamarel. Todo con ese tipo de dificultad que hace que te sientas aventurero sin dejar de parecer elegante en las fotos.

Además, puedes pasearte por plantaciones de caña de azúcar, visitar templos hindúes multicolores, y preguntarte en voz baja por qué demonios no viniste antes.

Conocer una cultura rica, amable y totalmente inesperada

Mauricio es una isla africana con alma global. En un solo día puedes escuchar cuatro idiomas distintos, ver templos, mezquitas e iglesias en la misma calle, y ser invitado a probar un dulce hindú después de haber comprado baguettes francesas en una panadería que parece trasladada de Marsella.

La gente es tan amablemente curiosa que uno casi se siente mal por no poder invitarles a casa. Hay un respeto mutuo entre culturas, una mezcla de religiones y etnias que funciona, y un carácter hospitalario que hace que te sientas bienvenido desde el primer "bonjour".

Escapar del mundanal ruido y recordar que vivir puede ser sencillo

Más allá de los lujos, del sol perfecto o de la comida celestial, viajar a isla Mauricio ofrece algo que es difícil de encontrar hoy en día: paz auténtica. Una desconexión natural, sin necesidad de apagar el móvil (aunque lo acabarás haciendo). Mauricio te empuja a bajar el ritmo, a mirar el mar sin pensar en nada, a sonreírle a un desconocido simplemente porque el día es bonito.

Y eso, en estos tiempos, es un regalo impagable.

Viajar a isla Mauricio es de esas decisiones que uno nunca lamenta. Es la isla donde los problemas se diluyen en el aire salado, donde el reloj va más lento y donde la vida —al menos por unos días— parece tener un filtro cálido y perfecto.

Si te estás planteando tu próximo viaje o simplemente quieres escapar mentalmente mientras miras por la ventana de la oficina, pon Mauricio en tu lista. Mejor aún, ponla la primera.

Y si quieres descubrir más rincones inolvidables como este, consejos de viaje y alojamientos exóticos, no te pierdas el blog Islas Viajeras: tu guía insular para soñar con los pies en la arena.

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Travel Addict
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Australia: Una isla-continente que se disfraza de país

Cuando uno decide visitar Australia, lo primero que debe aceptar es que nada tiene sentido. Estás en una isla del tamaño de una placenta continental, donde los animales tienen bolsillos, los árboles se incendian solos, y la gente, inexplicablemente, se saluda con un no worries incluso cuando el coche está ardiendo.
Pero vayamos por partes.

Sídney: La postal que cobra vida (y te cobra por todo)

Sídney es esa ciudad que aparece en todos los folletos: Opera House, Harbour Bridge, gente guapa corriendo en slow motion. Y sí, todo está ahí.
La Opera House es más pequeña de lo que esperas, pero aún así luce como una flota de caracoles albinos encallados con estilo. El Harbour Bridge se puede escalar, lo cual parece buena idea hasta que recuerdas que estás colgado sobre una bahía con viento suficiente como para mover una vaca.
Circular Quay es perfecto para pasear, y también para preguntarte cómo un café puede costar 6 dólares y aún así valer cada centavo.

La Gran Barrera de Coral: Naturaleza haciendo alarde

Luego tienes la Gran Barrera de Coral, que es básicamente el Louvre del esnórquel. Imagínate nadar entre peces que parecen diseñados por un niño hiperactivo con acceso ilimitado a lápices de colores.
Y sí, el coral se está muriendo, lo cual le añade una capa de drama existencial a cada buceo. No solo estás admirando belleza; estás presenciando su despedida.

Uluru: Una piedra que no necesita explicación

En el centro de Australia hay una piedra. No una montaña, no una colina. Una piedra. Y sin embargo, verla cambiar de color al atardecer es tan hipnótico que uno entiende por qué los pueblos aborígenes la consideran sagrada.
Uluru, Ayers Rock para los amigos, no hace nada y, sin embargo, lo dice todo. Es como el Dalai Lama en forma geológica.

Melbourne: Donde el café es una religión (y el clima una broma)

Melbourne es la capital cultural del país, lo que significa que hay arte en las paredes, poesía en los tranvías y camareros con bigote que te juzgan si pides café con leche después de las 10. El clima cambia cada doce minutos, así que llevar paraguas y gafas de sol al mismo tiempo es completamente sensato. Aquí no se pasea: se sobrevive con estilo.

Tasmania: Australia en miniatura, con más encanto y menos gente

Tasmania es la respuesta australiana a una pregunta que nadie hizo: ¿Y si tomamos lo mejor del país, lo ponemos en una isla y no se lo decimos a nadie? Con parques nacionales que parecen sacados de documentales narrados por David Attenborough y mercados donde el queso es una forma de arte, es imposible no enamorarse.
Y sí, los rugidos de los diablos de Tasmania pueden dar algo de miedo, hasta que ves que los bichos no levantan ni medio palmo y no tienen ni media torta (tampoco es plan de pegarles, pobrecitos).

Kangaroo Island: Disney para naturalistas

Por último, Kangaroo Island. El nombre lo dice todo. Hay canguros. Y koalas. Y leones marinos. Y playas vacías. Es como si la fauna australiana se hubiera fugado del zoológico para montar su propio club privado. Aquí no se trata de qué ver, sino de cuánto tiempo te puedes quedar sin querer mudarte.

Y esto es solo una parte de los tesoros que te esperan en las antípodas. Australia es hermosa, caótica, remota y profundamente absurda. Es un lugar donde puedes ver un pingüino, una serpiente venenosa y un atardecer perfecto en la misma hora. Es una tierra que te mira, se encoge de hombros, y te dice: “Bueno, esto es lo que hay, ¿te gusta o no?
Y lo cierto es que, si tienes algo de sentido común… te encantará.

Si quieres más información de qué ver y hacer en Australia durante unas vacaciones, no dudes en darte un garbeo por nuestro blog: islasviajeras.com/ ...n-20-dias/

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